Sobre un libro fermental:
"Ay de los vencidos"
(Primera parte)
A la Memoria de Carlos “el colorado” Minetti y de Aníbal “el Caqui” de Lucía, desaparecido en este año del 2017
c.e.r. - 14 nov 2017
Este año del 2017, que felizmente va llegando a fin, ha tenido la virtud de contemplar la aparición de dos libros formidables: el de María Urruzola y el que motiva estas notas de Manuel Marx Menéndez
.
El primero tuvo su revuelo en los medios de comunicación privados y burgueses que cumplen una función central en el sostenimiento de la ideología oficial del estado uruguayo. El segundo –nos vaticinamos- no tendrá la misma repercusión, ni resonancia, porque es un ataque frontal a los mitos establecidos –y a estas alturas casi solidificadas. Pero para los estudiosos y expertos, para una gran parte de la militancia y para las futuras generaciones de militantes, deberá convertirse en uno de los libros de cabecera.
A Manuel Marx Menéndez el probable desaire de la “academia” y la “intelectualidad periodística mediática”, lo tendrá sin cuidado. Su objetivo es otro. Como buen tupamaro consiente –de los que “no se arrugan en el chicote”- sabe de sobra la dinámica que preside los “reconocimientos” burgueses y, “su precio”, que es el “arrepentimiento”
Un tupamaro que después de todas las prisiones - con más edad que el estudiante promedio universitario- que se atreviese con la Historia y llegase además, a las “aulas” con su bagaje de “solidaridad” y “combatividad”, de interés por la historia reciente, y siendo él mismo un testimonio viviente de lo que hablaba, era más que “una rara avis”. Era francamente, una incongruencia. A esa edad se llega a las aulas universitarias para dar clases, pero no para recibirlas.
Pero –vamos a permitirnos recordarle a ciertos “doctos” y “titulados”, más toda la variopinta colección de “los establecidos”- que el difunto gran historiador británico Edward P. Thompson, con un origen similar, dejó una huella imborrable en la “historia social”. Y la dejamos por acá…picando.
Manuel Marx Menéndez deja constancia,- a lo largo de todo su libro, pero también en su intervención en el aula del poeta y socialista Roberto Ibáñez- sobre esa preocupación (y lo reiteró en la entrevista que le hizo al final de su intervención al cronista del “Muerto que Habla”, una publicación alternativa). No tiene intención de decir “toda la verdad” sino una parte, y deja, para otros compañeros –que lamentablemente todavía están en silencio- el mensaje de que hay que romper con ese silencio y urgentemente, porque nuestra generación está jugando “los descuentos” y no hay tiempo que perder.
Una parte de la militancia tupamara que desde el 72 al 85 estuvo preso, ignora por motivos bien obvios la multitud de sucesos que sucedieron “afuera”. No pudieron ser testigos de la misma “huelga General” con la que se inaugura –finalmente!!!- la tiranía militar.
Desconocen la embestida golpista que sacudió a todo el Cono Sur (Chile primero, Argentina después) y todas las luchas que allí se dieron. Ignoran las connotaciones “internacionales” de aquellos sucesos y hasta el rol deslucido del “mundo socialista real” inclusive el rol (más que discutible) de cierta isla socialista y caribeña. Desconocen también, el molecular proceso de reagrupamiento de los pueblos latinoamericanos para enfrentar el neoliberalismo y el culmen a que se llegará en Nicaragua y Central América con revoluciones rampantes.
En todos esos procesos hubo militantes tupamaros (Chile, Argentina, Colombia, Nicaragua, San Salvador) que continuaron la vieja lucha “en otras condiciones” pero con el mismo viejo objetivo. Una historia de sacrificios, muertes, heroísmos, que alguna vez habrá que integrar en el gran fresco de la gesta tupamara.
Son “huecos”, “vacíos”, “desarrollos” que explican muchas “otras cosas” y que por eso mismo están ausentes y jamás son mencionadas por “la historia oficial”. Cuando se decide que “el capitalismo es invencible” y que más vale adaptarse a él y gestionarlo, hay que echar mucho lastre por la borda y recurrir al olvido, para justificar ciertos renunciamientos. Así llegó el Sr. José “Pepe” Mujica a su miserable versión (paternalista y autoritaria como pocas) de que el “objetivo” era,… simplemente: “un platito más de guiso para mis negritos”!!!
Hay que joderse!!!
¿En qué consiste entonces, la originalidad y la fermentalidad, del libro “Ay de los vencidos”?
Lo primero que cabe señalar es que es un testimonio presencial de muchas cuestiones que han sido esbozadas por otros anteriores (Samuel Blixén en su “biografía de Sendic y Jorge Zabalza en sus últimos dos libros, también en la medida que fue “progresista” -al comienzo de su obra- Clara Aldrighi). Pero en Manuel Marx Menéndez, los temas se confirman con detalles formidables, inclusive, documentos probatorios.
Que ante 40 militantes “escogidos”, la troika en pleno, fundamentara “la locura” de Sendic en el hecho “de que se movía constantemente y además orinaba seguido” pertenece a los anales del ridículo dentro de la canallada. Si éste era el nivel de crítica política de todos estos héroes de pacotilla, rehenes y la mar en coche. Si éste es el fundamento de sus “argumentaciones” queda en evidencia a qué grado de insensatez y puerilidad argumentativa habían descendido todos estos supuestos “cuadros”
No es ninguna casualidad que más de uno de los “convocados” saliera de la reunión desorientado completamente y su pusiera (en soledad) a llorar. Lo mismo le paso (y fuimos testigos presenciales- en Suecia- a Leonel Vidal, cuando me comunicó en “Radio Sur” lo que había sucedido en el Comité Central Ampliado, durante la denominada -por la militancia- “La Noche Triste” y me pidió una máquina de escribir, donde redactó su renuncia)
Lo que hubiera sido pertinente era que algunos de los convocados, se hiciera “el loco”, a lo anarco y,… les descerrajara a todos los “jefes” allí presentes, incluido al “rehén” Zabalza, un balazo mortal, de frente mar. Que la convocatoria para el “balurdo” los tomó de sorpresa, es la única justificación.
