jueves, 14 de febrero de 2008

SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO VASCO// MEMORIA TOTAL

MONTEVIDEO

SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO VASCO

ACTO DE SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO VASCO FRENTE
A LA ESCALADA REPRESIVA CONTRA EL INDEPENDENTISMO

VIERNES 15 DE FEBRERO, 19,30 HORAS
EN LA FONOPLATEA GUSTAVO NOCETTI (CONVENCIÓN 1165 Y MALDONADO, MONTEVIDEO)


Se proyectará el documental:
EUSKAL HERRIA EN ESTADO DE EXCEPCIÓN (El macrojuicio 18/98 y las últimas detenciones)


EN EL MARCO DE LA CAMPAÑA INTERNACIONAL DE SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO VASCO

CONVOCAN: CX36 RADIO CENTENARIO Y Periódico RESUMEN LATINOAMERICANO.

Luego del acto, CANTO POPULAR URUGUAYO.

¡VIVA LA LUCHA DEL PUEBLO VASCO!

APOYO A LA Huelga general convocada por la izquierda abertzale contra la «represión judicial, política y policial»PARA EL DÍA JUEVES 14 /2.

NO a la política ilegalizadora, que ha condicionado gravemente el devenir diario de la vida política en Euska Herria,

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RECORDANDO MONTEVIDEO


"Recordar. Del latín re-cordis. Volver a pasar por el corazón".
(Eduardo Galeano).

Para los que no están y siempre echaremos en falta.

Querido Montevideo:

Ayer hablé por teléfono con Galeano y me contó que el tiempo está
muy inestable por ahí. El invierno empieza a mostrar su cara de palo
y los plátanos de sombra ya están arreglando sus cosas antes de
echarse a dormir. Cuando nos vimos las caras por primera vez,
Montevideo, verdeabas por los cuatro puntos cardinales y las
muchachas se desparramaban adormiladas en los pastos del Parque
Rodó, robándole el brillo al Sol del mediodía para llevárselo
puesto. Era noviembre de 1969. Aquel año fue el primero de mi vida
que tuvo dos primaveras. Viajé desde Buenos Aires con Edmundo
Rivero, el de las manos como capazos y la voz de trueno; con él
compartía cartel en el Parador del Cerro. Vine para un par de días,
con urgencias, como siempre, y, nada más llegar, después de atender
un par de periodistas tan convencidos como yo de lo efímero del
éxito, en especial el mío, salí del hotel con la intención de bajar
al puerto a cumplir con una antigua promesa: encontrar la sombra
perdida del Graf Spee. De niños, el Tito y yo, conmovidos por el
heroísmo de aquellos marineros, rubios como la cerveza, que hacían
de buenos en la película, nos juramentamos, al salir del cine, que,
en cuanto fuésemos mayores, iríamos a Montevideo a echarles una mano
a aquellos desventurados tipos, aunque fuesen alemanes; así que
aprovechando la ocasión, aun a sabiendas de que era demasiado tarde
para hacer nada por ellos, eché a andar con moderado entusiasmo al
encuentro de mis fantasmas infantiles. De cualquier modo, aunque no
sacase nada en claro del Graf Spee, siempre me quedaba el Tito
quien, en nuestra anual conversación en el bar Juanito, escucharía
generoso el relato ampliado y aderezado de este rescate de
recuerdos. Pero tú querías llamar mi atención con otras cosas,
Montevideo.

Querías que te viera, que me fijara en ti, que me dejara de pavadas
de Graf Speeses y marineritos heroicos y que me enredase en tus
redes. Por eso abriste para mí la cajita de los asombros y, justo al
salir del hotel, aprovechando mi torpeza habitual, me hiciste pisar
una bosta de caballo en la puerta del Hotel Victoria Plaza, antes
de Moon. Yo, que había salido a buscar perfumes de niñez me di de
morros con ella. Qué admirable y qué insólito se veía en el asfalto
aquel trofeo verde y oro. No por el hecho en sí, claro, no por el
lugar elegido por el animal para cagar, sino porque aún rondas en
caballos por el centro. Aquella bosta le dio una vuelta de tuerca al
destino. Me devolvió a los cuarteles de invierno de los años idos.
Encendió mi curiosidad empujándome a buscar debajo de tu vestido. Me
llamaste y yo atendí y me dejé llevar.

Olvidé el asunto del Graf Spee y a Tito. Olvidé el programa
previsto. Incluso olvidé una visita concertada al Estadio
Centenario -por cuyas tripas, si uno le pone atención, al atardecer,
se escucha el tintineo metálico de los tacos- y caminé a donde
quisieron llevarme mis zapatos. Como un gurí por la murga, me dejé
llevar por calles engalanadas de forchelas; calles en las que aún
estaba caliente el recuerdo de Xirgú y donde los diarios voceaban
nombres desconocidos que iban a tardar poco en serme
cotidianos; calles que aguardaban todo el año la vuelta del Carnaval,
agotadas sus existencias de longanizas para atar perros; veredas por
las que los hinchas de Nacional caminaban agrandados con títulos
libertadores e intercontinentales bajo el brazo como quien se exhibe
con el termo para cocer el mate de la gloria.

