DESMITIFIQUE,DESMITIFICADOR!!!!
SURda Nuestra opinión
“Y SEPAN que solo muero, SI UDS. van AFLOJANDO, porque el que murió peleando, VIVE EN CADA COMPAÑERO!!!!! De “Milonga pa un fusilado”. El Sr. Liscano,está enojado con Haberkorn. En la Paloma no lo trataron bien. Esta enojado con Agosto, con Rubio, con Scala. Aunque es literato y le mete al lápiz, también lee mal. Se puede leer con mucha claridad que de V., no querían hablar (los dos tupamaros citados en el libro), él entendió que se trataba de ocultar la identidad que ahora sabemos todos era “el gordo” Velazco. Es obvio que nadie intento ocultar identidades y menos de torturadores y asesinos de compañeros. Pero digamos también otras cositas que están relacionadas, Liscano tiene cargos oficiales. No es un dato menor. Liscano habla mucho contra el “aparatismo” del viejo MLN-T, pero…presenta el libro de Marenales un aparatista de padre y señor nuestro y cuando se le hizo llegar la copia de las declaraciones del detenido Eleuterio Fernández, metió violín en bolsa, y se aguantó terrible molde (tenemos la carta con que se digno rehusar al pedido que le hacíamos). Aquí como en la fábula del Sr. Orwell todos somos animales, pero algunos somos más animales que otros. O dicho de otra manera contra el aparatismo me vuelco cuando me duele a mí, pero en general sigo siendo un aparatista y dejo publicar….en el Bocón. El “lanzallamas” Englertambién saca su cartita. Es una lástima que lo haga, porque cuando uno lee el libro, Engler, en su testimonio tiene la dignidad y la ponderación que le conocemos todos. Su testimonio en el libro de Haberkorn introduce una veta de reflexión humana, muy meditada, muy sentida y muy honesta. Engler calla, lo que no puede decir. Pero además dice porque calla, y lo que dice es justo. Cuando los “botones” ocultan tantos asesinatos, violaciones y desapariciones, no se puede regalarles nada. Las bases militantes del MLN-T molestan cuando dan sus testimonios.Molestan a los que fueron jefes. Y se les trasmiten a sus “negritos mimosos” para que salgan a la palestra. Porque las macanas, desaciertos, improvisaciones, de los jefes fueron muchas, y reiteradas. Es por esa MALA CONDUCCIÓN que fuimos derrotados. A la guerra van los soldados, los soldados apretan los disparadores, los soldados están en las acciones bajo el fuego enemigo. Agreguemos que en Uruguay como en la Rusia zarista los mandaban al combate sin la munición suficiente. Hacé la acción y arreglate como puedas. Los hieren, se mueren y las vicisitudes que generalmente suceden en ese tipo de eventos. Decimos también, que cuando señalamos estas deberíamos agregar como en el poema de Yupanqui: ANOTE, QUE NO SON QUEJAS. Es simplemente para que no se crean (los que hacen mitos) que nos chupamos el dedo. Sucedió lo mismo con el libro de Jorge Zabalza. Fue salir el libro y caerle a Zabalza. Que Zabalza era un “buchón”. Los mismos de las bases que lo criticaban les contaban a otros las barbaridades que les vieron hacer a los jefes. Pero cuando “el Tambero” levantaba una puntita -y de las puntitas más anodinas- le cayeron todos. Ahora comprendemos mejor (uno va conociendo por dimensiones, ángulos y perspectivas) porque lo tituló (o aceptó que lo titularan) “Cero a la izquierda”. SURda es de las publicaciones que hace tiempo viene marcando todas estas cuestiones. El colectivo de ex- militantes que lo produce y lo edita sabe perfectamente bien de lo que habla, ha conversado mucho, ha comprado la literatura producida, en algunos casos la ha difundido, también la ha leído colectivamente por el simple mecanismo de los “círculos de lectores” (una extraordinaria costumbre de difusión cultural colectiva tomada de los suecos). El último libro de Haberkorn se inscribe en una línea que ya han levantado otros. Clara Aldrighi es una de ellas. Ha entrevistado a los militantes, ha hecho escuchar sus voces. Son hombres y mujeres que actuaron en un amplio territorio: Uruguay, Chile, Argentina, Cuba, algunos llegaron a actuar en otros lugares. Hicieron sus observaciones, constataron muchas cosas, hablan por conocimiento cabal. Hay