Y, acotemos, estaban todos: Maneras Lluveras, Julio Marenales, el “Ñato” EFH, Jorge Zabalza y “el Pepe” Mujica.
La “convocatoria” a este núcleo selecto de militantes probados “en las acciones”es anterior a “La Noche Triste” que fue el momento en el que Raul Sendic Antonaccio, enfrentó públicamente a todos energúmenos y el Ñato temió –le conocía bien el carácter al “Bebe” - que terminara la reunión a los tiros, con él seguramente, como primera víctima, por ser el mentor ideológico de la canallada. Pero de todos esos incidentes y sus prolegómenos nos queda un acto de violencia bien manifiesto que justifica las líneas anteriores: el “chirlo” con el Bebe, lo marcó en la cara a José “Pepe” Mujica, señalándolo como el intrigante y felón que fue toda su vida. Así que “en la violencia” se estuvo, para alguno que salga después, a intentar suavizar la cosa, poniéndole vaselina.
La verdadera “historia” no es entonces, que “de allí llegamos al Franzini” unidos y después -cuando el Bebe en su declive marchó a Europa donde murió- les dejó el mensaje de “Úsenme” con que EFH, quiso saldar la “cosa” en un artículo publicado en el diario de Federico Fasano, otro farsante y chantapufis de gran porte. Todo esto no está en la “historia oficial”.
Todo esto que muchos saben de primera mano todavía está oculto y circula solo en conversaciones “en confianza” y privadas.
A los mediáticos del sensacionalismo, a los organizadores de “mesas redondas” televisivas con pretensiones, a ciertos autores de libros difamantes sobre los Tupamaros, a los que levantan “los robos y los asaltos” de después del 85 para reforzar la historia burguesa de “la democracia agredida” (Sanguinetti) a toda esa falange que roza “los cuarenta” y que son una verdadera “generación al pedo” que en toda su vida no han participado en ningún episodio que los comprometiera generacionalmente, en la defensa de valores cívicos y sociales, poniendo en juego su libertad o su vida, a todos estos caballeros y damas, estos episodios de la historia reciente deberían motivarlos a investigar, profundizar y hacerlo conocer al gran público. Pero…convénzase mi amigo, no lo harán. Y ellos saben bien porqué.
Les tiramos el guante, inclusive a más de algún órgano semanal y “progresista”.
El episodio sobre el que acabamos de extendernos, es insuficiente, sin embargo, para que un libro merezca el calificativo de “fermental”. Pero es que, en 302 páginas, hay mucho más.
El esbozo de historia de la vida en el Penal de Libertad y el anterior de Punta Rieles (capítulo 5), tiene secciones reveladoras que en futuras ediciones deberían ampliarse. La historia de lo que pasaba en el “segundo Piso”, en sus alas A y B, es una verdadera novedad, una auténtica joya. Hasta ahora teníamos solo narraciones de experiencias personales, peripecias de vida particular, por así decirlo: la breve del “Mojarra” Wolf y la más interesante, un verdadero poema a la humanidad, de Estefanell.
Todas ellas menos reveladoras que la de ese gran militante que fue “el Mexicano” Perdomo. Pero Manuel Marx Menéndez aporta ahora, además de su relato documentos producidos y salvaguardados que son apéndices documentales de su libro y que merecerían (en una próxima edición”) una publicación más decente que la mera fotostática y que los haga legibles sin lupa. Son documentos reveladores de los intentos de pensar más allá de la mera reproducción –que también se hizo- de textos clásicos para la lectura, cuando los militares aplicaron “la línea dura” de que esos libros no debían permitirse circular. Son para cualquier historiador futuro documentos inestimables, de aquel submundo que fueron los Penales.
El estudio de la vida del Penal, las diferentes variables “de estilos” entre los militares –particularmente los “oficiales jefes” que eran los que craneaban y planificaban la destrucción física de hombre jóvenes de una generación brillante, cruzado con otros relatos permitiría además, una cartografía completa de esa vocación criminal y asesina de ciertos caballeros y oficiales, los mismos que necesitan prisiones VIP, cuando la torta, levemente, se les da vuelta.
Ese ejército que aún hoy –comandante en jefe un Manini Ríos- debería para ser “enderezado”, purgarse, como recomendaba un hombre que conocía bien desde adentro ciertos hábitos, costumbres y modos de ser de ese estamento corporativo, nos referimos al Sr. General Licandro
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Esta referencia “a lo militar” es una ocasión…que ni pintada!!! Nos ofrece oportunidad para saltar en esta reseña del libro al episodio “parlamentario” del “Marxito” metido a amanuense del Sr. Diputado Don José “Pepe” Mujica.
Ya hemos dicho, en el primer artículo que tenemos nuestros motivos para sospecharnos que el libro fue aviesamente concebido. Y les adelantamos a los posibles lectores de estos modestos artículos que al “Pepe” y a la nutrida hueste de oportunistas y alcahuetes que lo rodean en el EME-Pepismo, cuando le lleven el libro para que lo lea, les ha de saltar la bilis verde.
