domingo, 31 de mayo de 2020

¿Cuántas plantas de celulosa son sostenibles en Uruguay?

Mantener buena calidad de aguas y una ganadería capaz de producir la carne más diferenciada del mundo es a largo plazo una estrategia que agrega más valor 



Eduardo Blasina  El Observador 24/5/20




Aunque con dudas, he sido defensor del proyecto UPM. Me ha costado muchas críticas y hasta una situación tragicómica cuando en la facultad de Psicología al empezar a dar mi punto de vista durante un debate empecé a escuchar un ruido extraño. Pensé que sería una alarma de esas que se disparan en la ciudad ocasionalmente, quedé medio desconcertado, hasta que logré darme cuenta de que eran dos muchachas que por defender esta planta me abucheaban ante la pasividad de los moderadores.
 Es bueno que el Uruguay agregue a sus exportaciones nuevos rubros de gran escala, atraiga inversiones de países cultos del norte de Europa, y genere polos de desarrollo en el centro del país, donde ha sido más difícil el desarrollo.
Estos emprendimientos suponen un fuerte desafío ambiental. El ecosistema soporta cierta presión, pero no más que una determinada presión. Si cruzamos el umbral de carga soportable el sistema colapsa.
La defensa del proyecto UPM, en mi caso tenía que ver con la importancia de la cultura finlandesa, cuidadosa en todo sentido. Por otra parte mi apoyo, que mantengo, tiene que ver con generar un polo de desarrollo estratégico en el centro del país, donde generar puestos de trabajo en ciudades como Paso de los Toros, donde fuera del cuartel y la intendencia, no es fácil para un joven conseguir empleo.
También mantengo la esperanza de que en el mediano plazo se pueda, en base a la tecnología finlandesa, generar algo más que la mera celulosa. Hay finlandeses sumamente expertos en las tecnologías del papel y en agregarle valor a la madera. ¿Por qué no casas y muebles?, ¿por qué no resinas y perfumes?
 ¿Y por qué no convencer a los finlandeses de que ayuden a investigar la flora nativa en alianza con la academia uruguaya?
 Me parece positivo dar la señal al mundo de que un país nórdico invierte en Uruguay y ratifica la inversión. También me parece muy interesante que los productores ganaderos puedan forestar una parte de sus campos, cobrar una buena renta, diversifiquen el riesgo y eventualmente hagan ganadería bajo los árboles, incluyendo el silvopastoreo.
 Tal vez en unos años cobren por el carbono capturado por los árboles del aire.
 La tercera planta de celulosa asusta por la presión sobre la cuenca del Río Negro (que hoy tiene, como todos los ríos de la zona, una bajante impresionante), pero como soy un tecnooptimista, creo que esos desafíos se superan en base a reglamentaciones y ciencia aplicada. Y es la forma de agregar valor a una inmensa masa forestal que ya está en el territorio, y de promover el mayor uso del papel en lugar del plástico.
Por supuesto que en todas las decisiones importantes la balanza tiene dos platos y en este caso no comparto el trazado de las vías férreas que no respetan a los centros urbanos, ni las erogaciones gigantescas que tiene que hacer el Estado uruguayo.
Puesto todo en la balanza y dada la necesidad de mantener la economía desarrollándose y sosteniendo una lógica de confiabilidad, estabilidad y recepción de inversiones serias, contabilizando además la captura de carbono de los bosques, mi postura ha sido favorable al desarrollo forestal. Pero aceptada esta tercera planta de celulosa y casi que al otro día de anunciada la renegociación, parece que ya estamos por pasar de tres plantas ¡a cinco!
¿Qué pasará con la ya grave situación de las aguas de Uruguay, que tienen dos plantas de celulosa en funcionamiento y está construyendo una tercera, que será la más grande de todas, si se sigue a una cuarta y una quinta? ¿Hay relación entre estos proyectos y la inesperada urgencia por achicar las áreas protegidas que nunca se propuso durante la campaña?
Al comenzar esta semana, en plena ofensiva por achicar las áreas protegidas, nos enteramos a través del Senador Guido Manini Ríos, entrevistado en el programa En Perspectiva que dirige Emiliano Cotelo, que ya se habla de una cuarta y una quinta planta de celulosa en territorio uruguayo. El anuncio lo hizo al explicar su proyecto de ley que plantea prohibir la siembra de eucaliptos en determinadas zonas del país, con suelos de alto potencial. Será solo un rumor, pensé, recordando la canción del Cuarteto de Nos.
Pero al día siguiente en Océano FM las dos nuevas plantas de celulosa fueron confirmadas por el exdirector de forestación del Ministerio de Ganadería, Pedro Soust. En entrevista con el periodista Nicolás Delgado, Soust ratificó la existencia de los proyectos para una cuarta y quinta planta de celulosa: “las posibilidades existen, son reales, como no”.
 Y argumentó que “el sector forestal ha aportado muchas cosas positivas al país, lamentablemente hay detractores, opinólogos que le han tirado algún petardo, pero en lo que significa en la protección a los trabajadores, en los salarios de los trabajadores, en la tecnología que se emplea, hasta ahora ha marchado excelente.”
Tal parece que Uruguay está tomando definiciones estratégicas de crucial importancia y sin que la ciudadanía tenga datos fundamentales.
 ¿De qué tamaño serían estas industrias? ¿Dónde se ubicarían? ¿Quiénes instalarían esas plantas de celulosa? ¿Qué pasará con la ya grave situación de las aguas de Uruguay, que tienen dos plantas de celulosa en funcionamiento y está construyendo una tercera, que será la más grande de todas, si se sigue a una cuarta y una quinta? ¿Hay relación entre estos proyectos y la inesperada urgencia por achicar las áreas protegidas que nunca se propuso durante la campaña?
La ganadería uruguaya que genera sus productos en convivencia con la vida silvestre, quedará cada vez más reducida? ¿Cuántas hectáreas de campo natural se perderán para siempre en los próximos años? ¿Podrá la ciudadanía participar de estas decisiones que definen el paisaje que podrán ver (o no) nuestros nietos?
Ya que sabemos poco, por lo menos sepamos que hay cosas importantes que están pasando y de las que no nos estamos enterando. Aunque es posible que la ley que propone no sea adecuada, hace bien Manini en poner el tema sobre la mesa, antes de que se trate de hechos consumados. 
¿Qué va a pasar con la producción ovina en Uruguay? ¿Qué va a pasar con los paisajes que desde hace millones de años son características únicas en el mundo y nos diferencian? ¿Qué relación tienen estos proyectos con la ofensiva por achicar las áreas protegidas?
Como siempre la lógica debe ser la de compatibilizar y buscar sinergias. El desarrollo forestal es algo positivo y lo notaremos especialmente en estos dos años en los que nos permitirá salir del sacudón de la pandemia más rápidamente. Pero el mantener una buena calidad de aguas y una ganadería que es histórica y capaz de producir la carne más diferenciada del mundo es en el largo plazo una estrategia que agrega seguramente más valor.
El debate sobre el Uruguay de mediano plazo parece imprescindible, ¿cuántas plantas de celulosa son sustentables en el país?


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