mucho más, a veces nos han dado su testimonio de injusticias en reuniones particulares y privadas. Todavía no se animan a hacerlas públicas. Y no es por cobardía es por…SUBALTERNIDAD. Una especie de complejo que tiene puntos de contactos con el “síndrome de Estocolmo”. Al viejo MLN-T hay que desmitificarlo, no queda otra. En parte porque los sucesos pertenecen ya a la historia y en parte por una razón eminentemente práctica. La democracia burguesa, parlamentaria que vivimos, tengámoslo claro, es un intervalo entre dos dictaduras. La que fue y la que en algún momento vendrá. Y eso se nota, o se puede anotar, con hechos de la vida cotidiana que todos conocemos: verbigracia las declaraciones de un cierto general Bertolotti que lo expresó claramente. Como todos conocen las “hazañas” de Bertolotti con la nieta de Gelman, para muestra basta este “botón”. Podríamos seguir con otros. Los militantes tupamaros estaban compartimentados. Estaban prohibidos expresamente los denominados “horizontales”. Miralles podía trabajar en un local de la organización digámosle la carpintería e ignorar perfectamente bien que “Marquitos” era un cuadro militar. En tanto y cuanto no coincidieran en alguna acción, no sabían nada del otro, que trabajaba todos los días junto a ellos. Los “jefes” en cambio no. Los jefes no solamente por su posición jerárquica, sino también porque practicaban activamente lo que les negaban a las bases hacían “horizontales” en toda la extensión imaginable. Sabían por su jerarquía en el tope de la pirámide lo que sucedía en su columna, pero también sabían lo que pasaba en las otras columnas. Eran un núcleo reducido de personas que estaban interesados en mantener esa situación porque les permitía dirigir a cientos y después a miles…Y ahorrarse los problemas de la democracia, los congresos y otros eventos desagradables que los revolucionarios en serio practicaron en todos los tiempos (1). Los problemas cuando vinieron, vinieron por cuestión de “bajas”. El enemigo también juega y a los jefes sucedía que los detenían y los dejaban fuera de juego por un tiempo. La organización seguía funcionando, sin embargo, con hombres nuevos que de golpe se encontraban promovidos a funciones para los que no estaban preparados. Nadie los había entrenado para la nueva función y arrancaban con criterios propios sin haber pasado por una escuela de mandos. De esa manera surgían discrepancias, desentendimientos, problemas. Se iban incubando tendencias a actuar de determinada manera, de interpretar de un cierto modo. Había tendencias a privilegiar los contactos políticos con los partidos burgueses y creer que de esos mariscaleos nos podíamos ahorrar la lucha larga y la revolución. Había tendencias a despreciar al militante que discrepara A Miralles cuando solicita un contacto con un responsable por el asesinato de Roque Arteche lo transportan al contacto en un vehículo debajo de recipientes con ÁCIDO SULFÚRICO. Era una manera nada sutil de marcar cosas. Engler que no es nada tonto, entendió muy bien el mensaje y protestó por la conducta. Así no. Más de un militante sabe que hubo “condenas a muerte”. Condenas dictadas por los jefes, en Uruguay, en Argentina, en Chile y hasta en Cuba. Si en parte esas tendencias no se ejecutaron fue porque a las bases a las que se encomendaba la tarea les sobraba la visión y el coraje de negarse a cumplir órdenes criminales y estúpidas de los jefes. De esas “cosas” los jefes nunca quieren que se hable, que se mencionen, que se escriban. Al “tanqueta” Romero Basanta en Chile lo mandaron a fusilar y se paró la mano DOS VECES. En el mismo vehículo en el que se le transporta por confidencia de una militante chilena y porque el “tanqueta” peló la pistola y se la metió en la cabeza al conductor ordenándole parar y volver a Santiago. Después por intervención del colectivo militante que les comunicó que si iban a seguir así, las primeras “boletas” iban a ser ellos mismos. Es decir los “jefes” que elucubraban esos métodos. Cuando se hizo lo que se hizo en Chile con Romero Basanta, la “escuelita del crimen”, ya había realizado