En otro país que no fuera el Uruguay o la Argentina, bastarían solo estos pasajes para arruinarle al personaje sus actuales pretensiones presidenciales. (Por ahí acotemos, anda uno de esos alcahuetes, diciendo en la prensa burguesa, que para que “el Pepe” sea candidato presidencial hay que “juntarse para convencerlo”, sin reparar, el miserable sujeto, que nuestro eventual presidenciable tiene casi los mismos años que Matusalén, una salud precaria y, tiene una gestión pésima del encargo presidencial anterior)
El pasaje parlamentario de Manuel Marx Menéndez era para cualquier otro que no fuese un oportunista la rendija de entrada a honores posteriores de los que no cabe descartar algún carguito parlamentario, una oportunidad ministerial, o quizás…hasta alguna designación diplomática.
¡Quién le ofreciera “ese guiye” a más de un sesudo escribidor periodístico –de esos que se ganan el pan nuestro de cada día aceitando las bisagras que han acoplado a la columna vertebral- para lanzarlos al ruedo del gran mundo político de la modesta republiqueta al Oriente del Uruguay, que es nuestro país. Piense el lector en un Almagro, en un “ratón” Rosadilla, en cierto “Saravia” parlamentario y tendrá –aproximadamente- una medida para evaluar lo que queremos significar!!!
Ser funcionario del Palacio de las Leyes, o del “Palacio Salivativo” es para más de un oriental el alfa y omega de los sueños particulares. Pensión alta a costa del erario público garantizada, ancianidad segura y, tener…la vaca echada!!!
Y Manuel Marx Menéndez, un “tupamaro-de-mierda, un “ex pichi” (para colmo de los colmos) despreció todos esos “honores” y se fue con la conciencia tranquila para su casa, a hacer “changas” de reparar techos que se llueven para clientes con poca plata, y seguir estudiando “historia” de modesto alumno en una facultad!!!
¿Reparará un Lessa, un Emiliano Cotelo, un Pereyra, un Garcé, un Haberkorn- todos representantes de “la generación al pedo” que mencionamos anteriormente- en que algo más “de fibra”, de “carácter”, de honradez intrínseca, existía entre los “soldaditos”, los “tupamaros-de-a-pie”, de los cuales Manuel Marx Menéndez es un representante autoproclamado?
¿Se desasnarán –de una vez por todas- que con militantes de ese calibre no solo “la revolución” era factible sino además una sociedad más justa, más allá del capitalismo, era más que posible? ¿Podrán entender la satisfacción enorme que envuelve a cada viejo tupamaro, de los que “no doblaron la rodilla” sienten -mujer u hombre- si militó con dignidad en la gesta gloriosa del viejo MLN-Tupamaros? Respondemos inmediatamente: tenemos serias dudas!!!
Tupas y aspirantes a tupamaros hubo muchos, pero tupamaros que pasaran la prueba que nos puso el enemigo de clase (y de uniforme) en la dura prueba de la derrota, de esos,…de esos hubo muy pocos!!! Y Uds. Que ensalzaron a los peores jefes posibles, a la tríada infame, que les rindieron hasta el año pasado pleitesía y sonrisas fallutas y condescendientes, que jamás de los jamases habrán de hacer “mea culpa” (cristiana y elemental para no hablar de “autocritica”) seguirán siendo la “generación al pedo” que son!!!
Y con esta introducción, damos por terminado este artículo (excede las cuatro páginas que nos habíamos fijado), antes de referirnos, un uno próximo al “carozo” del tema “parlamentario” y al resto del libro.
c.e.r. - postaporteñ@ 1845 - 2017-11-14
Postalinas y Chamuyos
A PROPÓSITO DE LA
TERCERA PLANTA
Para entender (y poder opinar) en el “asunto” de la(s) "pasteras" hay que remontarse en el tiempo y conocer algunos antecedentes.
Hoy existen dos “pasteras” y se planifica otra porque hay plantados millones de eucaliptos adecuados para fabricar pasta de celulosa, (no todos lo son). La inmensa mayoría de esos eucaliptos fueron plantados gracias a los créditos y subsidios amparados por la Ley forestal de 1987 que tenía por objetivo promover el “desarrollo” forestal. La ley forestal (y decretos complementarios) se basaron en estudios y leyes del gobierno blanco que tenía a Wilson Ferreira como ministro del ramo.
Esos estudios se realizaron en el marco de la CIDE (Comisión de inversiones y desarrollo económico) que funcionó entre 1960 y 1967, cuyo cometido era “formular planes orgánicos de desarrollo económico, proyectar y buscar su financiación interna y externa, coordinar toda labor tendiente a aumentar la productividad nacional y vigilar la puesta en práctica de los planes que se apruebe”. Es por aquel entonces que se realizan las primeras tipificaciones de suelo teniendo en cuenta su “productividad” (en realidad su rentabilidad) y como consecuencia su capacidad impositiva.
La Comisión Nacional de Estudio Agro económico de la Tierra (CO.N.E.A.T.) fijo los índices para los suelos del país y se determinaron los suelos de “prioridad forestal”; unas 3.500.000 has como posibles beneficiarias de los créditos y tributos ya mencionados.
Pero hay una cosa que se debe entender bien, el carácter “forestal” de un suelo NO es una propiedad natural del mismo. Un suelo es “declarado” forestal no solo y no tanto por sus propiedades físico-químicas como por su eventual productividad como “agrícola-ganadero”.
De la misma manera que un campo tiene un índice coneat mayor o menor de 100 de acuerdo a una productividad ficta que surge de compararlo con los rendimientos de otros campos según una canasta de productos (carne –lana), un terreno es “declarado” forestal según se lo considere más o menos apto comparado con ESAS producciones en un momento histórico determinado.
