lunes, 13 de noviembre de 2017

1844* Para Abrazarte a las Culebras Tenes que Agachar la Cabeza y ArrastrarteNILDA

NILDA ELOY
N° 1844 | 12NOV2017  | Año 12


UN LIBRO Y SU AUTOR

(Segunda parte)


Habiendo –en la primera parte de estas notas- intentando situar el “marco general” de los acontecimientos que trata el reciente libro de Manuel Marx Menéndez “Ay de los vencidos” nos referiremos, en esta segunda, a un aspecto que tampoco es desdeñable: su autor


por c.e.r. 11 nov 2017


El libro tiene además, un subtítulo: “Testimonio político de un Tupamaro”, cuestión que en combinación con el título principal no es desestimable. Es una combinación donde cada término tiene su porqué, porque ésta es una obra meditada. Digamos que aviesamente meditada.


“Ay de los vencidos”tiene rememoranzas –prescindamos de la cita precisa de Plinio acerca del incidente de los romanos iníciales, con Breno, el jefe germano- del refrán popular:“del árbol caído todos hacen leña”. Y vaya si varios autores no han cargado sus “canastos” escritos con suculentos trozos y astillas desgajados a fuerza de subjetivismo y no poca mala leche, de la gesta colectiva tupamara!!!

 El “tupa” presentado como un “fanático”, el “tupa” militante presentado como un “vividor parasitario” de lo expropiado, el “tupa” presentado como un hombre o mujer sin escrúpulos. Y vaya cualquier lector novel a recorrer el espinel de una bibliografía que amenaza ser frondosa y se encontrará con estos fragmentos discriminados arteramente a lo largo de escritos con pretensiones de “objetividad” y “seriedad”. Libros decimos, artículos periodísticos, intervenciones y mesas redondas televisivas y radiales. Hay para elegir!!!



No sueñe ningún militante tupamaro en que esos autores habrán de hacer “mea culpa” o rectificación de sus excesos, calumnias, insultos y diatribas!!! Para buscar la fama o el reconocimiento a sus esfuerzos Mass-Mediales todos estos verdaderos sicofantes, siguen una receta perfectamente establecida: hay que glorificar a los “dirigentes arrepentidos”, levantar solo “algún opositor mediático” para mantenerse en el canon de “la imparcialidad” y, silenciar sin piedad y a rajatabla, sin cortapisas, a todo disidente “no autorizado”


Recientemente –antes de la aparición del libro de Manuel Marx Menéndez- un militante que es amigo personal del autor del mismo y que es citado en el libro- salió a la luz pública para defender a los militantes “de la 15” vapuleados y vilipendiados como “militaristas” sin alma y sin compasión. Rémoras todas del canon que estableció –allá lejos y hace tiempo- EFH cuando comenzaba sus colaboraciones con los militares señalando –en cautiverio- que él representaba la “línea humanista” enfrentada “en la interna” a la que denominaba “línea bestia”. Nos referimos a un artículo –que intentaba poner las cosas en su lugar- y que era de autoría de Nestor Peralta Larrosa


El tema de nuestro segundo artículo, sin embargo, es el autor del libro y permítasenos retomar el hilo de nuestros pensamientos.


Conocimos a Manuel Marx Menéndez, en casa de otro viejo militante: el “colorado” Minetti, fue en un asado entre compañeros allá por el 2004 o 2005. Andaba Manuel o “el marxito” como lo denominó la picardía –en Punta Carretas- del “ingeniero” Almiratti, en una humilde motoneta bordó que le servía para trasladarse, trabajar y, militar. 

Se ganaba la vida haciendo “changas” en la reparación de techos (parches y soplete de gas como medio) y al mismo tiempo estudiaba “historia” en la vieja facultad de Humanidades de la que habíamos sido alumnos cuando su sede estaba en la Ciudad Vieja (Juan Lindolfo Cuestas) y no en su nueva sede de la calle Uruguay.

 El caso nos llamó la atención porque eran varios los militantes viejos, orgánicos, que habían decidido que los estudios y los libros “no muerden” y que eran herramientas necesarias para enfrentar el pasado reciente. Nuestro amigo, recientemente fallecido, Aníbal “el Caqui” De Lucía hacía sus esfuerzos con la “Ciencia Política” y hasta creo que acompañado por otro viejo militante: Efraín Martinez Platero.


No existía entonces la ley de Reparación –y los que luchaban por la misma agrupados en el viejo CRYSOL se encontraban con la resistencia enconada de ciertos dirigentes y “compañeros” que –parapetados en sus dietas parlamentarias- se oponían a la misma bajo el lema acuñado por Julio “marmolito” Marenales de que “no habíamos sido mercenarios”. Lo secundaba desde la butaca parlamentaria cierta “maestra compañera” (la “gorda” Nora Castro) que en las entrevistas nos decía tajantemente y hasta en inglés: “Cash NO”.

 La historia demostraría después que los mismos opositores a aquella reivindicación, solicitarían la misma –cuando fue conseguida- inmediatamente y, hasta alguno, que en la puja –políticamente- se mantenía en silencio, enviaría a un “representativo” para que le gestionara lo que otros habían obtenido con su lucha en el viejo ministerio que dirigía entonces “el Bicho” Bonomi. Nos referimos al inefable EFH y su “representantivo” fue un ladero de siempre: “el petiso” Caballero. Escudero y alcahuete al mismo tiempo


El motivo de aquella oposición se nos haría claro muchos años después: no se trataba de la supuesta “mercenarización” de los solicitantes, sino de otra cuestión. Los expresos dependientes de los jefes “parlamentarizados” o con posiciones “comunales” y sus empleos de ocasión en comunas y ministerios era una herramienta imprescindible del “clientelismo” que fomentaban. 

El preso que cobrara “por ley” su reparación se convertía en un ente personal o colectivo independiente. Cobraba “por ley” una reparación a las torturas y prisiones y no dependía más de “los favores” que los jefes consistieran en otorgar, para mantenerlos atados al yugo de la dependencia personal. 

Ese es mecanismo oculto de la oposición de los representantes y jefes del viejo MLN-Tupamaros a CRYSOL, las zancadillas que hicieron, las intrigas y divisiones que fomentaron hasta que la Ley fue aprobada y también después. Pero…volvamos a nuestro tema.


Manuel Marx Menéndez que comprendía perfectamente bien el entramado del asunto por su experiencia parlamentaria en la “secretaría” del Pepe, era de los militantes que “asimilaba” al mismo tiempo que trabajaba y estudiaba. Lo cual no es poco mérito.


Se trataba de “remontar” positivamente todos los años de persecución, torturas, prisiones y sevicias entre los cuales no estaba exenta la posibilidad de “ser asesinado en prisión” como sucedió con varios compañeros que Manuel Marx Menéndez menciona en su libro reciente.


Se trataba de luchar denodadamente- sin renunciamientos, sin vacilaciones, teniendo claro el rumbo- por más que hubiera momentos que parecía la empresa, un imposible, incapaz de lograrse en el breve tiempo de vida de un militante.


El tema nos lleva a otro, concomitante, que creemos necesario señalar y que está presente en la parte inicial del libro que empezamos a comentar.
El Uruguay del postbatllismo, no solo encerraba una mayoría de ciudadanos votantes de los denominados –ahora- “partidos fundacionales”.


Existía también una opinión pública minoritaria y “de izquierda”. 

A esa minoría pertenecían los anarquistas, los socialistas y los últimos llegados: los comunistas. Aquellas minorías –principalmente ciudadanas- eran, además de opinión pública opositora, un universo pequeño de valores, de ética.


Cuando la “izquierda nacional” no superaba el misérrimo 10% del electorado, esa opinión pública crítica, basaba su convencimiento en ideas, programas, valores y con ellas enfrentaba a la sociedad circundante.


Existían barrios enteros de la Capital donde esa opinión de izquierda y sus valores estaba presente de manera colectiva, a veces mayoritaria. 

Se fundamentaba en los valores de la solidaridad combativa, en el desprecio al vecino “carnero”, en el menosprecio de los valores del individualismo egoísta, valores que a través de la tiranía militar, los milicos consiguieron imponer y que hoy florecen en todo su esplendor en estos tiempos de “neoliberalismo desenfadado” manifestados en el concepto de “Hacé la TUYA”


Eran barrios (La Teja, el Cerro) donde desde muy pequeños los niños aprendían la ética de que está muy mal eso de ser rompehuelgas, carnero o botón. Donde se salía a la calle para hostilizar las caballerías “invasoras” de “los verdes” o “la Republicana” con la honda que se usaba para cazar palomas.


Manuel Marx Menéndez llegara al viejo MLN-Tupamaros desde el universo rebelde y minoritario de la conciencia de la izquierda. Y eso esta retratado perfectamente bien en las primeras páginas de su libro. De padre comunista (y comunista del proscripto Eugenio Gómez!!!), después pasara por la UJC, luego por la disidencia comunista de los 60 (el Mir) y finalmente la militancia tupamara donde se formará definitivamente como militante adulto.


De esta manera damos por concluida nuestra introducción al libro “Ay de los vencidos” y a su autor Manuel Marx Menéndez. Son el “testimonio político de un Tupamaro” en tiempos en que en la sociedad actual…y desde el Gobierno “progresista” se aboga –en las dos variables gubernamentales- unos por el arrepentimiento y la negación y los otros por la tesis de “los dos demonios”


Lo hará de manera exhaustiva a lo largo de 302 páginas, en un lenguaje sencillo, entendible para las nuevas generaciones, pero sin ceder un ápice al rigor que imponen los libros, como forma superior y concreta del pensamiento propio.


Y se apartará –decididamente- de la “historia oficial” en curso


No habrá entonces en este libro la versión edulcorada y superficial que han impuesto EFH y sus epígonos.  Esa visión donde lo anecdótico y lo superficial tienen la mano alta. Habrá en cambio la indagación documentada y la reflexión crítica.


Se apartará también de las versiones de aquella gesta heroica y generacional que propugna la raquítica burguesía dependiente nacional y sus intelectuales a sueldo. No es un libro escrito para acceder a la mesa de Redacción de algún órgano burgués y privado, ni al “Olimpo” de alguna sala falsamente “democrática” de los paneles de la televisión.


Tiene como objetivo convocar. Convocar a los militantes que saben y aún callan, la parte que saben de muchísimos desaguisados, renuncias y traiciones.


La forma que pueden adoptar esos nuevos y posibles aportes futuros –a los que convoca el autor- son múltiples, no tienen porqué encerrarse en la forma que él eligió, el libro, pero pueden ser las tertulias radiales (en radios alternativas) donde convocados temáticamente los militantes hablen.

Hay mucho que está todavía callado. Hay mucho que merece ser revelado. Hay mucho testimonio que servirá –y bien!!!- a las generaciones futuras.

Y al tema al que ponerle el hombro…y la voluntad.


Pero también hay algo más y lo dice su autor en la solapa posterior del libro que es una reivindicación del militante tupamaro de a pie, al héroe colectivo: 

“Hemos descripto a un conjunto de mujeres y hombre que añoraron una sociedad más digna e igualitaria. Los tupamaros éramos seres comunes y corrientes; con virtudes y defectos, la mayoría jóvenes inexperientes. Nos encontramos y conocimos en el peligro. De ahí, en más, así fue nuestra vida. Por encima de todo, hubo una causa de la cual ni renegamos ni nos arrepentimos sino que la reivindicamos. La resistencia del pobre comienza cuando otro con más riqueza lo subyuga”

Vayamos ahora, a analizar con minuciosidad, la obra misma.


c.e.r.




Video:  Presentación ¡Ay de los vencidos! (Tres partes)


https://youtu.be/QYN_XNO_Mvk




Ay de los vencidos… 

Ay de los callados…



Manuel Marx Menéndez, “Enrique” cuando revistaba en la columna 15, ha escrito un libro sobre su experiencia de vida, en el que incluye su pasaje por el MLN. Conocí a Marxito  –apodo creado por Juancito Almiratti en Punta Carretas-  en el apartamento de Felipe Sanguinetti, cuando recién había ingresado a la clandestinidad.


En el acto de presentación del libro, Marxito hizo un llamamiento a los viejos tupamaros para que den su versión de su experiencia y así contribuir a reescribir la historia oficial del MLN. Bienvenido el libro, aunque todavía no me ha llegado, porque presumo, a juzgar por sus palabras en el acto de la presentación, que coincidiremos en muchos aspectos.


En su momento daré a conocer mis conclusiones y espero que sean consideradas como un aporte más a la búsqueda de la verdad, en la que estoy empeñado desde hace muchos años. Lamentablemente, Marxito hasta la fecha se ha negado a discutir conmigo, seguramente porque como dice c.e.r., yo “luché por la mía” en 1972 y aunque dicen que no creyeron lo de las traiciones, guardaron silencio y se convirtieron en cómplices de los mismos que hoy dicen denostar.


Una de las formas de dicha complicidad se mantiene hoy día, ocultando que “luché por la mía” porque mis compañeros de entonces, Marmolito Marenales y el Bebe Sendic convencieron a EFH de que era necesario ocultar que Wassen se había hecho responsable de la entrega de la Cárcel del Pueblo, para poder mantener la condena sobre mí.


Espero las prometidas aportaciones de c.e.r., con la esperanza de que de una vez por todas deje de amagar. Y espero que ahora Marxito haga prevalecer su condición de historiador  y deje de ser un propagador de las opiniones de otros que, como en el caso de Zabalza, son practicantes del “como te digo una cosa te digo la otra”


Amodio




c.e.r. /amodio/video - postaporteñ@ 1844 - 2017-11-12 




ADIÓS A NILDA ELOY

Desde HIJOS La Plata despedimos con gran dolor a Nilda Ema Eloy, compañera sobreviviente del Genocidio de la última dictadura, militante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y luchadora como pocos en la defensa de los Derechos Humanos.