lo de Roque Arteche. Nadie vaya a decir que porque ignoraba esos sucesos no puede establecer las cronologías de los hechos y las metodologías correspondientes. Se trata de un elemental juego de la lógica. Aquí nadie es “boludo” pero algunos, cuando les conviene, se hacen. Hoy una parte de esos jefes juegan alegremente a la democracia. A la democracia, a la conciliación de clases y al reformismo más escandaloso. Están “arrepentidos” de los juegos locos de su primera juventud. El proceso fue largo –sus buenos 25 años. Empezaron por canalladas chicas, hacer correr la bolilla de que Raul Sendic, “estaba loco”. El hombre que se enfrentaba al viraje en ciernes y que defendía a los que cayeron en la Tablada argentina, debía estar loco. Defender a los revolucionarios que ponen el pecho y se mueren de balazos reales en combate es para cierta gente una locura. Los que no quieren más “lola” son así. Raúl Sendic y los militantes que sin contacto con él, en otros lugares geográficos, apoyaron solidariamente a los combatientes de la Tablada deben ser también “locos”. Del Tambero Zabalza por ejemplo Eleuterio Fernández insinúa, hoy día, esa posibilidad. Fue el mismo que le dijo cuando le mataron a su hermano en Pando, que él Eleuterio Fernández, era su “nuevo” hermano. Son “cositas” que conviene que la gente no ignore. Porque muchos prendidos de las palabras falsas de algunos jefes por largo tiempo se han comido la “pastilla” de su supuesta honestidad. Zabalza es uno de ellos en el incidente de la “carne podrida”. Después empezó el proceso de “rebobinar”, proceso saludable en el que está. La desgracia está, porque es una verdadera desgracia, que de esas cosas que vieron, que contemplaron, que experimentaron las bases, no hay que hablar. Tiene que funcionar esa especie de memoria selectiva que insinúa Engler en su testimonio en el libro de Haberkorn. Y que conste específicamente que no lo decimos como un reproche porque al “Octavio” lo queremos y mucho. Porque es una buena persona, porque es un hombre integro. Y por eso, en ciertas cuestiones, no estamos de acuerdo. No hay que defender a los actuales personajes que funcionan como jefes y que efectivamente lo fueron en el pasado. Que carguen con las mochilas pesadas que tienen con todas las “cacas” que se mandaron. Y la expresión de “cacas” es de Lavalleja refiriéndose a Rivera. Porque también digamos que todas esas cosas, en la Banda Oriental, no son nuevas. Ahí esta el testimonio de Ramón de Cáceres que vio muchas, de muchos “bronces patrios” y que las menciona en sus Memorias (2). El último libro de Haberkorn toca un periodo muy sensible para ciertas jerarquías. La trama central no está en el pasado de los militantes. Se centra en un asunto que hace tiempo es central: las denominadas negociaciones. Es ahí donde el libro de vuelve urticante. Es ahí donde salta el “petiso” Caballero (por orden de Eleuterio Fernández) el mismo 19 de Mayo, cuando se vá a producir la votación en el Parlamento uruguayo, que nos demostró a todos que también Mujica está con los torturadores, con los violadores y con los asesinos….de sus compañeros!!! Otra que “ MIRÁ FRUTOS, MATANDO AMIGOS!!!!! Porque Mujica con esa intervención mató a los muertos otra vez más. Y nos dejó sin Justica y…sin Verdad. Las negociaciones, el alto al fuego, la tregua, tienen actores claves. Eleuterio Fernández, Mauricio Rosencoff, Adolfo Wassen y otros que fueron peones de las mismas y agentes menores. David Cámpora es uno de ellos. Ellos por sí y ante sí decidieron las mismas que intentaron disfrazar de “consultas”. No hubo tales consultas que podían motivar un cambio de posición de los negociadores después de iniciadas. Nunca trasmitieron la negativa de las bases a la negociación en curso. Convirtieron la consulta en una orden de arriba para abajo. Había que negociar si o sí. Ya bastante dilatatorias les había puesto en su primer intento Marenales y Engler que les escucharon su primera propuesta de rendición incondicional. Y después todo el colectivo afuera también se los hizo saber expresamente. Sabían, supieron siempre que el