Si el coneat se hubiera establecido cincuenta años antes o cincuenta después, el índice y la tipificación hubieran sido otras!!!.
En pocas palabras, un suelo de prioridad forestal NO ES, se hace, se determina, es una decisión política con un cierto respaldo técnico; y el respaldo técnico, tampoco es técnicamente puro. No es puro porque la calificación está determinada por el uso y en el uso intervienen muchos más factores que las propiedades físico-químicas.
En el uso influyen cuestiones tales como la tecnología, el tamaño, y muy especialmente las relaciones de propiedad. Eso significa que el uso que predomina en los suelos del país (agrícola-ganadero) depende no solo y no tanto de sus propiedades edafológicas (se podría producir infinidad de cosas diferentes en los mismos lugares) como de factores que tienen que ver con lo que ha sido la historia de la República y las leyes que nos gobiernan. El Uruguay no es un país ganadero (o forestal) independientemente de los hombres que lo pueblan.
Es lo que es como consecuencia de su historia; por haberse constituido como República en un territorio apropiado por unos pocos y prácticamente sin gente. Porque nunca existió una población campesina que presionara sobre la subdivisión del recurso y la erradicación de la “estancia” como unidad productiva.
Por eso la carne y la lana fueron los rubros principales, y por eso predominó una cultura urbana que miró con desprecio todo lo relacionado con la “vida del campo”. Los proyectos de la CIDE se hicieron con esa óptica; fueron funcionales a un modelo de país que se adecua a los intereses de una minoría de terratenientes y a un sentir que predomina en los pobladores urbanos.
No se trataba de erradicar la estancia y sustituirla por la “farm” (y mucho menos por la comuna). Había que modernizarla; alcanzaba con hacerla más rentable del punto de vista del interés de sus propietarios y de paso más “productiva” para las arcas del Estado.
Los planes han sido todo un éxito. Medio siglo después se produce más y más diversificado que entonces. El campo forestal sustituye a la estancia. Lo “productores” que han logrado sobrevivir ganan más que sus antecesores y el Estado recauda como nunca.
Eso sí son muchos miles los que han quedado por el camino y muchos más lo que deberán hacerlo.
Cientos de miles de compatriotas se hacinan en cantegriles y otros cientos de miles “pichulean” con salarios de hambre. Mientras tanto, campos productivos que en manos de otros serían fuente de bienestar y riqueza de millones, se convierten en monocultivos vacíos de hombres para beneficio de algunos extranjeros y peores americanos.
¿Teniendo uno de los países con mayor cantidad de tierra fértil por habitante será ese nuestro destino manifiesto?
DEL MURO DE Andrés Figari Neves12-11-17
Una breve respuesta a
Héctor Amodio Pérez
No es justo, ni correcto, ni verdad, que los que no creyeron –empezó en Punta Rieles- el asunto de que la “derrota del 72” se explicaba por la “traición”, al señalarlo, en las celdas colectivas (16 hombres) se convirtieran “en cómplices” de lo que intentaba imponerse a rajatablas desde la “dirección” histórica que había “negociado” en el Florida.En aquel entonces la magnitud del desastre recién comenzaba a abrirse paso a la conciencia de los militantes presos. De aquel aciago año de 1972 al actual –y terminal 2017- van 45 años. Convendría detenerse a meditar sobre esas cifras y no superficialmente, como ejercicio aritmético, sino como algo más profundo y visceral
Al tema le pusieron “la tapa”, el interregno que va desde 1972 a 1985 o sea casi 13 años de prisiones crueles, destructoras y asesinas, como pocas veces en la historia nacional.
Lo primero que debería exigir una derrota en los hombres que fueron conducción es una reflexión autocrítica de cuál fue su rol y responsabilidad en el desastre colectivo.
No creemos en que sea correcto salirse por peteneras con el asunto de YO no tengo nada que ver con el asunto. Pero vivimos en el país del “YO no fui”, el paisito de la Cola de Paja, que señalaba Benedetti.
Héctor Amodio Pérez (HAP de ahora en adelante), fue uno de los hombres de aquella dirección “histórica”. Que todos ellos, mientras vivieron, se negaran a reconocer su o sus responsabilidades, es sintomático
Están –aunque se maldigan entre ellos- unidos en la responsabilidad de un desastre de proporciones, que además, costó muchas vidas útiles de hombres y mujeres jóvenes. La flor de una generación
Los que fuimos “servidores” y “soldaditos” de tales “jefes” solo podemos sacar una conclusión: como jefes valían bien poco.
Conclusión a la que llegamos después de muchos años de dolor, de reflexión, de luchar por vivir en medio de peripecias sin cuento.
La indagación, el “ajuste fino” de las causas de aquella derrota va llevando a una constatación de la cual damos solo los grandes ítems, resumidos en palabras (en sí, brutal síntesis): la “compartimentación”, el “aparatismo”, el “verticalismo”.
HAP se niega a verse a sí mismo, como una parte del problema. Pretende situarse como “inocente” y afuera. No es así
c.e.r.
Amodio, vos hoy sos
el único oráculo,
porque los demás no hablan o hablan escondidos
Perdonáme que sea pesado contigo, en realidad no sé por qué lo hago. O mejor dicho si sé porque lo hago, pero no sé explicarlo. Y además te leí ayer en la posta.Aprovecho para mandarle un sincero abrazo a caer. Y entonces te voy a plantear un poco poniendo el microscopio un poco más en lo chiquito. Vos me conocés bastante y digo me conocés porque intuís bastante bien cuál es mi Pensasentimiento. Las personalidades aquí no importan. Ni yo ni vos Héctor como individuo.
Lo que algunos queremos es entender un poco esto que a toro pasado en tan interesante.