Dueña de un humor ácido e inteligente, a la par de una profundidad envidiable al momento de expresar, Nilda fue para muchos de los militantes platenses de la generación de los HIJOS una referencia ineludible en los momentos difíciles. 

Su tono pausado y hondo, su claridad y firmeza para formular definiciones políticas nos formó a muchos. Cuando había que resolver una cuestión compleja, cuando había que tomar una posición ante temas complicados, allí estaba la consulta a la compañera.


Nilda era una joven estudiante platense, con interés por el arte, cuando fue secuestrada de la casa de sus padres el 1 de octubre de 1976, por una patota al mando del genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz

 Sufrió la detención ilegal hasta agosto del ‘77, tras lo cual fue legalizada como presa a disposición del Poder Ejecutivo. En ese periplo sufrió torturas y vejaciones en 6 de los Centros Clandestinos del denominado “Circuito Camps” como La Cacha, el Pozo de Quilmes, el Pozo de Arana, el Vesubio, el Infierno y la Comisaría 3ra de Valentín Alsina. Recuperó su libertad recién a principios de 1979 desde la cárcel de Villa Devoto.


Por su caso fue condenado el genocida Etchecolatz en el juicio realizado en La Plata en 2006, y el represor Hugo Guallama en 2012.

 Aquel proceso de 2006 fue el mismo que nos planteó el desafío de salir a denunciar la segunda desaparición forzada de Jorge Julio López. Nilda y sus compañeros de la AEDD se cargaron esa mochila especialmente en sus espaldas. Y sostuvieron con solidez el reclamo: que López había sido secuestrado por sectores vinculados a Etchecolatz. 

Por entonces no fue fácil sostener esa posición, menos ante un panorama con la mayoría de los genocidas en libertad, con la negación del hecho de parte del gobierno, y la construcción de una trama de impunidad y encubrimiento de parte del poder judicial en el caso que lleva más de 11 años en esa situación.
Nos queda la imagen de la presencia impecable de Nilda en todas y cada una de las luchas en La Plata y la región: con los estudiantes, con los trabajadores, con los movimientos sociales, con el movimiento LGTBI, con los colectivos antirrepresivos, con los espacios de mujeres organizadas y con todas las expresiones de la lucha popular.


Nos queda el invaluable trabajo de recopilación  e investigación de datos de la Asociación Ex detenidos Desaparecidos sobre los Centros Clandestinos de Detención y Exterminio del terrorismo de Estado como uno de los aportas más valiosos para comprender en toda su dimensión la magnitud del Genocidio, y fundamentalmente para esclarecer los hechos  y ayudar a la identificación de los responsables.


Nos queda también el espacio Justicia Ya, que con gran esfuerzo construyeron Nilda y la AEDD para trabajar los juicios a los genocidas desde una posición combativa.


Vamos a extrañar la palabra justa que siempre tenía Nilda, su sencillez humana, su humor oportuno, su dedicación política por llamar a las cosas por su nombre, sus cumpleaños de cada febrero en la quinta de Gorina, y mil momentos más. Con su partida y la de Enrique “Cachito” Fukman, el movimiento de Derechos Humanos de nuestro país pierde dos grandes batalladores por la coherencia y la unidad.


Desde hacía un tiempo su salud se había resentido, y venía batallando duro para recuperarse. Hace poco, en medio de alguna reunión en el marco del juicio a dos represores de la CNU La Plata, Nilda nos compartió un libro llamado “La risa no se rinde, el humor como resistencia”, que compila los relatos de ex detenidos y ex presos políticos donde el humor es la herramienta vital contra la barbarie del poder. 

Al prestarlo Nilda nos dijo: “Para ver si nos entienden a nosotros”. Nos quedamos con la imagen de la sonrisa de Nilda, aquella que mostraba su capacidad de hacer que el poder pierda, aunque sea por algún momento, su posibilidad de eternizar el Terror.


Abrazamos en este duro momento a todos los compañeros y compañeras de la AEDD y reafirmamos nuestro compromiso de seguir luchando por juicio y castigo a todos los genocidas por todos los compañeros.


Nilda Ema Eloy, Presente!!!


Ahora y Siempre!!!


NO OLVIDAMOS, NO PERDONAMOS, NO NOS RECONCILIAMOS.


HIJOS La Plata

Compañera NILDA ELOY : 

Hasta la victoria siempre !!!

Compañeros

Con profundo dolor comunicamos el fallecimiento de nuestra querida compañera Nilda Eloy

La despediremos hoy en ATE Provincia calle 8 entre 55 y 56 de La Plata de 13.00 a 20.00 horas

Nilda:


Tus banderas por Justicia y castigo a los genocidas, por la lucha de los DDHH e ayer y de hoy, nos acompañan y guían junto a
Jorge Julio López, Santiago Maldonado, Adriana Calvo, Cachito Fukman ylos 30.000 compañeros detenidos desaparecidos.



COMPAÑERA NILDA ELOY HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

Asociación de ex Detenidos-Desaparecidos


HLP/AEDD - postaporteñ@ 1844 - 2017-11-12 






A 100 AÑOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN RUSA:

EL TERRORISMO DE ESTADO BAJO LENIN/TROTSKY (5)


100 años desde que el poder del Estado zarista cambió de jeta y se vistió de militantes socialdemócratas que, a último minuto declaraban que se habían hecho revolucionarios. Lenin/Trotsky y en general el gobierno bolchevique, no hizo nunca absolutamente nada, por el supuesto socialismo y mucho menos por algo que pudiese llamarse revolución. 

 Aliados a diferentes grupos capitalistas, los bolcheviques tuvieron como única preocupación someter a toda la población a la máxima opresión y explotación y sobretodo disciplinar militarmente al proletariado urbano y rural

Desde el primer día propusieron a los capitalistas del mundo enormes riquezas naturales (materias brutas y primas) y una mano de obra que aceptaría las mejores condiciones mundiales de explotación asalariada. Por eso, los revolucionarios perseguidos, reprimidos y hasta exterminados llamaron a ese proceso “contrarrevolución bolchevique”, nombre mucho más coherente con la historia real de Rusia. Desde fines de 1917 los bolcheviques liquidaron todo proceso revolucionario y con el terrorismo de Estado abierto impusieron una contrarrevolución generalizada e implacable


Desde el primer día los leninistas, se enfrascaron en una furibunda lucha contra el proletariado organizado, contra la resistencia al trabajo, contra cualquier expresión de resistencia proletaria. Lenin y Trotsky, antes que Stalin, teorizaron y justificaron esta necesidad de aplastar los brotes de anarquía, “limpiar la tierra rusa de toda clase de insectos nocivos” y principalmente de “los obreros que muestran pasividad en el trabajo”[1].


Nunca antes se había proclamado más abiertamente que toda resistencia a la explotación capitalista constituía delito. El terrorismo de Estado zarista se multiplicaría con Lenin/Trotsky a la cabeza…, muchos de los viejos presos políticos que habían adornado las cárceles zaristas volvieron a las cárceles. Muchas veces a las mismas y putrefactas cárceles zaristas y constataron que las condiciones impuestas por el leninismo eran peores. 

Además, si de las cárceles zaristas se salía luego de un periodo más o menos largo, las cárceles leninistas estaban concebidas para la exterminación directa o lenta de los presos, de los campos leninistas no se salía…Se cuentan con los dedos de la mano los presos que pudieron contar el cuento décadas después


Korlenko había previsto: la revolución bolchevique reprimió a los socialistas y a los revolucionarios sinceros con métodos idénticos a los del régimen zarista» Pero Solzhenitsyn constata que no fue así: ¡Ojalá hubiera sido así! Habrían sobrevivido todos. 

Los campos bolcheviques eran realmente campos de tortura y de exterminio. Aclaremos de paso que como también menciona Solzhenitsyn los presos socialistas revolucionarios y los presos anarquistas que habían estado presos con el zarismo y luego estuvieron con el leninismo, habían sido y eran los más castigados de todos los presos políticos en todos los tiempos. 

A los bolcheviques y mencheviques el zarismo los respetaba mucho más y se les concedían todos los derechos de defensa democráticos como en occidente. No iban a esos peores calabozos del zarismo y el leninismo, ni tampoco se los torturaba: las denuncias de tortura pre bolcheviques conciernen exclusivamente los presos socialistas revolucionarios (incluyendo los anarquistas) pero no los demócratas y socialdemócratas como los bolcheviques o mencheviques


Considero que este testimonio tiene un valor especial por provenir no solo de uno de los presos que pasó más tiempo, sino del primer gran intento de hacer un estudio sistemático del Gulag, del sistema de campos de concentración que constituyó la clave del sistema capitalista ruso

Por supuesto que reconocer y difundir un testimonio tan importante como el de Solzhenitsyn, no significa adherir a la ideología de dicha persona o compartir sus puntos de vista. La aclaración es indispensable, precisamente por toda la mierda con la que los dirigentes del sistema de campos de concentración leninista y el Estado ruso desde los años 70, le tiraron al Sr. Solzhenitsyn para tratar de enterrarlo vivo y sobre todo por esconder su testimonio. 

Los bolches sudamericanos, por ejemplo, que habían negociado la libertad de sus jefes (Codovilla, Arismendi…) a cambio de la libertad de Solzhenitsyn y la compra de carne uruguaya por la URSS, largaron todo tipo de amenazas y anatemas contra él y contra lo que decía, pero jamás pudieron contestar una sola de las verdades que Solzhenitsyn Mientras el gobierno de la URSS hizo todo tipo de malabarismo para que sus manuscritos nunca pudieran publicarse, la mayoría de los casos los PC del mundo para acallar al testigo sabotearon sus presentaciones, lo intimidaron y amenazaron. 


Pero cuando todo eso no pudo ser censurado y fue estallando públicamente el imponente contenido del libro de Solzhenitsyn intentaron descalificar su contenido con distintos provocadores y milicos que desdecían o deformaban su explicación, pero tampoco esto tuvo resultado: la verdad del testimonio se impuso y era confirmada por decenas de otros testigos parciales en diferentes partes del mundo. Por nuestra parte, nosotros constatamos que sus verdades concordaban con los testimonios de la primera hora hechos por los socialistas revolucionarios, por los anarquistas, por los maximalistas e internacionalistas que habían sido reprimidos en los primeros años y por eso lo empezamos a apreciar y estudiar apenas el libro empezó a circular. 

La globalidad del sistema ruso de opresión explicada por Solzhenitsyn además, coincide en su fundamento con esa gran obra sobre ese mismo sistema: el libro de ANTÓN CILIGA: El país de la mentira desconcertante. Al respecto el lector puede consultar un extenso trabajo (todavía inacabado) que fue publicado en Posta Porteña en años anteriores


Para terminar esta presentación queremos hacer consciente al lector que los extractos que presentamos AHORA del libro de Solzhenitsyn solo hacen referencia al período de la dictadura Lenin/Trotsky, que el autor NO VIVIÓ DIRECTAMENTE. En esos años Solzhenitsyn acababa de nacer.

 Sin embargo, ese testimonio tiene una validez incuestionable y exclusiva porque Solzhenitsyn descubrió todo eso adentro de los campos y gracias al testimonio de prisioneros que todavía recordaban a esa gran andanada de represión de todos los partidos obreros, de todas las fuerzas socialistas, de las resistencias al trabajo y a las expropiaciones forzadas de víveres. 

Cuando Solzhenitsyn es detenido durante la segunda guerra mundial ya la mayoría de los presos socialistas revolucionarios han sido exterminados: ¡pero qué impresionante saber que muchos fueron a parar con Lenin a los mismos calabozos que el Zar los había mandado. 

Sobre todo si además tenemos en cuenta que muchas veces el carcelero era el mismo, que muy probablemente haya sido interrogado por los mismos milicos, comisarios y jueces que Lenin y Trotsky habían decidido conservar del aparato represivo del zarismo. 

¡Nada había cambiado, salvo el nombre de los zares! Y por supuesto que ahora ya no salían vivos luego de unos años… ¡La gran mayoría NUNCA MÁS SALIÓ! ¡Otra gran parte era fusilada antes de llegar a los campos!


Ricardo



EXTRACTOS DEL libro de 

Aleksandr  Solzhenitsyn

“Archipiélago Gulag "1918-1956


“…para implantar «un riguroso orden revolucionario» V.I. Lenin exigía a finales de 1917 «aplastar sin compasión los brotes de anarquía entre borrachos, gamberros, contrarrevolucionarios y demás» —es decir, el principal peligro para la Revolución de Octubre lo veía en los borrachos, dejando a los contrarrevolucionarios en un discreto tercer lugar— la verdad es que se planteaba el problema de un modo más amplio.

 En el artículo «Cómo organizar la emulación socialista» (7 y 10 de enero de 1918), V.I. Lenin proclamaba como único objetivo general «limpiar la tierra rusa de toda clase de insectos nocivos». Y por insectos entendía no sólo a todos los enemigos de clase, sino también a «los obreros que muestren pasividad en el trabajo», como por ejemplo los cajistas de las imprentas del partido en Petrogrado. (He aquí los efectos de la lejanía en el tiempo. Hoy día hasta nos resulta difícil comprender cómo puede ser que unos obreros, recién convertidos en dictadores, se mostraran reacios a trabajar para sí mismos.)