El termo. ¿Quién dijo el termo.? El termo y el hombre. El termo y la
cancha. El termo y Dios. Qué insólito espectáculo, querida, para
unos ojos profanos, contemplar a unos ciudadanos comunes, en su
mayoría tipos respetables, yendo y viniendo de sus quehaceres
cotidianos con ese artefacto que uno cree reservado a situaciones de
emergencia, con la mayor de las naturalidades, enganchados a él como
un yonki a la heroína. Aun reconociendo el aporte tecnológico que el
termo representa para la cultura de la yerba, no deja de ser
chocante para unos ojos profanos, repito.

Aquél día, caminé tus calles como nunca he vuelto a caminarlas
mientras tú, Montevideo, hacías todo lo posible por deslumbrarme.
Unas veces de frente y otras por sorpresa.

Me llevaste a comer achuras al Mercado del Puerto, nos tumbamos en la tarde de Pocitos y
juntos amanecimos en el Cerro. Me trajiste a Alfredo y a Daniel y al
loco del Sabalero y a la dulce Vera y yo te llevé conmigo al Este, a
comernos las noches con Nana, con Manolo, con la Camerata.

Me gustaste desde el primer momento, Montevideo, pero fue más tarde
cuando me enamoré de ti. Fue cuando te exiliaron y te viniste a mi
casa con lo puesto. Ahí, mirada triste, sueños torcidos, carnes
torturadas; ahí te conocí, Montevideo; ahí te sentí como algo mío, y
ahí nos juramos amor eterno.

Joan Manuel Serrat
( gracias Casa del Uruguay "El Ceibo" A Coruña.España)

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Memoria total

La sala judicial estaba colmada y ruidosa. El presidente del jurado se abrió paso con dos gritos secos y potentes: "silencio señores".

Se hizo silencio, pero no era un silencio completo sino un silencio zumbón, como alterado por un panal de abejas invisibles que de pronto invadieron el lugar. Con disimulo, una señora se miró las piernas en actitud de ahuyentar a quien posiblemente podía dejarle su aguijón de recuerdo; otro señor mayor, muy atildado, movió sus bigotes de lado a lado mientras se espantaba la cara con un gesto que pretendía a todas luces escapar de cualquier posibilidad de ridículo. Es que en esa sala tan sólo estaban los jueces, los fiscales, los abogados de muy distinta estofa, el público, los guardias, los acusados y los testigos.

No había abejas volando ni ovejas pastando en los campos de Corrientes.

"No podemos permitir..." arrancó locuaz un defensor de los reos con una voz que era una mezcla absurda de la voz que tendrían seguramente el coronel Cañones y monseñor Tortolo.

"Silencio señor o lo hago desalojar de la sala", tronó nuevamente el juez.

"La memoria parcial no sirve...", se desgañitó una mujer que en verdad no olía a jazmines sino a ese olorcito inmundo de los calabozos.

La inocencia de los familiares de los muertos y desaparecidos le ponía yeso a la rebeldía del dolor, ese dolor tan lleno de llagas por los caminos recorridos. No dijeron nada ante tanta vehemencia, ante tanto odio. Los jueces y fiscales intercambiaban cuchicheos sobre la forma de enmendar el juicio y reencauzar la sesión.

"La memoria parcial no sirve..." repitió chillonamente un señor de traje y corbata y portafolios de cuero marrón, pariente de los reos.

Los reos miraban con cara de nada y a la vez con ojos de "ya van a ver, ya van a ver..."

"Son ustedes los que se condenan..." recordó otra mujer a los gritos aquella frase bíblica del apocalipsis, según un arcángel del diablo.

De pronto, el jefe de la guardia uniformada entró sobresaltado por el pasillo central del salón, se acercó a la mesa del jurado y le pasó un mensaje escrito en un papel arrugado al presidente, éste lo leyó, cerró el papel, lo abrió nuevamente, lo volvió a leer, miró a derecha e izquierda, su rostro enmudecido parecía un cuadro dantesco pintado por Picasso y Dalí a cuatro manos. Todos lo miraban en perfecto silencio.

"Que pasen", ordenó en medio de lo único colectivo y común que se produjo en ese lugar: la incertidumbre.

Fueron entrando en fila india, nueve muchachas, cinco muchachos y tres gurises de entre dos y quince años, a juzgar por la apariencia.

Todos sonreían. Se miraban emocionados y parecían contentos, quizá por estar juntos, quizás por tener semejante oportunidad, como si festejaran veinte años después el gol de Diego a los ingleses, tanto el mejor de la historia de los mundiales como el otro, el pícaro, el gol metido con las manos.