Los tupas, sus héroes y sus traidores.
Amodio no terminó con los tupas, Amodio no arruinó la revolución. . Amodio era uno más con sus circunstancias (estoy hablando en tercera persona, pero ti) Amodio HOY sabemos que era un crá intachable, valiente, inteligente “sensato”. En la medida que su corta edad en aquella época se lo permitieran, sin nombrar la onda que se venía de cambio enorme en la sociedad burguesa que fue como un chute de en sangre de libertad.
Pero, y ahí viene la pregunta ya que seguís dando escusas, acordate de aquello de “escusati non pe…)
Vos estas dando pruebas de que fue Wassen quien entregó la cárcel del pueblo. Pero vos mismo un día relataste (no soy de datos, porque me los olvido igual) Que hubo una reunión entre tres (no me acuerdo quien era el tercero) Pero vos dijiste Wassen vino a consultar si entregar la cárcel o no.
Las circunstancias del apremio de Wassen por ese asunto no me están claras. Y otra cosa, si vos dijiste, que Wasen salió aquella tarde de la reunión con la decisión tomada de entregarla, eso no hace falta ni explicar, lo hago para los que estén muy gagas, vos co-decidiste entregarla
.Puedo decir más, pero prefiero esperar a tu réplica.
DANIEL IRIGARAY
posta - postaporteñ@ 1845 - 2017-11-14
Mapa de un Engaño
El lado Oculto de la
Trama Tupamara
libro de Álvaro Diez de Medina¿Cuántos de los supuestos generalmente asumidos en la historia reciente de Uruguay se asientan en la verdad, y cuántos en el engaño?
¿Podremos llegar algún día a distinguirlos?
Sinopsis
La historia del accionar tupamaro se ha construido en buena medida en función del interés político de la organización. Así, por ejemplo, por largos años se ha hablado del legendario "libro" que Héctor Amodio Pérez escribiera en 1972 durante su reclusión en el Batallón Florida, y que narra los detalles del andamiaje guerrillero. En torno al manuscrito que fuera acusado de precipitar el golpe de Estado militar, se han tejido decenas de supuestos: guion de un complot militar, prueba de una traición, obra diseñada para derribar las instituciones, o para destruir la reputación de la dirigencia tupamara, un trabajo de la inteligencia militar.
¿Pero qué es realmente?
Recabando testimonios para un trabajo que finalmente no vio la luz, el autor se enfrentó a diversas "copias" del manuscrito en cuestión -algunas en poder del propio Amodio y otras depositadas en archivos-, por lo que decidió estudiarlas, contrastándolas. El resultado de esta meticulosa investigación sorprende y desnuda una intencionalidad oculta. Lo que conocemos como "el libro" de Amodio no es uno sino varios, surgidos de sucesivas e intencionadas alteraciones.
Detrás de la misteriosa edición se esconde un probable autor original y más de un editor, de orígenes y propósitos conjeturalmente encontrados.
Accedé a los archivos originales en que basó su investigación Á. Diez de Medina
- Manuscrito redactado por Héctor Amodio Pérez entre los meses de junio y julio de 1972, mientras se hallaba recluido en el Cuartel "León de Palleja", por entonces sede del Batallón "Florida" de Infantería No. 1 Ver: Manuscrito Del Florida
- El llamado "Guión Marius", que corresponde a un texto entregado a Héctor Amodio por Jorge L. Marius en setiembre de 2015, al que éste atribuyera ser la transcripción de unas supuestas hojillas de fumar. Ver: Guion Marius
- Texto del llamado "Guion Queirolo": un texto que, bajo el título "Diario de Amodio Pérez. Fotocopia del original (1970) (sic)", le fuera entregado a Álvaro Diez de Medina por parte del periodista Alfonso Lessa, y éste recibiera de manos del Tte. Gral. Luis V. Queirolo. Ver: Guión Queirolo
- El año que regresó Gustavo.Trabajo de ficción redactado en 73 páginas por Héctor Amodio Pérez en España, 2003, basado en el manuscrito que compusiera en 1972. Ver: Libro de Gustavo
- Reproducción de la ficha biográfica correspondiente al activista tupamaro Hugo Cacciavilliani, incluida en la carpeta Individuos, sub-carpeta Reseñas Biográficas, bajo la individualización Aportes del Exilio. El texto manuscrito corresponde a una de las manos que editan el supuesto libro de Amodio Pérez. Archivo de la lucha armada "David Cámpora", CEIU, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UdelaR. Ver: Ficha del archivo
- Texto del llamado "Libro de Amodio", o "Autobiografía de Héctor Amodio Pérez", dado a conocer por el semanario "Mate Amargo" en 1995, y a partir de entonces republicado como tal por parte de la Editorial Arca, Jorge L. Marius ("La tiranía de la miseria") y Hugo Fontana ("La piel del otro"). Archivo de la lucha armada "David Cámpora", CEIU, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UdelaR. Ver: Libro de Amodio
Fragmento
Capítulo I : Captura y desenlace
Hacía tres días que los acorralados individuos habían buscado refugio en el tercer piso del edificio de Maldonado 1752, esquina Gaboto, de Montevideo.
Se trataba de dos de los más importantes integrantes de la organización sediciosa autodenominada “Movimiento de Liberación Nacional” o, simplemente, “Tupamaros”: Rodolfo Wolf, (a) Héctor o El Mojarra, y Héctor Amodio Pérez, (a) El Negro, Gustavo o Silva.