 Y, además: «¿...en qué barrio de una gran ciudad, en qué fabrica, en qué pueblo... no hay... empecedores que se llaman a sí mismos intelectuales?». Y si bien se establecía un único objetivo, en este artículo Lenin preveía en cambio diversas formas de limpieza: en unas partes, encarcelarlos; en otras, hacerles limpiar letrinas; en unas terceras, «una vez cumplida la pena de calabozo, expedirles carnets amarillos»; en otras, finalmente, fusilar al holgazán. 

También se consideraba la posibilidad de elegir entre la cárcel «o la pena de trabajos forzados del tipo más duro».

 Aunque las variantes fundamentales de castigo ya las había previsto y sugerido él, Vladímir Ilich proponía que la búsqueda de las mejores medidas de castigo fuera objeto de emulación «en comunas y obshchinas»


Ya no podremos averiguar jamás en su totalidad quiénes caían bajo esta amplia definición de insectos: la población rusa era demasiado heterogénea, y en su seno se encontraban pequeños grupos aislados, algunos sin función e incluso ahora olvidados.

 Eran insectos, naturalmente, los miembros de los zemstvos (gobiernos locales del zarismo).Eran insectos los cooperativistas. Todos los propietarios de inmuebles. Se encontraban no pocos insectos entre los profesores de los liceos. Insectos eran todos los que formaban parte de los consejos parroquiales y quienes cantaban en el coro de las iglesias. 

 Eran insectos todos los sacerdotes y, con mayor razón, todos los frailes y monjas. Incluso aquellos tolstoyanos que, al ingresar en la administración soviética, o pongamos por caso en el ferrocarril, no prestaron el obligatorio juramento escrito de defender el régimen soviético con las armas en la mano, también resultaron ser insectos (y ya veremos casos de juicios contra ellos). Puestos a hablar del ferrocarril, diremos que bajo el uniforme ferroviario mismo se ocultaban muchos insectos, que era preciso extirparlos, y a algunos darles incluso el paseo. Los telegrafistas, no se sabe por qué, eran en su casi totalidad insectos consumados, hostiles a los soviets. 

Nada bueno puede decirse tampoco del VIKZHEL y de otros sindicatos, a menudo abarrotados de insectos enemigos de la clase obrera. Sólo con los grupos hasta ahora enumerados nos encontramos ante un número enorme que ya requiere varios años de limpieza


¿Y cuántos, además, endemoniados intelectuales, estudiantes inquietos, excéntricos de todo tipo, buscadores de la verdad y santones iluminados, de los que Pedro el Grande trató en vano de limpiar Rusia y que siempre estorban en un régimen armonioso y severo?


Habría sido imposible llevar a cabo esta higiénica limpieza —y además en tiempos de guerra — de haber utilizado las obsoletas formas procesales y las normas jurídica. Se optó por una forma completamente nueva: la represión extrajudicial, y la Cheka, la Guardiana de la Revolución, cargó abnegadamente sobre sus hombros esta tarea ingrata. La Cheká fue un órgano represivo único en la historia humana, un órgano que concentraba en una sola mano la vigilancia, el arresto, la instrucción del sumario, la fiscalía, el tribunal y la ejecución de la sentencia

En 1918, para acelerar también el triunfo cultural de la revolución, empezaron a destrozar y arrojar a la basura las reliquias de los santos y a requisar los objetos litúrgicos. 

Se produjeron revueltas populares en defensa de las iglesias y monasterios saqueados. 

Aquí y allá tocaban las campanas a rebato, acudían los creyentes, algunos incluso con estacas. Naturalmente, hubo que despachar a alguno ahí mismo y arrestar a otros


Al reflexionar ahora sobre los años 1918-1919, tropezamos con una dificultad: ¿Debemos incluir en las riadas penitenciarias a todos aquellos a quienes dieron el paseo antes de llegar siquiera a la celda

¿Y en qué capítulo incluir a otros cuando los comités de campesinos pobres se los llevaban detrás del porche del soviet rural a un patio trasero? ¿Llegaron acaso a hollar la tierra del Archipiélago los participantes en complots, que se descubrían a racimos uno en cada provincia (dos en Riazán, uno en Kostromá, uno en Vyshni Volochok, uno en Vélizh, varios en Kiev, varios en Moscú, Sarátov, Chernígov, Astraján, Seliguer, Smolensk, Bobruisk, el de la caballería de Tambov, el de Chembar, Velikie-Luki, Mstislavl y otros), o bien no les dio tiempo y, en tal caso, deben quedar fuera de nuestra investigación? Además del aplastamiento de insurrecciones famosas (Yaroslav, Múrom, Rybinsk, Arzamás), hay algunos acontecimientos de los que sólo conocemos un nombre, por ejemplo, los fusilamientos de Kólpino en junio de 1918.

 ¿De qué se trató? ¿A quién mataron? ¿Dónde dejar constancia de ellos? 


También resulta bastante difícil determinar si deben figurar aquí, en las riadas penitenciarias, o bien incluirlos en el balance de la guerra civil, las decenas de millares de rehenes, ciudadanos pacíficos a los que no se acusaba concretamente de nada y de quienes no se llevaba lista ni siquiera a lápiz, pero a los que se cogía y liquidaba para aterrorizar o para vengarse del enemigo militar o de una masa insurrecta

El 30 de agosto de 1918 (intento de asesinato de Lenin por Fanny Kaplan) el NKVD dio orden a todas las provincias de «arrestar inmediatamente a toda la derecha eserista, y tomar una importante cantidad de rehenes entre la burguesía y la oficialidad». (Algo así como si, por ejemplo, después del atentado del grupo de Alexandr Uliánov se hubiera arrestado no sólo a este grupo sino a todos los estudiantes de Rusia y a una importante cantidad de miembros de los zemstvos.)


Así lo explicaban abiertamente (Latsis, en el periódico El terror Rojo, 1 de noviembre de 1918):

«No estamos en guerra con individuos aislados. Exterminamos a la burguesía como clase. No busquéis durante la instrucción judicial ni materiales ni pruebas de que el acusado haya actuado de obra o de palabra contra los soviets

 La primera pregunta que debéis formularle es a qué clase pertenece, cuál es su origen, su educación, sus estudios o su profesión. Estas preguntas son las que deberán determinar la suerte del acusado. Éste es el sentido y la esencia del terror rojo».
Por disposición del Comité de Defensa del 15 de febrero de 1919 (con toda probabilidad presidido por Lenin) se propone a la Cheká y al NKVD que tomen rehenes entre los campesinos de aquellos lugares en los que la limpieza de nieve de la vía férrea «no se lleva a cabo de forma completamente satisfactoria», precisando que «si la limpieza de nieve no se realizara los rehenes sean fusilados».

 A finales de 1920, por disposición del Consejo de Comisarios del Pueblo, se permite tomar también a socialdemócratas como rehenes.


Pero incluso si nos ceñimos a los arrestos convencionales, podemos observar que ya en la primavera de 1918 fluye una incesante riada de socialtraidores, una riada que duraría muchos años. 

Todos estos partidos — socialistas revolucionarios, mencheviques, anarquistas, socialistas populares — estuvieron haciéndose pasar por revolucionarios durante décadas, ocultos bajo una máscara, y si habían estado en presidio, era también para seguir fingiendo. 

Y sólo bajo el impetuoso cauce de la revolución se descubrió la esencia burguesa de estos «socialtraidores». ¡Qué cosa más natural, pues, que proceder a su arresto! Tras los kadetés, tras la disolución de la Asamblea Constituyente, y el desarme del regimiento de Preobrazhenski y otros, empezaron a arrestar poco a poco, primero disimuladamente, a socialistas revolucionarios y a mencheviques
Desde el 14 de junio de 1918, día en que fueron expulsados de todos los soviets, estos arrestos fueron más numerosos y frecuentes. A partir del 6 de julio se llevaron también a los socialistas revolucionarios de izquierdas, que de manera pérfida y prolongada se habían hecho pasar por aliados del único partido consecuente del proletariado. 

A partir de entonces, bastaba que en cualquier fábrica o en cualquier pequeña ciudad hubiera cierta agitación obrera, descontento o huelgas (hubo muchas en el verano de 1918, y en marzo de 1921 sacudieron Petrogrado, Moscú y después Kronstadt, que forzaron el establecimiento de la NEP), para que a la vez que se calmaba a la población, haciendo concesiones para satisfacer las justas reivindicaciones de los trabajadores, la Cheká apresara en silencio, de noche, a mencheviques y socialistas revolucionarios como auténticos culpables de aquellos disturbios. En verano de 1918 y en abril y octubre de 1919 se encarceló en masa a los anarquistas

En 1919 fueron arrestados tantos miembros del Comité Central eserista como estaban a tiro, para encerrarlos en Butyrki hasta su proceso en 1922

En ese mismo año de 1919, el prominente chekista Latsis decía de los mencheviques: 

«Esa gente son más que una molestia. Por eso los apartamos del camino, para que no se nos enreden entre las piernas... Los encerramos en un sitio aislado, en Butyrki, y los obligaremos a permanecer allí hasta que termine la pugna entre trabajo y capital». 

 En julio de 1918 fue arrestada toda una asamblea de trabajadores no comunistas por un destacamento de la guardia letona del Kremlin, y a punto estuvieron de ser fusilados inmediatamente en la cárcel de Taganka
A partir de 1919 arraigó la sospecha ante nuestros compatriotas que volvían del extranjero (¿Para qué volvían? ¿Qué misión traían?) Y, así, se encarceló a los oficiales del cuerpo expedicionario ruso (destacado en Francia). En este mismo año 1919 se echó una amplia red sobre complots, verdaderos o falsos («Centro Nacional», Complot Militar), en Moscú, en Petrogrado y en otras ciudades y se fusiló por lista (es decir, arresto y fusilamiento inmediato) o simplemente barriendo hacia la cárcel a la llamada intelectualidad allegada a los kadetés.

¿Y qué significaba esta categoría? Pues la intelectualidad que no era monárquica ni socialista, es decir, todos los círculos científicos, universitarios, artísticos, literarios, y además los de ingeniería. Excepto los escritores extremistas, los teólogos y los teóricos del socialismo, el resto de la intelectualidad, el 80 por ciento, era «allegada a los kadetés».

 A juicio de Lenin, pertenecía a ellos, por ejemplo, Korolenko, «mísero pequeñoburgués cautivo de los prejuicios burgueses», y «a estos "talentos" no les vendrían mal unas semanitas en la cárcel». 

Del arresto de grupos aislados nos hemos podido enterar por las protestas de Gorki.

 El 15 de septiembre de 1919, Ilich le respondía: «...somos conscientes de que se han producido errores en este caso», para añadir «¡Figúrate qué desgracia! ¡Menuda injusticia!», y aconsejar a Gorki «no consumirse gimoteando por unos intelectuales podridos»


A partir de enero de 1919 se amplía la prodrazviorstka de productos agrícolas, y para recogerlos se crean destacamentos que en todas las provincias topan con la resistencia de las aldeas, unas veces en forma de terca pasividad y otras en forma de tumultos. El aplastamiento de esta reacción produjo también (sin contar a los fusilados en el acto) un copioso caudal de arrestados en el curso de dos años.


Hemos dejado conscientemente al margen una gran parte de la molienda de la Cheká, de las Secciones especiales y de los Tribunales Revolucionarios, que van implantándose a medida que avanza el frente y van siendo ocupadas ciudades y regiones. La misma directiva del NKVD, del 30 de agosto de 1918, señala que deben concentrarse los esfuerzos en el «fusilamiento inapelable de todo aquel implicado en las acciones de la Guardia Blanca». Pero a veces uno se siente confuso: ¿Dónde situar la línea divisoria? Si en el verano de 1920, cuando la guerra civil no había terminado por entero ni se habían extinguido todos sus focos, aunque sí en el Don, y enviaban a gran cantidad de oficiales desde allí, desde Rostov y Novocherkask, a Arjánguelsk, para seguir luego en barcazas a Solovki (algunas barcazas naufragaron en el Mar Blanco, lo mismo, por cierto, que en el Caspio), ¿debemos entender que ello entra en la guerra civil o en el principio de la reconstrucción pacífica? 

 Cuando aquel mismo año fusilaron en Novocherkask a la esposa embarazada de un oficial por haber escondido a su marido, ¿en qué categoría debemos incluirla?


En mayo de 1920 se da a conocer una disposición del Comité Central «sobre las actividades subversivas en la retaguardia». Sabemos por experiencia que cada nueva disposición da origen a otra riada.

 Una dificultad especial (¡a la vez que un mérito especial!) en la organización de estas riadas fue la ausencia, hasta 1922, de un Código Penal, de cualquier clase de legislación penal. Sólo el recto sentido revolucionario de la justicia (¡siempre infalible, eso sí!) guiaba a los confiscadores y canalizadores para decidir a quién apresar y qué hacer con él


En este recuento no se investigan las riadas de delincuentes comunes, profesionales o no, por lo que nos limitaremos a recordar que las calamidades y la pobreza generales engendradas por la reestructuración de la administración, de los organismos y de la legislación no podían sino hacer que aumentara vertiginosamente el número de robos, atracos, agresiones, sobornos y estraperlo (especulación)

Aunque menos peligrosos para la existencia de la república, estos delitos comunes también se perseguían en parte, y sus riadas de presos engrosaban las que ya formaban los contrarrevolucionarios. Pero existía un delito de especulaciónque sí tenía carácter netamente político, según indica el decreto del Consejo de Comisarios del Pueblo firmado por Lenin a 22 de julio de 1918: «Los culpables de vender, comprar o almacenar con miras comerciales productos alimenticios monopolizados por la república (los campesinos guardan el trigo para venderlo con miras comerciales, ¿para qué trabajan si no? - A.S.) ... sufrirán privación de libertad por un plazo no inferior a 10 años, acompañada de los más rigurosos trabajos forzados y de la confiscación de todos los bienes»


Desde aquel verano, el campo, esforzándose por encima de sus posibilidades, fue entregando gratis la cosecha año tras año. Ello dio lugar a insurrecciones campesinas, que eran sofocadas y conducían a nuevos arrestos. «La parte más laboriosa del pueblo ha sido exterminada de raíz», Korolenko, carta a Gorki del 10 de agosto de 1921. De 1920 sabemos (aunque sin detalles...) del proceso contra la Unión Campesina de Siberia. A finales de 1920 tiene lugar el aplastamiento preventivo de la insurrección campesina de Tambov encabezada (como en Siberia) por la Unión del Campesinado Trabajador. Esta vez no hubo proceso judicial... 


