Número 594 | JULIO 27 de 2011 | Año 6 º |
a propósito de un nuevo aniversario |
Evita, desde otro ángulo
No utilices el poder para reprimir opiniones que creas perniciosas, pues si lo haces, lo silenciado te reprimirá a ti No temas parecer excéntrico al opinar, pues todas las opiniones ahora admitidas fueron antes excéntricas Hoy no hace falta abrir los diarios de la Argentina para saber que habrá páginas y páginas de empalagosa exaltación de Evita, mechadas con los títulos que la obsecuencia y el anhelo de unanimidad peronista le supo asignar, como “Jefa Espiritual de la Nación”, “Abanderada de los Humildes”, “Eterna en el Alma de Su Pueblo”, y demás excesos. Pero hoy, también, una señora entrada en años y avezada en penurias pondrá una flor junto a la imagen de Evita que tiene en su humilde vivienda. Solo que a este cuadro falta agregarle un detalle: el abismo socioecónómico que separa a los que promueven los homenajes oficiales, sindicales y partidarios, y a esta señora del segundo párrafo, sin duda tan real como los avisos de los diarios y los afiches de las paredes. Así completado el lienzo con lo que al principio no estaba explícito se impone una conclusión: alguno de ellos debe estar equivocado. Vayamos al caso de los dirigentes de los sindicatos que gastan el dinero de sus afiliados en loas a la “Abanderada de los Humildes” ¿Por qué? ¿Acaso ellos son “humildes”? ¿Son activistas desinteresados, que van por los talleres —con sus ropas modestas y las suelas del calzado gastadas— poniendo a punto la conciencia y la organización de los compañeros? Pero no solo los dirigentes peronistas y las sanguijuelas sindicales se han consagrado a construir una imagen de Evita que la muestra como el paradigma del enfrentamiento con los poderosos: también han cooperado los otros partidos, burgueses o no. De Balbín al PO: has recorrido un largo camino, muchacha Desde que en noviembre de 1972 Balbín “saltó la cerca” para abrazar a Perón, en una coyuntura en que el ascenso de masas obligó a la burguesía a cerrar filas, el conjunto de la “clase política” estableció un límite para los cuestionamientos al sistema: se admiten la retórica incendiaria contra enemigos ficticios (“oligarquía”, “medios hegemónicos”), y los puestos de pescado en la puerta del Jockey Club. En esa línea, los políticos burgueses (e incluso algunos de partidos de “izquierda”) se han lanzado a preservar — ¡los muy preservativos!— el “legado” de Perón y Evita, aunque, por supuesto, peleen a brazo partido con los representantes actuales del peronismo los cargos desde donde se gerencia el sistema. Todos ellos, por ende, exhiben a Evita como el grado máximo de ruptura con los explotadores que, desde el poder, se ha alcanzado en toda nuestra historia. Pero resulta que ese máximo no es tal, sino que es menos del mínimo: gritarles, admonizarlos, sacarles una parte de sus ganancias (que, por supuesto, recuperan por otro lado), y dejarlos en su posición de patrones, de privilegiados en la sociedad dividida en clases. Una vez fijado ese límite como “lo máximo”, los políticos sirvientes de los poderosos se aseguran operar en una franja del conflicto político-social libre de turbulencias peligrosas. Así, para los que consideran a Elisa Carrió como un dechado de antiperonismo, les cuento que en diciembre de 2008 dijo: "Tenemos que poder construir una Nación profundamente reconciliada, sin violencia, con justicia social y con integración de clases"*. (Una nación peronista, vamos.) Por entonces, Lilita afirmaba por Radio Continental: "Compartimos plenamente la pasión por la justicia social de Eva Duarte de Perón", y también anunciaba su concurrencia a un acto de homenaje a Perón en el restaurante “El General”, con motivo de celebrarse el 24 de febrero el triunfo del peronismo de 1946 (“Perfil”, 21-2-09). Llegó un punto en el cual ni el almirante Rojas se identificó como antiperonista, sino que le reconoció al peronismo haber sido una barrera contra el comunismo, y dijo que él se uniría con los justicialistas para luchar contra nuestros verdaderos enemigos, que son los brasileños, los chilenos y los ingleses. Ya sea porque este lameculismo es contagioso, o porque nadie quiere parecer un marciano, el Partido Obrero también se sumó a esta insensata exaltación de Evita. Esto se lee en un documento del PO de octubre del año pasado**: “Cuando Eva Perón dijo que «donde hay una necesidad, hay un derecho», derribó con siete palabras todo el edificio jurídico que sostiene la explotación social”. ¿Así que Evita derribó todo el edificio jurídico que sostiene la explotación social? ¡Pucha, qué lástima no habernos enterado! El dislate del PO tiene dos aberraciones: no solo es falso, porque Evita no derribó la explotación, sino que la apuntaló de forma duradera por medio de las organizaciones y la ideología que construyó, sino que, aunque fuera cierto, los revolucionarios no necesitamos apelar a la parafernalia populista, ya que cien años antes el marxismo embistió contra la explotación con mayor fundamentación y más consecuentemente. Al bicho se lo conoce por la cagada Los ideales y los logros de Evita fueron la burocratización, domesticación y verticalización de la clase obrera, y la regimentación política de la sociedad mediante un gobierno autoritario y un asistencialismo omnipresente. El peronismo, Evita en persona, abrió para los inescrupulosos y serviles una vía de progreso individual —léase, ascenso económico— en los gremios. Vistos los resultados, no tras unas pocas semanas, sino tras más de seis décadas, hasta el más despistado se da cuenta de que aquella frase en la Marcha Peronista fue un error de imprenta: * http://www.lacapital.com.ar/politica/-20081220-0059.html ** http://po.org.ar/articulo/actualidad-18102010-1722/si-evita-viviera-seria-jubilada-con-1046-pesos Juan del Sur - postaporteñ@ nº 594 - |
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miércoles, 27 de julio de 2011
Cruza el Puente sobre Aguas Turbulentas NO te dejes Arrastrar
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