Quien había asumido la tarea de trasladar a ambos al denominado “local” de la calle Maldonado que, por entonces, se tenía por seguro, aunque ya ninguno lo fuera, había sido Marcelo Estefanell, (a) Aramís, el único nexo entre los dos escondidos y el mundo exterior.El joven Estefanell, de 22 años, había conocido a Amodio hacía apenas tres días. No así a Wolf, con quien colaborara en la operación que había culminado con el asesinato del profesor Armando Acosta y Lara, algo más de un mes antes, el 14 de abril.
El apartamento de la calle Maldonado pertenecía a un joven matrimonio de arquitectos: bajo la fachada de un estudio, era considerado por el MLN como su “departamento” de planimetría. Allí se atesoraban los planos de diferentes teatros de sus operaciones, en especial los del alcantarillado que los sediciosos se habían visto cada vez más obligados a emplear como vía de escape, a medida que se cerraba sobre ellos el cerco militar.
Los tres sediciosos habían convenido que una cortina descorrida fuera la señal de alarma, en caso de que las Fuerzas Armadas allanaran el local y, como solía ser el caso, establecieran allí una guardia y celada, conocida como “ratonera”.
El amanecer del día 23 representó, por tanto, un anticipado desenlace para aquellos prófugos que, tras haber dormido vestidos, apenas acertaban a pensar. Apenas lo habrá hecho Wolf, al manotear la única pistola de que disponían.
“¿Nos resistimos?”, asegura Amodio/1 que alcanzó a preguntar. “No”, fue la nerviosa respuesta de Wolf.
Y, ni bien soldaron ese crucial acuerdo, Amodio se dirigió a la puerta, a fin de abrirla, en tanto Wolf se retrajo al interior, donde atinó a arrancar la cortina que daría a Estefanell la señal del allanamiento /2
En 2014, Estefanell aseguraba que otros de sus compañeros identificaron a Amodio como aquel que diera la señal convenida. Amodio sostiene otra versión: él abrió la puerta, en tanto Wolf se replegaba a fin de arrancar la cortina, y ello explica que la siguiente escena, según la recuerda, sea la de él violentamente empujado contra la pared, encañonado por un soldado cuyo apellido, pronto sabrá, era Gómez, en tanto los demás efectivos que irrumpieran en estampida hacia el fondo del apartamento se arrojaban sobre Wolf, a quien Amodio apenas oyó gemir bajo los golpes.
En pocos minutos, las estancias se llenaron de uniformados, gritos y puntapiés. El Tte. Alberto Grignoli, los capitanes José L. González (conocido como El Pescado) y Tabaré Camacho, según luego sabrá que eran, se mostraron de inmediato al mando del operativo, febrilmente centrado en hacerse del “berretín”: un falso muro detrás del cual los locales solían esconder armas, documentos, dinero.
Ninguno de aquellos militares, en ese punto, era consciente de la importancia de los sediciosos que caían en sus manos, igual o mayor que la de los secretos del “berretín”. De hecho, no habrían tenido idea de quiénes eran sus prisioneros aun si alguien se los hubiera dicho.
La violenta gritería apenas se calmó al dar las fuerzas de seguridad con el “berretín” y sus planos.Tras recibir una golpiza, tal vez a causa del arma que aparecía cerca suyo, Wolf fue de inmediato encapuchado, y arrastrado sin más hacia una camioneta militar de marca Chevrolet, o “camello”, según se la conocía popularmente, estacionada en la puerta del edificio.
A Amodio, por lo demás, el soldado Gómez le arrebató su reloj pulsera, pese a lo cual pidió un saco que había sobre una de las sillas: apenas atinó a ponérselo, que ya lo habían encapuchado y, al igual que a Wolf, arrastrado hacia otro “camello”, donde se hallaba una persona ya detenida.
Por el calzado que atisbara aun encapuchado, un par de sandalias, infirió que se trataba de una mujer y, muy probablemente, de quien había conducido a los uniformados al local, en una práctica ya corriente de la lucha antisubversiva: la de sacar a los detenidos a identificar, o “marcar” sediciosos o locales /3
Poco menos de media hora de viaje, pues, le esperaría a Amodio en aquel “camello”. Al final del trayecto, sería nuevamente llevado en andas, forzado a caminar bajo la capucha, en medio de un batiburrillo que se mitigó ni bien lo dejaron plantado en una estancia obviamente cerrada.
¿Por cuánto tiempo? No lo sabe hasta el día de hoy: tal vez dos o tres horas: las suficientes para que, ya seguro de estar solo, levantara algo la capucha, y atinara a discernir dónde se encontraba: frente a un escritorio, a espaldas del cual divisó el escudo de una unidad militar.
El morrión y las espadas le bastaron para concluir que era un prisionero en el cuartel Gral. León de Palleja, sede del Batallón Florida de Infantería Nro. 1. Para Amodio no podía haber, en aquella situación, peor noticia /4
* * *
“Era un hombre quebrado”, es como Wolf retrata a Amodio desde el recuerdo, en 2005, en un relato titulado “El Traidor/5
Allí detalla el diálogo que supuestamente tuviera lugar entre su compañero y las fuerzas de seguridad. “No estoy dispuesto a sufrir: hablemos”, le habría oído a Amodio expresar a los uniformados en el local.
Pese a ello, este supuesto diálogo no resulta verosímil: en la refriega que durara pocos minutos, ambos detenidos habían sido violentamente reducidos, y ni una palabra se les habría permitido en medio de la gritería de quienes solo querían hacerse, en ese punto, de las armas y del dinero, y no podían saber si, como ya ocurriera en otros casos, el allanamiento no devendría en una mortal balacera.
A pesar de la inquietante fama que habían ganado en pocos días entre los integrantes de la sedición, los soldados del Florida eran, en realidad, aún bisoños en el enfrentamiento con la subversión.