Sin embargo, la mayor parte de las levas humanas en los pueblos de Tambov tuvo lugar en junio de 1921. Por la provincia de Tambov proliferaron los campos penitenciarios para las familias de los campesinos que habían tomado parte en la insurrección. 

Eran parcelas de terreno abierto rodeadas de postes con alambre de espino, y en ellas se retenía durante tres semanas a toda familia sospechosa de tener algún varón entre los rebeldes. 

Si al cabo de tres semanas no aparecía éste para redimir a los suyos al precio de su cabeza, la familia era deportada. Un poco antes, en marzo de 1921, habían sido enviados a las islas del Archipiélago, tras pasar por el bastión Trubetskói de la fortaleza de Pedro y Pablo, todos los marineros insurrectos de Kronstadt, a excepción de los que ya habían sido fusilados


Este año, 1921, empezó con la orden de la Cheká n° 10 (de 8 de enero de 1921): «¡intensificar la represión contra la burguesía!». Ahora una vez terminada la guerra civil, no hay que debilitar la represión, ¡sino intensificarla! Voloshin nos cuenta en algunos versos cómo fue la de Crimea


En verano de 1921 fue arrestado el Comité de Auxilio a los Afectados por el Hambre (Kuskova, Prokopovich, Kishkin y otros), que intentaba detener el avance por Rusia de una hambruna sin precedentes. 

Su error fue que a aquellas manos caritativas no se les podía permitir alimentar a los hambrientos. Korolenko, el presidente de este Comité — y que no fue detenido —, cuando ya estaba moribundo calificó la destrucción del Comité de «la peor politiquería, una politiquería gubernamental» (carta a Gorki del 14 de septiembre de 1921). (El mismo Korolenko no puede pasar por alto una importante peculiaridad de la cárcel en 1921: «está empapada de tifus toda ella». Esto lo confirman Skrípnikov y otros que estuvieron presos en aquel entonces.) 


En este año de 1921 ya se practicaban arrestos de estudiantes(por ejemplo, el grupo de E. Doyarenko, de la Academia Timiriázev) por «críticas al orden establecido» (no públicas, sino en conversaciones privadas). Salta a la vista que hechos así aún eran poco frecuentes, pues al grupo en cuestión lo interrogaron personalmente Menzhinski y Yagoda


Aunque, por otra parte, tampoco eran tan escasos. ¿Cómo habría podido terminar si no es con arrestos la osada huelga de estudiantes de la MVTLP en la primavera de 1921? Desde los años de la feroz reacción de Stolypin era tradición en este centro que el rector fuera elegido de entre los propios catedráticos. Este era el caso del profesor Kalínnikov (volveremos a encontrarlo en el banquillo de los acusados), pero el poder revolucionario decidió poner en su lugar a un ingeniero mediocre. 

 Ocurría esto en plena temporada de exámenes. Los estudiantes se negaron a examinarse, organizaron una agitada reunión en el patio a modo de rechazo del rector que querían imponerles y exigieron que se mantuviera el estatuto de autonomía de la institución. Después, todos los reunidos se dirigieron a pie a la calle Mojovaya para mantener un encuentro de camaradas con los estudiantes de la universidad. 

Todo un problema: ¿Qué podía hacer el régimen? Desde luego tenía difícil solución, pero no para los comunistas. 


En la época zarista se habría puesto en ebullición toda la prensa honesta y toda la Rusia culta: ¡Abajo el gobierno! ¡Abajo el zar! Pero ahora había otras soluciones: se tomaba el nombre de los oradores, se dejaba que la reunión se dispersara, se suspendían los exámenes y, durante las vacaciones veraniegas se detenía uno a uno, a cada cual, en un lugar, a todos los que les interesaban. Los demás no pudieron seguir con la carrera de ingeniero


En este mismo 1921 se intensificaron y sistematizaron los arrestos de socialistas de otros partidos. En realidad, ya habían terminado con todos los partidos de Rusia a excepción del que había triunfado. (¡Quien a hierro mata a hierro muere!) Pero para que la destrucción de cada partido fuera irreversible era preciso destruir también a los miembros de ese partido, el cuerpo físico de dichos miembros


Ni un solo ciudadano del Estado ruso que hubiera ingresado algún día en algún partido que no fuera el de los bolcheviques podía esquivar su destino; estaba condenado (a menos que lograra, como Maiski o Vyshinski, llegar, agarrado a las tablas del naufragio, hasta donde los comunistas). 

Puede que no le arrestaran a la primera de cambio, o puede que hubiera seguido con vida (según hasta qué punto se le considerara peligroso) hasta 1922, 1932 e incluso hasta 1937, pero nadie había guardado las listas y, por tanto, la cola avanzaba hasta llegar su turno; lo arrestaban, o sólo se limitaban a enviarle una cordial citación para formularle una única pregunta: ¿Has militado... desde... hasta...?

 (Seguirían también preguntas sobre sus actividades hostiles, pero la primera pregunta era la que lo decidía todo, como hemos podido ver claramente pasadas algunas décadas.)

 Después el ciudadano podía correr suertes muy diversas. Unos iban directamente a alguna de las famosas cárceles centrales zaristas (por suerte, estas centrales se habían conservado en muy buen estado y algunos socialistas dieron con sus huesos en las mismas celdas, con los mismos celadores que ya conocían). A otros les proponían el destierro, aunque no vayan a creer que mucho tiempo, unos dos añitos a lo sumo. Y había un trato aún más benigno: a algunos únicamente les imponían un menos (menos tal y tal ciudad), de manera que podían elegir ellos mismos su lugar de residencia, a condición de que vivieran en lo sucesivo quietecitos en aquel lugar esperando a lo que dispusiese la GPU. 
Esta operación se extendió a lo largo de muchos años, pues era condición especial de la misma el silencio y la discreción. Lo importante era depurar de forma minuciosa a Moscú, Petrogrado, los puertos y los centros industriales, y después simplemente los distritos, de toda desviación en el seno del socialismo

Fue un mudo y grandioso solitario de naipes cuyas reglas resultaban del todo incomprensibles para quien vivió en esa época, y cuyas proporciones sólo ahora podemos valorar. Fue un plan urdido por alguna mente previsora y puesto en práctica por unas manos cuidadosas que, sin perder un instante, tomaban una carta que había estado aguardando tres años en un montón a que la apilaran suavemente en otro montón. El que estaba encarcelado en una central era llevado al destierro (a algún lugar lo más alejado posible), el que había cumplido un «menos» también iba al destierro (pero esta vez más allá de lo fijado por ese «menos»), de un destierro a otro destierro, y de nuevo a una central (pero no a la misma). Paciencia y más paciencia era lo que regía a quienes hacían el solitario. 

Y sin ruido, sin gemidos, iban extinguiéndose los militantes de otros partidos, privados de todo contacto con los lugares y las gentes que antes los conocieron y sabían de sus actividades revolucionarias; y así, disimulada e irremisiblemente se tramó la aniquilación de los que en otro tiempo vibraron en los mítines estudiantiles, de los que llevaron con orgullo las cadenas zaristas. (Korolenko escribía a Gorki el 29 de junio de 1921:

 «Algún día la Historia dirá que la revolución bolchevique reprimió a los socialistas y a los revolucionarios sinceros con métodos idénticos a los del régimen zarista». ¡Ojalá hubiera sido así! Habrían sobrevivido todos.) Esta operación del Gran Solitario de Naipes acabó con la mayoría de los antiguos presos políticos, pues fueron los eseristas y los anarquistas, y no los socialdemócratas, quienes recibieron de los tribunales zaristas las condenas más severas, eran justo ellos quienes componían la población del antiguo presidio. 

El exterminio, por otra parte, seguía un orden ecuánime: en los años veinte les proponían renunciar por escrito a sus partidos y a sus ideologías. Algunos se negaron y, como es natural, formaron parte del primer turno de exterminio; otros en cambio aceptaron abjurar de su credo, con lo que consiguieron algunos años más de vida. Pero implacablemente había de llegarles su turno, e implacablemente habían de rodar sus cabezas..


En la primavera de 1922, la Comisión Extraordinaria de lucha contra la contrarrevolución y la especulación (Cheká), recientemente rebautizada con el nombre de GPU, decidió intervenir en los asuntos de la Iglesia. Aún estaba pendiente la «revolución eclesiástica», sustituir la vieja jerarquía por otra que tuviera una oreja pegada al cielo y la otra a la Lubianka. 

Eso era lo que ofrecían los de la Iglesia viva, pero no podían apoderarse del aparato eclesiástico sin ayuda externa. Para ello se arrestó al patriarca Tíjon y se organizaron dos sonados procesos con fusilamientos: en Moscú, a los que difundían la proclama del Patriarca; y en Petrogrado, al metropolita Veniamín, que obstaculizaba el paso del poder eclesiástico a manos de la Iglesia viva. 

En provincias y distritos, aquí y allí, se arrestó a metropolitas y obispos, y como siempre, a los peces gordos les siguieron bandadas de pececillos, arciprestes, monjes y diáconos cuyos nombres no comunicaba la prensa. Encarcelaron a los que no prestaron juramento al impulso renovador de los zhivotserkóvniki. Los sacerdotes formaron parte obligada de la pesca diaria, sus canas plateadas brillaban en cada celda, y luego en cada convoy a Solovki


Al principio de los años veinte cayeron también grupos teósofos, místicos y espiritistas (el grupo del conde Pahlen, que levantaba acta de las conversaciones con los espíritus), sociedades religiosas, filósofos del círculo de Berdiáyev. De pasada, fueron desarticulando y encarcelando a los «católicos del Este» (discípulos de Vladímir Soloviov), y al grupo de A.I. Abrikósova. En cuanto a los católicos propiamente dichos, los sacerdotes polacos, éstos iban a prisión sin que hiciera falta causa aparente


Sin embargo, para erradicar definitivamente la religión en este país — uno de los objetivos principales de la GPU-NKVD en los años veinte y treinta — habría sido necesario encarcelar en masa a los propios creyentes ortodoxos. Se procedió a una intensa campaña de arresto, encarcelamiento y destierro contra los monjes y monjas, cuyos oscuros hábitos habían ennegrecido la vida rusa anterior. Se arrestaba y se juzgaba a los activistas de la Iglesia. Las ondas iban ensanchándose continuamente y pasaron a apresar a simples seglares creyentes, a personas de edad, en especial mujeres — porque su fe era más obstinada — a las que durante muchos años se conoció como monjitas en las cárceles de tránsito y en los campos de reclusión. 


Desde luego, oficialmente no se les arrestaba y juzgaba por el mero hecho de creer, sino por manifestar su fe en voz alta y educar a sus hijos en ese espíritu. Como escribió Tania Jodkévich: 


«Puedes rezar libremente, Pero... que sólo te oiga Dios»


(Por estos versos le cayeron diez años.) La persona que creía poseer la verdad espiritual debía ocultarla... ¡a sus propios hijos

En los años veinte la educación religiosa caía en el artículo 58-10, es decir, ¡propaganda contrarrevolucionaria

 Cierto es que el tribunal daba la posibilidad de abjurar de la religión. Aunque no era frecuente, podía darse el caso de que el padre abjurara y se quedara al cuidado de los hijos mientras la madre era enviada a Solovki (en estas décadas, las mujeres demostraron tener una fe más firme). A todos los creyentes les echaban diez años, la pena máxima en aquel entonces…


Ya en los albores de los años veinte aparecieron riadas netamente nacionales, de momento pequeñas en relación con las regiones donde se generaban, y más aún a escala rusa: musavatistas de Azerbaidzhán, dashnakos de Armenia, mencheviques georgianos y basmach turkmenos, opuestos al establecimiento del régimen soviético en Asia Central…


En muchas de las generaciones posteriores arraigó la idea de que los años veinte fueron un paréntesis de libertad sin cortapisas. Pero en este libro encontraremos personas que vieron de modo muy diferente esa década. Los estudiantes no comunistas de esa época luchaban por la «autonomía de la escuela superior», por el derecho de reunión, por aligerar los programas de tanta instrucción política. 

La respuesta fueron los arrestos que aumentaban al acercarse alguna fiesta (por ejemplo, el 1 de Mayo de 1924). En 1925 unos estudiantes de Leningrado (aproximadamente un centenar) fueron condenados a tres años en un izoliator político por haber leído El Mensajero Socialista y haber estudiado a Plejánov (el propio Plejánov, en su juventud, había salido mejor librado después de pronunciar un discurso contra el gobierno ante la catedral de la Virgen de Kazan). 