Los reos, sus abogados y sus parientes eran estatuas de sal, con el espanto en las cuencas de sus ojos herrumbrados. Los familiares de esa muchachada, reían y lloraban al mismo tiempo, sin euforias, un llanto digno, silencioso, como sabiendo que había que contentarse con verlos siquiera un instante, nada más.

"Identifíquese" ordenó el juez al muchacho más alto de todos.

El muchacho alto dio un paso adelante y respondió:

"Me llamo Vicente Ayala, pero todos me dicen Cacho"

"¿Para qué han venido?" preguntó el juez

Y el muchacho dijo: "para que la memoria sea completa como se reclama" y abriéndose la camisa mostró los agujeros de las balas, la carne morada por los golpes, las llagas azuladas y violáceas que deja el paso de la picana eléctrica, la marca de las esposas sobre las muñecas, el tabique nasal roto y el cuero cabelludo desprendido a bayonetazos.

Los demás muchachos hicieron lo mismo mientras que las muchachas, con pudor, mostraron sus espaldas rasgadas por las mismas bayonetas, las costillas rotas y expuestas para siempre, la carne azulada con 220 voltios. Los chicos seguían observando todo con el asombro de todos los tiempos juntos.

Calló la sala. Callaron las abejas. Los muertos se fueron cantando.

Ahora sí, empieza la sesión.

Por Jorge Giles, amigo del "Cacho" Ayala, desaparecido por razones políticas

Enviado por María del Rosario Ayala- Hermana de "Cacho" Ayala

(Comisión de Derechos Humanos de Corrientes-PRENSA CAMPO DE MAYO)

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Uruguay, continúa protegiendo a la inversión extranjera: ahora es el turno de India

En las últimas horas los gobiernos de Uruguay y de India firmaron un Tratado de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones, que otorga beneficios a los empresarios indios que se instalen en el territorio nacional que en algunos casos amenazan nuestra soberanía. Si bien se trata de un acuerdo "recíproco", está claro que serán las compañías indias en Uruguay las beneficiadas y no viceversa, de acuerdo a lo que han reconocido los propios negociadores uruguayos de este Tratado.

(Montevideo, 12/02/2008) Los Tratados de Protección de Inversiones otorgan facilidades a las empresas de los países ricos para que se instalen en los países en desarrollo, porque el proceso inverso es muy poco factible. Estos acuerdos incluyen además mecanismos de solución de controversias referentes a inversiones para empresas y Estados, que prácticamente dejan sin posibilidades de actuar a los gobiernos nacionales, y por tanto restringen gravemente la soberanía de los pueblos.

Como antecedentes de este tipo de acuerdos están los firmados entre Uruguay y Finlandia en 2004 (con el voto en contra de los legisladores del Encuentro Progresista-Frente Amplio) y el suscrito con Estados Unidos en 2005.

REDES-Amigos de la Tierra Uruguay condena este nuevo avance en la protección de las ventajas del capital transnacional en nuestro país, que consolida un esquema de incentivos a la inversión privada, sin ningún tipo de requisitos de desempeño.

Por este tipo de beneficios y por los que se otorga en nuestro país al capital financiero, es que el gobierno ecuatoriano ha decidido incluir a Uruguay en la lista de 87 países que son "paraísos fiscales".

Los acuerdos de protección de inversiones establecen generalmente que sea el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), órgano del Banco Mundial, el que se encargue de la resolución de las disputas que puedan surgir entre empresarios y gobiernos. Con su intermediación, por ejemplo, Argentina ha perdido varios casos contra compañías extranjeras. Las multas a pagar por los Estados a las empresas ascienden a cientos de millones de dólares.

El acuerdo firmado entre Uruguay e India implica, entre otras cosas, la aplicación de las reglas de "trato nacional" a los inversionistas indios en nuestro país "y viceversa", y de "no discriminación" al capital extranjero. El tratado entrará en vigencia una vez que sea aprobado por los parlamentos de los dos Estados.

El director general de Integración y Mercosur de la cancillería uruguaya, Carlos Amorín, reconoció que no es muy viable mejorar los negocios uruguayos en India, aunque se trate de un acuerdo recíproco. Al ser ese país "tan grande, no sé si nuestras compañías están en condiciones de ir solas allá", consideró, citado por el periódico La Diaria en su edición de este martes 12 de febrero. Amorín puso como ejemplo el sector del software. "Nuestros empresarios de este rubro están interesados en exportar, pero la India es mundialmente uno de los mayores productores e innovadores, entonces esto se hace muy difícil", dijo. "Se piensa más en que ellos vengan que en que nosotros vayamos", remató el director general de Integración y Mercosur de nuestra cancillería.

Una vez más, se hace necesario que nuestro país discuta el rol que pretende asignarle a las inversiones extranjeras en el proyecto de país "productivo" y sustentable, con justicia social. Mientras continuemos firmando cheques en blanco, solamente estaremos hipotecando el país de las generaciones futuras.

Por más información:

Carlos Santos
9082730 - 902 23 55
corporaciones@redes.org.uy