Si bien el Poder Ejecutivo había encomendado a los mandos militares la conducción de la lucha antisubversiva el 9 de setiembre del año anterior, los integrantes del Florida se habían sumado activamente a la misma recién a partir de la emboscada y asesinato por parte de un grupo armado tupamaro de los soldados Ramón Ferreira, Gaudencio Núñez, Saúl Correa y Osiris Núñez Silva, ocurrido hacía menos de una semana, el 18 de mayo: /6 atentado que la sedición luego retrataría como dirigido contra el Gral. Gravina pero que fuera, en realidad, una premeditada insania, concebida por Raúl Sendic y dirigida a “ablandar” a las fuerzas represivas
La improvisación y torpeza de todos los pasos dados por aquellos soldados del Florida se notaba a simple vista: así se explica la atemorizada violencia con la que acallaran a los detenidos, el hecho de que no fueran esposados, así como las improvisadas capuchas que arrojaran sobre sus cabezas, en realidad capuchones de sus propios ponchos de campaña. La práctica de la tortura no había alcanzado, en ese momento, en el batallón, los alcances de otras unidades. De ello no estaban al tanto los prisioneros, por lo que el Florida al que Amodio había llegado le hacía temer lo peor.
Al entrar al cuartel Palleja, Amodio tampoco fue esposado, y en ese estado se hallaba, encerrado en un despacho. Quienes le habían permitido hacerse de su saco antes de salir no habían tomado la precaución de cachear sus bolsillos y, por tanto, no habían percibido que en uno de ellos había un frasco de barbitúricos “Vallium”. Haciéndose de él, Amodio comenzó a masticar las pastillas con avidez a fin de huir, mediante la muerte, de las torturas que anticipaba.
* * *
Cuando recobrara el conocimiento, Amodio yacía en una cama, en la enfermería del cuartel. Aún mareado, conectado a una sonda, atontado por los efectos del envenenamiento, retomó el hilo de sus desventuras, fingiendo mayor embotamiento del que sentía a fin de estudiar mejor sus nuevas circunstancias. Al pie de la cama, una palangana mostraba aún rastros del lavaje estomacal. “Dejalo”, oyó decir a un oficial médico, de apellido Colombo, dirigiéndose a un enfermero, y se sumió en un nuevo sueño.
Al recobrar otra vez el conocimiento, Amodio intentó sustraerse a la atención de sus captores, solo que esta vez el médico verificó sus signos vitales y mandó de inmediato al enfermero a buscar “al Capitán”. Un rato después, dos uniformados se acercaron a los pies de la cama, y quien obviamente tenía mayor rango le preguntó, sin más: “¿Qué hiciste, Negro? ¿Por qué?” El otro, más joven, guardó silencio.
Amodio ensayó explicar lo obvio, pero el capitán Carlos Calcagno, S2 (Inteligencia) del batallón, le interrumpió de inmediato, diciéndole quién era: un primo hermano de Elsa Vera, la esposa de Roberto Amodio, hermano de Mateo Amodio, el padre de Héctor.
No era un vínculo familiar que Héctor Amodio sintiera cercano. En tanto la rama de la familia Amodio que vivía en el barrio de Brazo Oriental se sentía de raigambre proletaria, la rama del Cerrito en la que destacaba su tía Elsa mostraba otras aspiraciones. Ello, y ciertas desinteligencias en torno a una herencia familiar de los hermanos Roberto y Mateo, había agriado la relación en forma al parecer irreversible.
En nada contribuyó, posteriormente, el que Héctor pasara a ser conocido como uno de los más connotados cabecillas de los tupamaros: esa tía Elsa, a través de su cercanía con parientes militares, integraba una vasta reacción de ira popular contra el MLN y sus grupos afines que, palpablemente, contribuiría a levantar la temperatura del caldero social.
Mateo Amodio debió, por ende, encontrarse en un punto de franca desesperación cuando, entre fines de 1971 y el comienzo de aquel violento 1972, decidiera ir a ver a su cuñada Elsa a fin de pedirle que, en el muy probable caso de que su hijo fuera capturado por las Fuerzas Armadas, se le pudiera proteger del trato violento mediante el cual estas habían comenzado a desmantelar sin pausas el movimiento sedicioso.
“¡Cómo podés venir a pedirme esto, después de lo que me hiciste!”, fue la reacción de Elsa, y aquella humillación fue el precio que Mateo debió pagar, por cuanto su cuñada se puso de inmediato en contacto con un primo militar, Carlos Calcagno, a quien le hizo prometer que cuidaría que Héctor no corriera la misma suerte que otros.
“A vos no te va a tocar nadie”, le informó, sin más, Calcagno, antes de salir de la enfermería, donde lo abandonara hasta que fuera conducido a un enorme salón, bautizado por los prisioneros del batallón como “el barracón”, en el que, a oscuras, yacían en el piso, sobre ponchos o mantas, otros prisioneros encapuchados.
Al recibir un remedo de cena, un soldado le informó que eran las nueve de la noche del 25 de mayo.
* * *
Recién a la mañana siguiente, al ser sacado junto con otros detenidos al baño, vería Amodio dónde había pasado la noche: una estancia de aire viciado (“olor a letrina y tabaco”), cubierta de mantas y ponchos manchados de excrementos y, en algunos casos, de sangre.
No reconoció a ninguno de los detenidos que, como él, hacían fila para entrar al baño, con la sola excepción de un activista sindical a quien recordaba de sus tiempos de militancia en el sindicato de artes gráficas. Vuelto a la oscuridad y al silencio de aquel ambiente, sin embargo, se sacó la capucha y logró distinguir, a su lado, a Arturo Dubra Díaz, (a) Miguel /7
Dubra había resultado herido y detenido en 1969, permaneciendo en prisión hasta la primera fuga masiva de presos del penal de Punta Carretas, producida hacía pocos meses, el 6 de setiembre de 1971.