En 1925 empezaron a encarcelar a los primeros trotskistas jovencitos. (Dos ingenuos soldados del Ejército Rojo que, recordando la tradición rusa, iniciaron una colecta para los trotskistas arrestados, fueron condenados también a un izoliator político.) … 


¿Hacer justicia contra quién? 
¿A quién retorcer el pescuezo? Así comienza la hornada de Voikov. 

Como siempre, cada vez que había disturbios o tensiones, se encarcelaba a los ex, se encarcelaba a los anarquistas, a los eseristas, a los mencheviques, o simplemente a la intelectualidad. 

 En realidad, ¿a quién se podrá encarcelar en las ciudades? ¡A la clase obrera no, desde luego! 

Por otra parte, la intelectualidad allegada a los kadetés ya había recibido lo suyo desde 1919. ¿Habría llegado el momento quizá de sacudir a la intelectualidad que se consideraba progresista

¿De darles un repaso a los estudiantes? Una vez más, nos viene a mano Mayakovski: 


¡Piensa en el Komsomol días y semanas! Examina atentamente las filas.
 ¿Son todos komsomoles de verdad o sólo dicen serlo? …


Alexandr Solzhenitsyn




[1] Estas citas son textuales de Lenin en los primeros años de su poder y son subrayadas en los extractos del libro de Solzhenitsyn que presentamos a continuación. He verificado esas expresiones y solo puedo agregar que otras traducciones de los proletarios que resistían al trabajo y por eso Lenin los llamaba “insectos dañinos”, eran “cucarachas”. Por supuesto que para los proletarios obedientes y sumisos, que trabajaban mucho y aplaudían en sus discursos, Lenin no usaba tales adjetivos, sino que los consideraba la “vanguardia de la clase obrera”. Por último subrayemos, que como dice el testimonio de Solzhenitsynhabía que exterminar a los insectos dañinos, sobre todo a los que cometían delitos tan graves, como no barrer lo suficientemente bien la nieve de las vías de los trenes



RICARDO - postaporteñ@ 1844 - 2017-11-12 






Cien Octubres (III)

Las Polémicas Sobre La Revolución, Que Aún No Terminaron,

Cómo Empezaron Entre Los Mismos Bolcheviques


- fernando moyano - (TERCERA PARTE)


Nota del autor:


El centenario de la Gran Revolución Rusa ha motivado una avalancha de materiales, vasta y basta hasta decir basta. 

En general kilométrico sin dejar de ser muy pobres y sin respetar la sugerencia de brevedad de la generosa editorial, que se supone que es en beneficio del torturado lector, para qué preocuparse por eso ¿no? 

Hemos comenzado a publicar, en partes, este trabajo que hemos hecho, centrado en la recuperación del análisis del bolchevique oposicionista Christian Rakovsky, víctima de la represión estalinista, casi olvidado por los trotskistas y casi ignorado, porque considero que es el aporte lúcido, analítico y no meramente descriptivo, creativo, no dogmático, autocrítico, y todavía no asimilado por la teoría política, de quien fue no solo testigo sino protagonista de primera línea.

 La polémica me lleva a intercalar estas entregas con otras notas en paralelo, una cosa una vez, la otra a la siguiente. Esta entrega se refiere a los trabajos de Rakovsky en  el último tramo de su vida, confinado en prisión, y a una comparación entre su análisis y el de Trotsky, mucho más conocido pero -a mi juicio- menos audaz, menos profundo, y más dudoso si tenemos en cuenta el curso de los hechos.



5. Los últimos materiales



En 1921 en la polémica sobre los sindicatos, enfrentando la posición de Trotsky quien define al estado soviético como “estado obrero” y negaba la autonomía de los sindicatos en la defensa de los intereses obreros particulares, Lenin le opone una descripción más realista, “estado obrero apoyado en una base obrero-campesina y con fuertes deformaciones burocráticas”. De allí sale la etiqueta tan traída y llevada de “estado obrero deformado”, discutiremos eso más adelante en nuestro balance. Pero aquí tenemos que mencionar nuevamente a nuestro pionero.


Rakovsky dirá en el 30, en su Boletín que publicaclandestinamente hacia la Oposición: “De un estado proletario con deformaciones burocráticas -como Lenin definió la forma política de nuestro estado- estamos en vías de pasar a un estado burocrático con resabios proletarios comunistas. Bajo nuestros ojos se formó y continúa formándose una gran clase de gobernantes con sus propias divisiones interiores, que crece por cooptación directa o indirecta (promoción burocrática, sistema ficticio de elección). Lo que une a esta clase original es una clase original también de propiedad privada, a saber 'la posesión del poder del estado'. La burocracia posee el estado como su propiedad.”


En 1932, comentando la nueva Constitución soviética, habla de “una casta de funcionarios que ha remplazado al proletariado y al partido”. Rakovsky le niega a esa “casta” toda capacidad de fundar nuevas relaciones de producción colectivista, y muchos menos que sea históricamente progresiva. 

Su rechazo a la política de colectivización forzosa de Stalin está basado precisamente en la idea del absurdo de pretender fundar nuevas relaciones de producción en forma voluntarista, sin apoyarlas en el desarrollo de las fuerzas productivas. Denuncia el carácter burocrático de esta colectivización como regresivo, no dejándose llevar por el fetiche de las formas de propiedad. La motivación de la burocracia es ampliar su base social.


Este modo de análisis se adelanta a estudios muy completos y posteriores que confirman su hipótesis. Recordemos que el propio Trotsky cedería al fetiche de las formas de propiedad cuando considera que la invasión soviética a Polonia y Finlandia tiene un aspecto progresivo al expropiar por la fuerza a la burguesía e introducir formas de “propiedad socialista”.

El balance de todas estas discusiones es un tema muy amplio, y para ello vamos a venir más aguas abajo, más hacia hoy.


Pero antes. ¿Cuál es el rasgo distintivo de la concepción de Rakovsky?


Prestar atención preferencial a los aspectos universales del fenómeno burocrático, y sentar las bases de un programa político antiburocrático. Rakovsky analiza la génesis de la deformación burocrática a partir de la relación de las masas con los dispositivos de ejercicios del poder y la diferenciación social que este ejercicio introduce en la propia clase, de cómo se reproducen estos dispositivos, como se retroalimentan, y cómo evolucionan en el tiempo de acuerdo con las condiciones históricas generales.


Comprende perfectamente la incidencia del atraso económico y el aislamiento de que hablará luego Trotsky, por ejemplo, en “La revolución traicionada”, pero les atribuye el papel de de factores que contribuyen a profundizar la diferenciación y la concentración del poder, que ya viene ocurriendo como un fenómeno interno al propio proceso revolucionario.


Los factores externos actúan como una manifestación de las contradicciones internas.

Y es a estas contradicciones internas que presta atención preferencial. No espera pasivamente a que la degeneración burocrática se reabsorba por la dinámica espontánea del desarrollo económico y la extensión del socialismo en el mundo, no confía en el “progreso” como correctivo automático de estos males, sino que propone atacarlos con una audaz política antiburocrática consciente, dando prioridad a métodos de dirección democráticos y participativos, al autogobierno de las masas, a la educación política tanto de las masas como de los dirigentes, no solo teórica sino también en las prácticas colectivas reales.


Explicar la deformación burocrática exclusivamente por las circunstancias externas desfavorables, lleva en última instancia a justificarla como “inevitable” y a esperar pasivamente que estas circunstancias se reviertan por sí mismas, o incluso a colaborar con la burocracia para “contribuir” a este cambio. Las versiones vulgarizadas del marxismo no están exentas de esta versión que se pretende “científica”, y sobre la cual Marx ya había advertido



6. Trotsky, comparando



Es imposible abordar estos temas sin pasar por Trotsky. Veamos su concepto sobre la URSS, y veremos en qué estos dos revolucionarios coinciden, y de allí saldrán las pequeñas diferencias, pero resaltarán en su importancia.
Para Trotsky el estalinismo es consecuencia del atraso y aislamiento de Rusia y de las condiciones de escasez. Pone (en La revolución traicionada) el ejemplo de la panadería: cuando hay escasez de pan se genera una cola para organizar la distribución del producto escaso. 

Si la cola se alarga aparece un gendarme para mantener el orden. La burocracia es un fenómeno parasitario de usurpación y abuso de privilegios, producto de condiciones de precariedad transitoria, pero no específicamente un fenómeno de explotación. “La retaguardia pesó más que la vanguardia”.


Ante esto propone la revolución política: derrocar a la burocracia usurpadora conservando la estructura social de propiedad colectiva, que considera válida y vigente. Niega pues que estemos ante una nueva clase social diferenciada de la clase obrera, con viabilidad histórica propia.


Hacia fines de los años 30 mantiene una polémica muy interesante con un ala del partido trotskista de EEUU encabezada por Burnham y Shachtman. Luego Burnham evoluciona hacia la derecha y es  autor del concepto de 'revolución gerencial' y 'clase gerencial', junto con otros que ven un proceso de burocratización general de las sociedades, socialistas o capitalistas. Trotsky polemiza con este concepto de una manera admirable, pero viéndolo en perspectiva se pueden comprender sus errores.


En general, si los marxistas presentamos una teoría, es para justificar una propuesta de acción, no por mera interpretación. Y como esa acción está inscripta en un contexto histórico, se hace con un pronóstico posible del futuro inmediato. 

Muchos pronósticos inmediatos de los grandes marxistas estaban equivocados, aunque acertasen en su visión a largo plazo y sus elementos analíticos. Marx se equivocó profetizando una revolución obrera en Alemania. Los bolcheviques se equivocaron al esperar que la Revolución de Octubre se extendiese a Europa occidental. 

Trotsky se equivocó al suponer que el proceso de burocratización de la URSS iba a ser abolido por una revolución política.
En general los marxistas somos gente optimista y activista, no porque la teoría marxista convierta en eso a la gente, sino al revés, porque es atractiva para los que tienen la característica de optimistas y activistas. Llega a ser incluso contradictorio. Una caricatura del marxismo, la teoría del 'determinismo histórico', entiende que la clase obrera está destinada a construir el socialismo como una ley natural de la historia; y esto se une a un voluntarismo político activista, lo que produce discursos de este tipo: 
“Nosotros estamos destinados a vencer en el sentido general del socialismo, pero además nuestro grupito político particular está también destinado a vencer porque tiene la verdad concreta, a diferencia los otros. Pero si faltás a una reunión o dejás de hacer una tarea vas a ser responsable del fracaso de la Historia de la Humanidad.” 

Es un fatalismo positivista optimista y al mismo tiempo una especie de delirio de omnipotencia invertido: soy tan poderoso que si hago algo mal soy responsable de que se derrumbe el Mundo.


Las razones de Trotsky para negar que ese estamento social fuese una clase social dominante, y hablase de una excrecencia temporaria dentro del proyecto socialista que desaparecería por el desarrollo de éste,  son de dos tipos. Por un lado la caracterización objetiva de ese sector social: no tiene la  propiedad jurídica de los medios de producción ni derecho de herencia, y no puede constituirse en clase social. Son razones muy discutibles. Podemos ver clases sociales dominantes en la historia que no tenían derecho a herencia. Los curas en la Edad Media constituían una clase dominante y ni siquiera podían tener hijos, menos herencia.


Aclaremos:No podían tener hijos oficialmente. Una cosa es la formalidad jurídica y otra la realidad sociológica. Porque si consideramos que la falta de la propiedad jurídica impide la apropiación privada del plusvalor, cuando vemos las formas de corrupción que aparecen y permiten esa apropiación privada podemos quedarnos en su apariencia de elementos accesorios accidentales, y definir el modo de producción realmente existente haciendo abstracción de esa realidad.


No todas las clases sociales dominantes tienen la misma condición, ha habido muchas formas de clases dominantes y muchas formas de explotación; pero lo fundamental es la forma de extracción de plustrabajo. Una clase dominante existe históricamente porque existe un modo de extracción de plustrabajo, un modo de dominación que sustenta lo anterior, y un mecanismo de reproducción de esas relaciones sociales que le da continuidad  histórica. Estos conceptos los retomaremos más adelante.


Pero Trotsky negaba esta condición, además, por una razón de tipo subjetivo: su confianza en la capacidad del proletariado de hacer la revolución socialista. Dice: “Pero si dijésemos que esto es una clase social nueva, estamos diciendo que el proletariado no es capaz de hacer la revolución socialista.” Si el proletariado es capaz de hacerla, necesariamente debemos concluir que esta degeneración es un fenómeno temporal y va a desaparecer por el propio proceso revolucionario.


Es el optimismo histórico que lleva a Trotsky a negar que pudiese generarse un nuevo modo de producción entre el capitalismo y el socialismo, que una nueva clase social dominante aparezca en el proceso de construcción del socialismo, pues eso sería decir que la clase obrera es incapaz de conducir su propia revolución, y ese estamento usurpador y parasitario sería históricamente necesario y progresivo.


Voy a tomar aquí otro ejemplo didáctico de Trotsky en aquella discusión, el del mecánico sentimental:


Cuando un mecánico sentimental examina un coche en el que, pongamos por caso, unos gángsteres han escapado de la policía por una mala carretera, y se encuentra con los neumáticos reventados, el chasis roto y el motor medio engripado, puede exclamar: 'Esto no es un coche, ¡vete a saber lo que es!'. Una estimación de este tipo carecerá de carácter técnico o científico, pero expresará muy bien la legítima reacción del mecánico ante la obra de los gángsteres. Supongamos que el mecánico tiene que reconstruir ese objeto que ha denominado 'vete-a-saber-lo-que-es'. En ese caso, tendrá que empezar por reconocer que lo que tiene delante es un coche estropeado. Determinará qué partes están todavía bien y cuáles es preciso reparar, para decidir por dónde empezar el trabajo. El trabajador con conciencia de clase debe adoptar una actitud similar hacia la URSS. Tiene perfecto derecho a decir que los gángsteres de la burocracia han transformado el estado obrero en un 'vete-a-saber-lo-que-es'. Pero en cuanto supera la primera reacción y se enfrenta políticamente con el problema, se ve obligado a reconocer que tiene ante sí un estado obrero estropeado, con el motor de la economía engripado, pero que todavía anda y que puede arreglarse sólo con cambiar algunas piezas.”