cese de la torturas era un cuento chino. Una mentira que les mostraban los compañeros apenas les sacaban la capucha. Veían los moretones, los ojos hinchados, las marcas, los estados físicos. Pero igual siguieron para adelante con el engendro de la traición. Pero no se detuvieron en eso solo. Con el conocimiento de los detenidos y su ubicación cuartel por cuartel, fueron a integrarlos en los equipos que debían colaborar. Hicieron una nueva traición porque descompartimentaron a los que por el cumplimiento estricto de las reglas de la clandestinidad se habían cambiado el nombre operativo y en el entrevero de los interrogatorios habían logrado zafar y hacerse pasar por periféricos. Es el caso de Miralles. Corrobora su testimonio Liscano, en el mismo libro de Haberkorn (ver pág. 132). Lo vuelve a repetir Miralles (pág. 137 y 138). Matan durante las mismas negociaciones a un jefe Nelson Simón Berreta Hernández. No se para de negociar. El rumbo esta definido y lo peor de todo es que no sirvió para nada. Lo pararon los milicos, cuando a estos verdaderos “forros” les sacaron el juguito que se habían propuesto sacarles. Negociaron al “santo pedo” todos estos mariscales de la derrota colectiva. Esos son los jefes tupamaros, los personajes que están en la “oficial”. Los que reciben el apoyo burgués en la prensa, en la radio y en la televisión. Los mismos que siguen en el viejo curso que tomaron entonces ahora incitándonos a todos a que aceptemos sus “historias”, sus mentiras, las justificaciones de lo injustificable. De la gesta no queda ya nada. Han descalabrado y desarbolado todo. Pero queda la memoria colectiva. Memoria que no les pertenece a ellos, que les pertenece a las bases de la organización, a la militancia toda. Son ellos los que en el colectivo popular son respetados por el pueblo. Había más de un tupamaro en cada barrio de Montevideo que conocieron los vecinos. Había un tupamaro en cada pueblo o ciudad del interior. Todos sabían que en general eran gente bien, vecinos respetados, muchachos que muchos habían visto crecer. Es por eso que se necesitan más Haberkorn, más Claras Aldrighi que hagan escuchar sus voces. Y sepan que esas ediciones que se republican en poco tiempo están marcando una conciencia activa del público lector. Son las campanadas que marcan que se está tocando a réquiem por todos Uds. Por vendidos, por traidores, por flojos. ¡Arriba si, las bases tupamaras!!! Abajó los jefes traidores, llámense Eleuterio Fernández, llámense Marenales, llámense José “Pepe” Mujica. (1) Uno de los mitos tupamaros es que en la acción no hay tiempo para congresos, democracia participativa de las bases, etc. Es UN MITO, todo los verdaderos partidos revolucionarios han hecho congresos, ampliados, consultas y colectivos. En el país donde actúan o fuera del mismo. Esta la historia escrita de las rectificaciones de rumbo que a veces fueron muy importantes. Es lindo, o fue lindo citar a los rusos, los chinos, los vietnamitas, pero olvidarse que hacían congresos. Durante la Gran Marcha en China se cambio todo el Ejecutivo, porque los militantes se dieron cuenta que la dirección los estaba llevando a la ruina. Los bolcheviques hacían sus congresos en el exterior y los delegados salían de Rusia al extranjero. (2) Ramón de Cáceres empezó la guerra como joven cadete, por el precioso uniforme que le regaló Viana para pasearse ante las niñas de los alrededores. Después vivió el azar de los combates. Estuvo con Artigas, con Lavalleja y sus Treinta y Tres, con Oribe. Sufrió que “el tísico” Oribe durante el sitio de Montevideo lo quisiera matar porque los protegidos de Oribe hacían negocios particulares introduciendo reses al recinto. Cáceres los arrestó porque eran unos verdaderos delincuentes que saboteaban el esfuerzo común de todo el Ejército. Oribe mal aconsejado, por eso, lo quiso matar y no pudo hacerlo porque lo impidieron varios oficiales. Pero hay muchos mas episodios que muestran las “cacas” de los próceres. (negritas y subrayados de Posta)
SURda - postaporteñ@ nº 572 - 2011-06-19
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