Es un texto brillante por su capacidad didáctica de explicar un tema complejo con ejemplos sencillos. 

Pero no sé si algunos habrán tenido la experiencia –tal vez Trotsky no– de tener un auto viejo y desvencijado que ya no sirve, y cuando lo llevo al mecánico me dice. “No  tiene arreglo, no tires la plata”. Y uno tiene un problema sentimental, y dice: “Si no lo arreglo me quedo a pie”. Pero el mecánico dice: “Ya estás a pie”. 

Este es el problema: en realidad ese estado obrero estropeado ya era irrecuperable


Veamos aquí ahora el gobierno del Frente Amplio. ¿Es recuperable, o está totalmente estropeado? Esto está en debate en el país desde hace más de diez años. Hay un aspecto crudamente objetivo, pero también involucra la afectividad y angustia de la gente. Angustias así y muchos mayores deben haber vivido aquellos revolucionarios cuando se vieron ante la realidad del momento histórico muy difícil, veían el pacto entre Stalin y Hitler, el reparto de Polonia, la traición a la revolución española, o los procesos de Moscú en los años 36 y 37. Pero las conclusiones a las podemos llegar hoy, no eran fáciles en aquel entonces.


Tomemos pues a Trotsky y su “mecánico sentimental” del que quiere tomar distancia y tener una visión “objetiva”. ¡Es obvio que el que tiene esa atadura sentimental es él!


En vísperas de la Segunda Guerra prevé que ésta llevará al hundimiento del estalinismo y a una revolución política en la URSS (y he aquí el pronóstico que encaja con su teoría y su propuesta) y escribe:



La alternativa histórica, llevada al límite, es la siguiente: ¿es el estado estalinista un desgraciado incidente en el proceso de transformación de una sociedad del capitalismo al socialismo, o es el primer paso hacia un nuevo tipo de sociedad basada en la explotación? Si la segunda afirmación es cierta, la burocracia se convertirá en una nueva clase explotadora. Si el proletariado del mundo se muestra incapaz de cumplir la misión que le ha asignado el curso del desarrollo histórico, no nos quedará más remedio que reconocer que el programa socialista, basado en las contradicciones internas de la sociedad capitalista, es una utopía. Sería necesario, en ese caso elaborar un nuevo programa ‘mínimo’, para la defensa de los intereses de los esclavos de la sociedad burocrática totalitaria”.


Y refiriéndose a la guerra que se avecina hace lo que llamamos pronóstico optimista, y adelanta con honestidad las posibles conclusiones a partir de un resultado negativo:


Si, contra todo pronóstico... durante la guerra o tras ella... el proletariado es derrotado en todos los frentes, tendremos que replantearnos nuestra concepción de la época actual y sus fuerzas motoras... la perspectiva histórica del mundo en las próximas décadas, quizá en los próximos siglos; ¿hemos entrado en la época de la revolución social y la sociedad socialista o, por el contrario, en la de la decadencia de la sociedad y el totalitarismo burocrático?”
El optimismo extremo cae en el pesimismo extremo por el peso de su propia lógica. Si decimos que necesariamente, en virtud de la teoría, ganaremos, y si al final los hechos dicen que no ganamos, todo lo que habíamos pensado quedaría desmentido.
Pero se trata de un recurso argumental. 

Trotsky defiende su punto de vista frente a sus opositores recurriendo al método de reducción al absurdo: si mi conclusión no es cierta entonces los supuestos de la teoría socialista se vienen abajo. 

Es un razonamiento peligroso porque excluye los grises. Porque como sabemos, “contra todo pronóstico” el estalinismo no solo no cayó por la guerra sino que se consolidó y expandió. Y sin embargo eso no significó que se cerrase la época de la revolución socialista.


No nos interesa hacer juicios de valor sino sacar  conclusiones sobre la teoría. La construcción conceptual de Trotsky en el corto plazotenía sus límites y los hechos lo evidenciaron. Para una evaluación científica de éstos hay que confrontar su hipótesis de trabajo con los testarudos hechos, como exige el método científico y él mismo lo sugiere. 

Y al tiempo de no dejarnos impresionar por sus bríos polémicos, debemos comprender que su visión de las cosas estaba también empujada por las ganas de que eso pase, como ocurre con todos los revolucionarios.


Dice también Trotsky en esa polémica del 39: “el concepto de estado obrero degenerado [es]... una categoría histórica llegada al borde de su propia negación. Haría falta un acontecimiento histórico de gran importancia, un cambio de situación en la URSS, el hundimiento de la pandilla estalinista para que estos camaradas dijeran: Sí, teníamos hasta ahora un estado obrero degenerado”.


Lo que ocurrió fue precisamente lo contrario.

 A partir del “acontecimiento histórico” del derrumbe de la URSS, en muchos se produce la conclusión: “No, hace tiempo que no teníamos un estado obrero degenerado”.


En esto, entonces, Rakovsky tenía razón. Fue necesario que las aguas siguiesen su curso, y entonces mirar nuevamente río arriba


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Referencias bibliográficas:


Rakovsky, Christian.Los peligros profesionales del poder
https://www.marxists.org/espanol/rakovski/1928/08-1928.htm

The Russian Opposition Replies to the Capitulators
https://www.marxists.org/archive/rakovsky/1929/xx/capitulators.htm

The Policy of the Leadership and the Party Regime
https://www.marxists.org/archive/rakovsky/1929/xx/policy.htm

On the Five Year Plan
https://www.marxists.org/archive/rakovsky/1930/xx/5yearplan.htm

Five Year Plan in Crisis
https://www.marxists.org/archive/rakovsky/1930/08/index.htm

Preobrazhenski, Eugeny:La nueva económica
https://elsudamericano.wordpress.com/2017/09/18/la-nueva-economia-por-eugeny-preobrazhenski/

Kolontái, Aleksandra La oposición Obrera
www.omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/la.oposicion.obrera.pdf

Brecht, Bertolt Galileo Galilei
www.omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/galileo-galilei.pdf

Broué, Pierre.Los trotskistas en la URSS
https://www.marxists.org/espanol/broue/1980/trotskistas_en_la_urss.htm

El Partido Bolchevique
https://www.marxistsfr.org/espanol/broue/1962/partido_bolchevique

Rakovsy, ou la revolution dans tout les pays
http://www.bnfa.fr/livre?biblionumber=16530

Trotsky, León. La revolución traicionada
http://www.elsoca.org/pdf/libreria/La%20Revolucion%20Traicionada.pdf

En defensa del marxismo
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1940s/dm/index.htm

Programa de transición
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/prog-trans.htm




FERNANDO MOYANO - postaporteñ@ 1844 - 2017-11-12 






KRONSTADT TUVO ANTECEDENTES

Rolando Astarita


En una nota anterior ( 06.NOV.17 | postaporteñ@ 1841 Precisión Sobre el Programa de Kronstadt Por ASTARITA)  señalé que Paul Avrich (en Kronstadt 1921) presenta significativa evidencia de que los marineros de Kronstadt pedían elecciones libres en los soviets. Pero no se trató solo de Kronstadt, ya que la sublevación tuvo como antecedente inmediato las movilizaciones obreras ocurridas en Moscú y Petrogrado entre enero y febrero de 1921.


Movilizaciones obreras en Moscú y Petrogrado



Según Avrich, el primer disturbio serio se produjo en Moscú, a mediados de febrero. El detonante fue el anuncio del gobierno de que se reducía en un tercio la ración de pan acordada para las ciudades. Era una medida obligada porque grandes nevadas y la escasez de petróleo habían detenido los trenes que aprovisionaban a las ciudades. 

Pero los padecimientos eran inmensos, y estalló la protesta. El movimiento comenzó con reuniones espontáneas en las fábricas, en las que se exigió el fin del Comunismo de Guerra y un sistema “de trabajo libre”. Le siguieron manifestaciones que pedían el “libre comercio”, mayores raciones y acabar con las requisas de cereal.

 Algunos manifestantes también reclamaron la restauración de los derechos políticos, y hasta hubo pancartas pidiendo la Asamblea Constituyente. Las autoridades restablecieron el orden apelando a tropas regulares y a los cadetes de la escuela militar.


Pero la oleada se extendió a Petrogrado. La ciudad estaba al borde del hambre, había carencia de ropa de abrigo y calzado, y de combustible para calentar los hogares. La situación era tan grave que a comienzos de febrero de 1921 más del 60% de las fábricas tuvieron que cerrar por falta de petróleo. La protesta comenzó con reuniones en las fábricas y talleres. 

Los oradores exigían que se terminaran las requisas de granos, que se suspendieran las inspecciones campesinas, se abolieran las raciones privilegiadas (que iban a funcionarios) y se permitiera el trueque de posesiones personales por alimentos. El 24 de febrero los obreros de la fábrica Trubochny abandonaron el trabajo y convocaron a una manifestación que rápidamente reunió unas 2000 personas, provenientes de fábricas cercanas y estudiantes del Instituto de Minería. Al día siguiente el movimiento ganó fuerza. 

Las autoridades entonces respondieron con el toque de queda a partir de las once de la noche y la prohibición de las manifestaciones callejeras. Los bolcheviques pedían a los obreros “que no hicieran el juego a la contrarrevolución” (Avrich, p. 45). Sin embargo, el movimiento siguió difundiéndose “y una fábrica tras otra se vieron obligadas a suspender su funcionamiento” (p. 47). 

En ese punto “las quejas políticas habían comenzado a ocupar un lugar prominente en el movimiento huelguístico.

 Entre otras cosas, los trabajadores deseaban que los destacamentos especiales bolcheviques armados, que cumplían una función puramente policial, fueran retirados de las fábricas, así como pedían también que se licenciaran los ejércitos de trabajo… 

En un nivel más fundamental, se volvieron más insistentes y generales los requerimientos de restauración de derechos políticos y civiles…” (pp. 47-8).


Influencia menchevique



El 27 de febrero aparecieron panfletos sin firma, pero de inconfundible sello menchevique. Exigían “la liberación de todos los trabajadores socialistas y no partidarios arrestados; la abolición de la ley marcial; la libertad de expresión, prensa y reunión para todos los trabajadores; elecciones libres de comités de fábrica, sindicatos y soviets” (citado por Avrich, p. 48; énfasis agregado). Con esto se demandaba el cumplimiento de la constitución vigente, según la cual todos los partidos socialistas que reconocían la autoridad del soviet debían tener su lugar en el sistema.

 Escribe Avrich: “En consonancia con su rol de oposición legal, que habían desempeñado desde 1917, los mencheviques evitaron toda exhortación a derrocar al gobierno por la fuerza de las armas.

 Más bien… pedían a los trabajadores de Petrogrado que celebraran asambleas, aprobaran resoluciones y peticionaran a las autoridades…” (p. 49). Era un programa distinto al de los socialistas revolucionarios, quienes apostaban a un levantamiento masivo que desalojara a los bolcheviques del poder, y restableciera la Asamblea Constituyente. 

Tengamos presente que el octavo Congreso de Soviets de toda Rusia, en diciembre de 1920, solo admitió algunos delegados mencheviques y socialistas revolucionarios, y de algunos grupos menores, pero sin derecho a voto (Carr, p. 193). Sería la última participación de delegados de partidos de izquierda, por fuera del partido Comunista.


Avrich también afirma que en 1921 los mencheviques habían recuperado buena parte del apoyo de la clase obrera que perdieran en 1917. “Los agitadores mencheviques eran oídos con simpatía en las asambleas de obreros y los panfletos y manifiestos que producían pasaban por muchas manos, que los recibían con avidez” (p. 50). 

Todo indica que el movimiento espontáneo de los trabajadores de Petrogrado encontraba expresión en esas demandas.
La recuperación del partido menchevique entre la clase obrera también es señalada por Marcel Liebmanun autor que simpatiza con las posturas leninistas. Explica que a partir de 1919 los mencheviques reaparecieron en los soviets, desplegando una oposición en tres direcciones: la defensa de “la legalidad soviética”; la reivindicación de la liberalización económica; y el restablecimiento de la independencia sindical y los derechos de la clase obrera. Liebman anota que ya en el Congreso de los soviets en diciembre de 1919 la intervención de Martov “tuvo eco entre ciertos comunistas” (p. 64). En 1920 los mencheviques obtuvieron 46 mandatos al soviet de Moscú, 205 al de Kharkov, 120 en Iekaterinoslav, 50 en Toula. 

Sus publicaciones y oradores denunciaban que la fórmula “todo el poder a los soviets” significaba en la práctica “todo el poder a los bolcheviques”, y manifestaban su deseo de que los soviets “tuvieran realmente todo el poder, en lugar de sostener a la burocracia bolchevique” (p. 65). Y en el mismo sentido que Avrich, Leibman señala el “rol importante” que desempeñaron los mencheviques “en la agitación y ola de huelgas que se produjeron en febrero de 1921 en Petrogrado” (p. 66).

 Es de notar, sin embargo, que los mencheviques defendían una línea de oposición dentro de la legalidad soviética. Es posible que esta orientación también les haya ganado apoyo en sectores de la clase obrera. Incluso cuando se produjo la sublevación de Kronstadt, los mencheviques se negaron a aprobarla (Liebman, p. 72).


Fin del movimiento y sus repercusiones


En cuanto al movimiento huelguístico de Petrogrado, el gobierno terminó apelando a la represión para sofocarlo. Avrich señala que las unidades militares que se consideraban poco seguras fueron desarmadas y confinadas a sus cuarteles. Las autoridades movilizaron a los cadetes de la escuela de oficiales comunistas, que comenzaron a patrullar las calles.

 En los barrios se detenía a los peatones y se examinaban sus documentos. 

Se cerraron teatros y restaurantes. Muchos huelguistas fueron despedidos de sus fábricas. Además, la Cheka realizó gran cantidad de arrestos. “Se encarcelaba a los oradores que criticaban al régimen en las asambleas de fábrica y en las manifestaciones callejeras”. Unos 500 obreros y funcionarios sindicales habrían terminado en la cárcel. También “cayeron en las redadas millares de estudiantes, intelectuales y otras personas que no eran obreros, muchos de los cuales pertenecían a partidos y grupos de oposición” (Avrich, p, 52). La organización menchevique de Petrogrado fue particularmente afectada. “… se ha estimado que durante los primeros tres meses de 1921 fueron arrestados unos 5000 mencheviques, incluido el Comité Central del partido” (ibíd.).


Paralelamente los agitadores bolcheviques atribuían las huelgas a conspiraciones contrarrevolucionarias de los Guardias Blancos y sus aliados mencheviques y socialistas revolucionarios. Y el gobierno dio algunas concesiones:

se distribuyeron raciones extra a los soldados y obreros fabriles, se trajeron abastecimientos extra; también se permitió salir de la ciudad para abastecerse de comida; y se informó que se estaban elaborando planes para terminar con las requisas compulsivas de grano. 

Estas concesiones aliviaron la tensión y en los primeros días de marzo los obreros volvieron a las fábricas. El hambre y el frío, además de la carencia de un programa coherente, la represión y el temor de que los contrarrevolucionarios blancos aprovecharan la situación, debilitaron las protestas.


Pero los movimientos de Moscú y Petrogrado fueron importantes y constituyeron el preámbulo de Kronstadt. Liebman escribe: “Las grandes huelgas que se habían desarrollado en Petrogrado a fines del mes de febrero –y un poco antes en el mismo Moscú- mostraban que los obreros de la industria no estaban al abrigo de la agitación” (p. 71). Dice Avrich: “…las huelgas de Petrogrado estaban destinadas a una breve existencia. 

En verdad, terminaron casi tan repentinamente como habían comenzado, sin haber alcanzado nunca el punto de la revuelta armada contra el régimen. Sin embargo, sus consecuencias fueron inmensas. Al excitar a los marineros de la cercana Kronstadt, muy atentos a los desarrollos insurreccionales de la vieja capital, dieron marco a lo que fue, en muchos aspectos, la más seria rebelión en la historia soviética” (p. 55).

 También Carr: “El final de la guerra civil reveló el alcance total de las pérdidas y de la destrucción que tenía por consecuencia, y soltó los frenos que la lealtad ordinariamente impone en la guerra; el descontento con el régimen se extendió por vez primera fuera de los círculos políticos y se expresó en alta voz, alcanzando hasta a los campesinos y a los obreros de las fábricas. La sublevación del Kronstadt… fue expresión y símbolo de esta situación” (p. 193).


Por último, señalemos que a pesar de su importancia, los stalinistas y trotskistas que escriben sobre Kronstadt acostumbran pasar por alto las huelgas y manifestaciones obreras de Moscú y Petrogrado de enero y febrero de 1921. 

Como botón de muestra, remito de nuevo al escrito de Roberto Sáenz, (Elementos para un balance del gobierno bolchevique (parte 2), que dio lugar a mi entrada anterior. 

Sin embargo, el ocultamiento del hecho histórico no puede borrar el problema que plantea una demanda como “elección libre en los soviets”. Expresado en forma de pregunta, ¿la democracia soviética es válida solo si está garantizado el triunfo de “el” Partido Revolucionario?


Textos citados:

Avrich, P. (s/fecha): Kronstadt 1921, Buenos Aires, Utopía Libertaria.


Carr, E. H. (1973): La revolución bolchevique (1917-1923), Madrid, Alianza Editorial.


Liebman, M. (1973): Le léninisme sous Lénine. 2. L’épreuve du pouvoir, París, Seuil

ASTARITA - postaporteñ@ 1844 - 2017-11-12 






Colaboracionismo y Contrarrevolución en la Cataluña del Procés



Esteban Vidal - 29 OCTUBRE, 2017 Blog cultura y anarquismo


La confusión reinante en relación a lo que ocurre hoy en Cataluña no es casual. Ya dice el refrán que a río revuelto ganancia de pescadores. En este sentido lo que actualmente sucede en Cataluña no es una excepción a tenor de los últimos acontecimientos. Por esta razón es preciso señalar la existencia de dos niveles de análisis de la realidad para una mejor comprensión de los hechos que acontecen en Cataluña. 



En primer lugar nos encontramos con el marco general en el que se inserta la opinión pública, y que está definido por el enfrentamiento entre las elites de Madrid y Barcelona. 


Este conflicto puede resumirse como una lucha entre diferentes legalidades. La legalidad del Estado español que pretende conservar su control sobre el territorio y la población de Cataluña, y por otro lado la legalidad que trata de imponer la Generalitat sobre Cataluña para constituirse en un Estado independiente. 

En el marco de este rifirrafe se inscribe todo el conflicto y debate que hoy se desenvuelve en torno a Cataluña, y del que el referéndum del pasado 1 de octubre únicamente constituye un instrumento de los políticos nacionalistas para legitimar la construcción de un Estado propio.

A los líderes nacionalistas nunca les ha interesado el derecho a decidir, salvo que este consista en ratificar su voluntad y consecuentemente su programa político. De hecho es bastante clarificador comprobar que la pregunta formulada en el referéndum girase en torno a la creación de un Estado catalán o, en su caso, la permanencia de Cataluña dentro del Estado español. Así pues, los acontecimientos se han desenvuelto en este marco político e ideológico establecido por las instituciones oficiales del sistema de dominación.

La lógica del conflicto en Cataluña se desarrolla, entonces, entre el Estado central y la Generalitat, el nacionalismo español y el nacionalismo catalán, el españolismo y el catalanismo, la burguesía española y la burguesía catalana. Se trata de una lógica del poder que ha dirigido la escalada de la confrontación a la que diferentes sectores de la población han sido arrastrados. 


Si el Estado español ha empleado la represión para imponerse y tratar de asegurar con ello el cumplimiento de su legalidad, los políticos de la Generalitat no han sido menos y han utilizado sus recursos institucionales (Mossos, sistema educativo, burocracia, medios de comunicación, etc.) y monetarios para movilizar a la sociedad y hacer valer así sus intereses. 

Asimismo, el nacionalismo español no ha dudado en movilizar a su correspondiente base social tanto en Cataluña como en el resto del Estado español para legitimarse y crear más presión sobre la elite nacionalista catalana. Es, por tanto, un conflicto de carácter nacional en el que el nacionalismo, a partir de los hechos diferenciales en el terreno identitario, es empleado para politizar y movilizar a la población y lograr su adhesión a alguna facción de la elite dirigente. 

Como resultado de todo esto el espacio público, político, ideológico, cultural y social se divide entre el nacionalismo español y el nacionalismo catalán, lo que permite la colaboración entre clases y la supeditación de los sectores más populares a los intereses de cada facción de la elite dominante.

Pero existe otro nivel de análisis la realidad que subyace a todo lo antes descrito y que es el que ataña a lo que ocurre entre bastidores. 


 Si la representación del conflicto es hecha en términos nacionales es porque obedece a una intencionalidad política que hay detrás de todo ello, y que en última instancia responde a la necesidad de forzar una redistribución del poder institucional. 

El procés y el referéndum han servido al claro propósito de forzar la creación de una situación de excepcionalidad política que permita arrancar al Estado español una serie de concesiones a través de la reforma constitucional y estatutaria.


Es aquí donde cobra sentido la apertura del correspondiente debate político para reformar la constitución con el propósito de mantener a Cataluña dentro del marco político de un Estado español de carácter federal. 

De un proceso de reforma como este sólo cabe esperar un reforzamiento del poder del Estado español, y sobre todo un aumento del poder de sus delegados en la periferia como es la elite política catalana. Inevitablemente todo esto implica, a su vez, un aumento de los recursos económicos de la autoridad regional, de lo que se deduce rápidamente que en toda esta serie de desencuentros políticos calculados están en juego sustanciosas cantidades de dinero, pero también de cargos en la burocracia autonómica, de privilegios, sinecuras y prebendas como, por ejemplo, en las empresas a cargo de la Generalitat o en aquellas otras que dependen de sus contratos y subvenciones.

 Así, puede entenderse que en determinados sectores políticos, encuadrados sobre todo en el nacionalismo catalán y en aquellos que se encuentran en la órbita del soberanismo, ligados tanto a organizaciones partidistas como de carácter social y movimentista, estén tan implicados e interesados en el desarrollo del procés como para haber puesto en marcha una movilización social en Cataluña que no se veía desde 2011.

Si el impulso principal del procés y de todo cuanto ha girado en torno al referéndum ha venido de las instituciones oficiales en Cataluña, y más concretamente de la Generalitat, su ejecución ha contado con la casi imprescindible colaboración de diferentes actores sociales, políticos y sindicales que han operado como correa de transmisión para movilizar a una parte considerable de la población. 


No se trata de un apoyo desinteresado, sino que existe un gran interés en recoger los correspondientes frutos derivados de una gran movilización popular que, todo hay que decirlo, ha destacado por un elevado grado de organización, coordinación y eficacia a la hora de ofrecer resistencia a las autoridades enviadas desde Madrid para abortar las iniciativas de los políticos catalanes.

 El nacionalismo catalán se ha dotado así de una importante base social que el 1 de octubre hizo de parachoques de la elite catalana al ser la que recibió los embates de la represión ejercida por la fuerza armada del Estado español. Quienes participaron en esta movilización fueron utilizados de un modo completamente descarado por la casta de mercenarios políticos apoltronados en la Generalitat, quienes no dudaron en alimentar una serie de esperanzas que ellos mismos se encargaron de destruir el 10 de octubre y que tuvieron como consecuencia la decepción y el descrédito.

 Sin embargo, hay que destacar que la movilización popular puesta en marcha por diferentes actores ubicados en los movimientos sociales, el sindicalismo y la política, se inscribió en el marco antes descrito y que bajo el pretexto del derecho a decidir buscaba la construcción del Estado catalán. 

La fundación de una república catalana, de carácter capitalista, burgués, estatista, partitocrática, europeísta, etc., o la permanencia de Cataluña en el Estado español son las únicas opciones posibles presentadas a los catalanes.

Las alternativas giran, por tanto, en torno a un estatismo catalán y un estatismo español, de manera que a los catalanes únicamente se les pretende brindar la oportunidad de elegir el color y el propietario de las cadenas de su esclavitud.

La elite política catalana, sabedora de la inviabilidad de fundar un Estado catalán independiente, atizó el nacionalismo como instrumento de movilización para generar la presión social necesaria con la que desencadenar una crisis política e institucional en el seno del Estado español y, de este modo, forzar algún tipo de proceso de reforma del que obtener las consecuentes concesiones.


 Estas concesiones en la forma de considerables sumas de dinero constituyen una importante motivación que los actores involucrados en la movilización social anhelan conseguir en un futuro próximo.

 Así se entiende el colaboracionismo no ya sólo de sectores abiertamente nacionalistas, sino también de aquellos otros que históricamente han pertenecido a la disidencia política cuyo eje de coordenadas ideológico natural se ubica en el terreno de la lucha de clases, de las aspiraciones emancipadoras y transformadoras.

 Sin embargo, la conversión del independentismo, el nacionalismo, el referéndum y, en definitiva, el soberanismo, en una moda en Cataluña ha hecho que los sectores pertenecientes a la disidencia política se hayan subido al carro del procés para integrarse de manera ordenada en el sistema y recoger las debidas prebendas que, más pronto que tarde, serán repartidas entre los participantes en función de sus correspondientes méritos al servicio de la causa nacionalista.

Entre los colaboracionistas encontramos a un sector considerable del movimiento libertario. Desde un punto de vista ideológico no deja de ser llamativa esta participación, lo que hace necesario buscar las razones reales que se encuentran detrás. 


Aunque no han sido pocas las voces críticas con esta postura lo cierto es que este tipo de fenómenos tampoco constituyen una novedad, sobre todo si tenemos en cuenta que fueron bastantes las ocasiones del pasado en las que una parte del entorno libertario se prestó a colaborar con ciertos elementos de la clase política, e incluso con las autoridades. 

 Por este motivo es importante buscar las razones de fondo que explican esta actitud y contrastarlas con aquellas explicaciones justificadoras utilizadas por quienes se involucran en este tipo de procesos políticos y sociales.

Si hay algo verdaderamente peculiar en el entorno libertario es esa extraña propensión a apuntarse al jaleo allí donde lo hay. Esto suele justificarse bajo el pretexto de que es necesario estar en las denominadas luchas populares para tratar de radicalizarlas y conseguir de este modo dotarlas de un carácter revolucionario


En el fondo esto no deja de ser la expresión de una vieja táctica empleada por los marxistas y que no es otra que el entrismo. Con ello se busca parasitar las movilizaciones sociales organizadas por otros para extraer los consecuentes réditos tanto sociales, como políticos y económicos. Lo que se busca en estas ocasiones no es la consecución de un cambio en un sentido emancipador, pues es de sobra sabido que el reivindicacionismo de las luchas parciales sólo logra en el mejor de los casos meras reformas del orden constituido en la forma de concesiones, de migajas que son dispensadas por el poder a las elites subalternas que encabezan las protestas.

 En este contexto es en el que se inscribe esa propensión de algunos sectores ácratas a participar en las trifulcas políticas que se tercien. Pero en el fondo únicamente persiguen mantener y reproducir sus organizaciones, crecer a expensas de las movilizaciones, de tal manera que la agitación social es el río revuelto en el que lanzan sus redes para pescar en medio de la confusión. 

Todo esto en el marco del procés deja bien clara la existencia de un anarquismo que opera de manera reactiva, que crece y se desarrolla al amparo del poder establecido así como de sus iniciativas. Un anarquismo integrado por quienes hoy aspiran a recoger los frutos de su participación en un fenómeno político y social encaminado formalmente a la construcción de un Estado catalán independiente. Un anarquismo cuyas organizaciones e integrantes persiguen las dádivas de las instituciones en la forma de prebendas de todo tipo, y que sólo demuestra que en el fondo de estas maniobras se encuentra la intención de integrarse de forma ordenada en el sistema establecido.

No sin razón Errico Malatesta señaló en su momento el sinsentido de que los anarquistas apoyasen a aquellos que aspiran a alzarse con el poder. 


Esta afirmación sigue siendo válida en lo que respecta a los libertarios que de manera entusiasta se han sumado al procés. La agitación social que ha acompañado al procés no es otra cosa que las burbujas que emergen en la superficie de un fenómeno que constituye en esencia una lucha de las elites por una redistribución del poder, y en el que determinados sectores sociales sólo son instrumentos al servicio de los intereses de dichas elites. 

Así, la denominada construcción nacional con la creación de un Estado catalán está en las antípodas de cualquier aspiración de carácter emancipador. 

El colaboracionismo demuestra ser una gran inconsecuencia cuya justificación suele ser respaldada con la reivindicación del referéndum como expresión del derecho a decidir. Sobre esto ya se ha dicho bastante en otra parte, pero cabe recordar que un pueblo no tiene la posibilidad de decidir su futuro en el marco político del Estado, y un Estado catalán tampoco va a resolver nada de esto. Por el contrario el referéndum únicamente ha sido un instrumento de legitimación de la elite catalana y de su proyecto político.

 Aunque formalmente se afirma que se aspira a la creación de un Estado catalán, lo que es completamente inviable, lo que realmente se persigue es algo mucho más factible como es conseguir nuevas concesiones del Estado español.

Los libertarios favorables a la participación en el procés aducen que la única alternativa es quedarse en casa y no luchar.


 Esto constituye un grave error porque demuestra impotencia para organizar un espacio de lucha propio en la sociedad, pero también manifiesta un carácter reactivo al depender de las iniciativas ajenas. A esto hay que sumar que participar en el procés significa involucrarse en un conflicto cuyo eje central es la denominada lucha nacional y no la lucha de clases, con lo que en la práctica supone afianzar la dinámica de colaboración entre clases que hoy se ha implantado en Cataluña. 

En el marco social, político e ideológico del procés no hay ninguna posibilidad para que la protesta popular, definida en términos puramente nacionales, adopte un carácter revolucionario y emancipador porque está dirigida, al menos formalmente, a construir un Estado catalán y no a poner fin a la sociedad de clases

Quienes controlan este proceso son no sólo las instituciones oficiales, sino sobre todo sus colaboradores en los movimientos populares a través de una red de organizaciones y colectivos, tanto políticos como sociales y económicos, que orbitan en torno a la Generalitat, y de la que de un modo u otro comen. Por esta razón, cuando se elige participar en un espacio político, social e ideológico que no es el propio, y que por el contrario constituye un territorio que pertenece al enemigo, ya se está preso antes de luchar y la batalla está perdida de antemano.

 Es materialmente e ideológicamente imposible desvincular el procés de su finalidad política nacionalista dirigida a reforzar el poder de las elites catalanas, y eventualmente construir un Estado catalán propio que cada día que pasa es cada vez más lejano e imposible.

Como consecuencia de la asunción de las premisas políticas e ideológicas del nacionalismo que equiparan la autodeterminación con el referéndum, las votaciones y en última instancia la construcción de un Estado catalán, vemos cómo algunos sectores libertarios no han dudado en reivindicar uno de los mayores símbolos de la esclavitud de nuestra época actual como son las urnas electorales. 


Del abstencionismo y de consignas como la de “no nos representan” se ha pasado a defender las votaciones bajo la fórmula fraudulenta del derecho a decidir. Pero lo cierto es que un pueblo únicamente consigue disponer de la capacidad decisoria para determinar su futuro cuando el Estado ha sido destruido, y no cuando se desarrolla un proceso electoral dirigido a ratificar la voluntad de las elites para construir un nuevo Estado, y consecuentemente una nueva máquina de opresión dirigida a conservar y reproducir las jerarquías de la sociedad de clases. 

El colaboracionismo se traduce, entonces, en contrarrevolución que es ejecutada de un modo más o menos consciente por los principales responsables de las organizaciones libertarias implicadas en el procés, todo ello con la esperanza de conseguir las consecuentes recompensas por los servicios prestados. 

Pero igualmente esta colaboración es desarrollada, muchas veces de un modo inconsciente, por ese rebaño de activistas alienados que hace tiempo delegaron en otra cualquier labor reflexiva.


Un claro ejemplo de todo lo dicho lo representa la convocatoria de huelga del 3 de octubre bajo el pretexto de protestar contra la represión. Una represión, que al menos en el momento en el que la huelga fue convocada, era llevada a cabo contra algunos altos funcionarios de la Generalitat y no contra el conjunto de la sociedad catalana. 


Sin embargo, se cerraron filas en torno a los políticos catalanes y el relato antirrepresivo no tardó en vincularse desde el primer momento a la celebración del referéndum, en tanto en cuanto la represión fue presentada como una vulneración de los derechos y libertades ciudadanas. Una vez más nos encontramos con que sectores pretendidamente disidentes, e incluso revolucionarios, asumen la ideología ciudadanista y terminan defendiendo los principales instrumentos de opresión política de los que dispone el sistema de dominación, tal y como ocurre con los procesos electorales. 

En este sentido el procés ha dado lugar a bastantes paradojas como que ciertos anarquistas defiendan las urnas electorales y con ello apoyen el estatismo, sea a través de la permanencia de Cataluña en el Estado español o de la construcción de un Estado catalán. 

En último término este sector libertario no ha hecho sino asumir como propia toda la mitología nacionalista que ha sido construida en torno al referéndum.

Asimismo, es interesante constatar que la huelga política convocada para el 3 de octubre rápidamente consiguió el apoyo y patrocinio de las máximas autoridades en Cataluña, además del apoyo y la participación de una facción significativa de la patronal catalana y otros elementos destacados del establishment como, por ejemplo, los partidos políticos. 


 Tal es así que la mencionada huelga no tardó en convertirse en un paro nacional con todo lo que ello conlleva en el terreno político y simbólico. 

De este modo comprobamos una vez más que la denominada disidencia social y política tiene poco de disidente cuando sus principales exponentes se suben al carro de las iniciativas impulsadas desde el poder, lo que demuestra su oportunismo con el que tratan de reproducir sus organizaciones al parasitar este tipo de procesos sociales y políticos, además de intentar granjearse toda clase de prebendas y privilegios en los estamentos de la burocracia estatal y política.

De todo lo anterior podemos concluir que ese anarquismo de Estado, toda esa farándula libertaria que se presta a la colaboración entre clases, que sirve de apoyo para la clase política y sus proyectos de creación de un Estado catalán, y que vive de las subvenciones, los privilegios y el mercadeo de prebendas de todo tipo con la administración, no es otra cosa que la expresión de una disidencia controlada y dirigida por el poder, que desempeña el papel de remolque o furgón de cola en las movilizaciones desencadenadas por las instituciones. 


Si la naturaleza del procés, tal y como fue indicado en otra parte, es la revalorización de la clase política catalana y sus instituciones oficiales, la participación en semejante espectáculo constituye una forma de afianzar la contrarrevolución en curso. 

El procés ha servido para impedir cualquier tipo de movilización autónoma de la sociedad en Cataluña dirigida a subvertir el orden establecido, destruir las instituciones, la propiedad privada y las estructuras de poder que sostienen al Estado en aquella región. 

La lucha de clases ha sido sustituida por la lucha nacional en la que opresores y oprimidos se dan la mano, lo que ha servido para dirigir la protesta social hacia el callejón sin salida del nacionalismo y el estatismo, y que en última instancia significa el mantenimiento y reproducción de la actual sociedad de clases.

El procés mismo forma parte de la estrategia contrarrevolucionaria puesta en marcha por la elite dirigente catalana después de verle las orejas al lobo en 2011 cuando la población rodeó el parlamento, hasta el punto de que Artur Mas, así como otros colaboradores suyos, tuvo que entrar en helicóptero como Batman. 


Una estrategia que, a tenor de los más recientes acontecimientos, les ha funcionado de maravilla con la innegable colaboración de algunos elementos vinculados al activismo, los movimientos sociales y la disidencia política. Hoy Artur Mas, Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Anna Gabriel y tantos otros, son los héroes nacionales de Cataluña junto a las instituciones autonómicas como el parlament, los Mossos, etc.

 La represión del Estado español ha contribuido a reforzar esa imagen de héroes y mártires que han logrado construirse, pues el victimismo, un rasgo inherente a todas las ideologías totalitarias y que de forma especial se da en los nacionalismos, es la principal herramienta para la movilización social y la presión política para, así, legitimar las aspiraciones de la clase política catalana.

El sentimiento de nación agraviada siempre ha sido muy funcional para las elites dominantes de todas partes. El fascismo surgió de ese sentimiento generalizado en las poblaciones de Italia y Alemania. 


Este victimismo ha demostrado ser muy útil políticamente al servir para elaborar un relato que presenta un conflicto nacional entre buenos y malos, y en el que los referéndums sólo son un elemento legitimador para reforzar la posición de poder de las elites, pero también un mecanismo con el que buscar la unanimidad a nivel interior en contraposición al enemigo exterior. La ley de las mayorías, la ley del número que socava toda individualidad, impone una dinámica totalitaria en la que el hecho diferencial en el terreno de la identidad constituye la línea divisoria que enfrenta a un nosotros frente a un ellos que niega esa misma identidad. 

En última instancia el nacionalismo catalán ha logrado llevarlo todo hasta el extremo de vincular el derecho a decidir con la construcción de un Estado independiente, lo que ha servido para trazar una línea divisoria perfectamente clara entre quienes están a favor de ese proyecto político y quienes lo rechazan. Todo se resume a la consigna de “estás conmigo o estás contra mí”. Como consecuencia de esto quienes no comulgan con ruedas de molino son rápidamente metidos en el mismo saco del españolismo y sus representantes políticos.


Hoy vemos cómo una mascarada que algunos se atreven a llamar revolución sirve para subvertir cualquier posibilidad emancipadora y transformadora en el terreno social, hasta el punto de que la movilización de la población ha significado su alineamiento con el nacionalismo catalán o el español así como con sus respectivas elites de referencia. 


Desafortunadamente la mentalidad democraticista parece haberse impuesto en algunos sectores del radicalismo político, hasta el punto de que parece que los millones de personas que participaron en el referéndum del 1 de octubre no pueden estar equivocadas. Pero lo cierto es que la libertad no sale de las urnas, y que esta no es posible en el marco político de un Estado, sea español o catalán. 

Por este motivo se hace necesario que ante esta dinámica contrarrevolucionaria los sectores más conscientes de la disidencia política, tanto en Cataluña como en el resto del Estado español, desarrollen su propio espacio de lucha en un marco más amplio que el de sus particulares enfrentamientos contra el poder. 

Inevitablemente esto significa poner en marcha una lucha ideológica dirigida a romper la colaboración entre clases que hoy ha impuesto el nacionalismo, tanto español como catalán, y de esta forma extender entre la población la oposición al sistema de dominación vigente. 

Se trata de recuperar la lucha de clases como eje central del conflicto social, lo que inevitablemente conlleva dar la espalda a las instituciones y enfrentarse a ellas al mismo tiempo.

Todo parece indicar que los acontecimientos que hoy se desenvuelven en Cataluña van a servir para provocar una crisis política e institucional que fuerce la reforma del orden constituido, y consecuentemente que facilite el reforzamiento del sistema de dominación.


 Ante esta coyuntura histórica se hace preciso reformular la lucha en unos términos ideológicos y estratégicos antagónicos a la lógica y a la dinámica del poder.

Esto implica la conformación de un único frente de batalla contra el sistema de dominación en el que existan diferentes trincheras desde las que desarrollar esa lucha común, hasta el punto de generar un espacio de lucha propio dirigido a destruir el Estado y su sociedad de clases. 

Así pues, desde diferentes ámbitos se impone la necesidad de orientar la lucha en ese sentido revolucionario y emancipador, lo que constituye una actitud que hoy fácilmente puede ser resumida en la vieja consigna de paz entre pueblos y guerra entre clases



E.VIDAL - postaporteñ@ 1844 - 2017-11-12 




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