Nuevamente arrestado en el curso de las redadas que tuvieran lugar en las jornadas del 18 y 19 de mayo de 1972, tras el asesinato de la escolta militar del comandante en jefe del Ejército, ya no saldría de prisión hasta marzo de 1985.
En aquel instante, sin embargo, Dubra aparentemente creía en la posibilidad de una huida desesperada del cuartel Palleja: así se lo dijo a Amodio. Sería a través de una ventana sin rejas a la que accederían fácilmente, y que se hallaba a apenas treinta metros del puesto de guardia.
Los hechos, empero, hablarían más fuerte: al poco tiempo, un prisionero sería arrastrado a la habitación por dos soldados, y arrojado sobre uno de los ponchos. Al retirarse la guardia, los otros se acercaron a socorrerlo: era Wolf, a quien habían golpeado en el torso hasta dejarlo morado. Un rato después, un guardia sería apostado junto a la ventana sin rejas.
Años después, la literatura tupamara y algunos testimonios indicarían que el inconducente plan de fuga de aquella jornada habría sido delatado a las autoridades del cuartel por Héctor Amodio, soslayando el hecho de que Héctor era el alias de Wolf, sometido a apremios /8
Lo más sensato, sin embargo, parece ser conjeturar que el absurdo plan de fuga no haya sido, en realidad, nunca delatado, y que la guardia y posterior enrejado de la ventana simplemente resultaran parte del apresurado acondicionamiento general del batallón en su nuevo rol dentro de la lucha antisubversiva.
* * *
El 27 de mayo, por la mañana, un soldado condujo a Amodio a una habitación llena de objetos decomisados en diferentes operativos, desde máquinas de coser hasta tocadiscos, pasando por juegos de cubiertos. Allí, le aguardaban el capitán Calcagno y el joven oficial que lo acompañara en la enfermería: el teniente segundo Armando Méndez.
De apenas 23 años, el teniente Méndez no era, ciertamente, un militar de los que Amodio había aprendido a tratar. Hijo del por entonces Cnel. Juan J. (Jotajota) Méndez, se había graduado en 1965, y ya había hecho un curso de cadetes en el centro de capacitación panameño de la Escuela de las Américas.
Simpático y bien plantado, el joven teniente era tenido por ambicioso e inteligente, además de afortunado: en 1970 había ganado una rifa del Hospital Pereira Rossell, cuyo premio consistía en un pequeño campo en el departamento de Montevideo.
Fueron seguramente sus antecedentes los que llevaron a que el joven teniente Méndez fuera asignado, en mayo de 1972, al apresuradamente creado Organismo Coordinador de Actividades Anti-Subversivas (OCOA), la entidad que las Fuerzas Armadas esperaban centralizara el combate contra la sedición para Montevideo, desde la sede de la División de Ejército I, ubicada en la avenida Agraciada 3451 de Montevideo.De tal destino, y en comisión, Méndez había llegado al Batallón Florida, a fin de ayudar a su rápida conversión en un centro operativo de tareas.
Con precisión negociadora, el joven teniente tomó la iniciativa de la conversación con Amodio. “Leete esto”, lo conminó, mientras le hacía entrega de los testimonios de declaraciones formuladas por varios de sus compañeros detenidos, entre los cuales Amodio de inmediato identificó las de Jorge Manera Lluveras, (a) El Inge, Lucas o Alejandro, Eleuterio Fernández Huidobro, (a) El Ñato, Mauricio Rosencof Silberman, (a) Leonel o Caruso y, muy especialmente, Mario Arquímedes Píriz Budes, (a) Tino.
A medida que leía, Amodio comprendía hasta qué punto era irreversible la derrota de la aventura tupamara. Asumiendo, sin más, que sus compañeros habían sido sometidos a apremios como los que temiera para sí, le resultaba claro que las declaraciones habían confirmado sospechas, atado cabos, arrojado indicios, que a los militares pronto darían un panorama preciso de la jaqueada “orga”
En el caso de Píriz Budes, en tanto, se percató de que el expediente que tenía entre sus manos arrojaba aun más luz. Tino, por entonces de 25 años, había ingresado al MLN en su nativo departamento de Rivera en 1968, empujado por su temprana militancia en el Partido Socialista (PSU). Tino se hallaba abrumado por las derrotas que la sedición padecía desde mediados de 1971.
No solo eso: era especialmente receloso de la línea que, al interior de la “orga”, había promovido Raúl Sendic Antonaccio, (a) El Bebe o Rufo, al insensatamente pretender transformar al MLN en una guerrilla rural. Pero, por sobre todo, Tino habría cruzado el Rubicón de sus lealtades el 21 de diciembre de 1971, cuando el grupo sedicioso que integraba tomara la decisión de asesinar al peón rural Pascasio Báez Mena.
Báez, un hombre de 46 años y padre de una extensa y modesta familia había descubierto, según se supiera después, por azar un “berretín” rural tupamaro, de los conocidos como “tatuceras”, sobre la Ruta 9, a diez quilómetros de la ciudad de Pan de Azúcar: esa amplia “TATUCERA”, bautizada por la subversión con el nombre de Caraguatá, ocultaba armas y un laboratorio improvisado.
El infortunado Báez fue violentamente secuestrado por los tupamaros en aquel escondrijo, y luego asesinado mediante una inyección de pentotal sódico, suministrada por Henry Engler Golovchenko (a) Octavio o El Alemán e Ismael Bassini (a) Falucho.
Tras ello, fue enterrado en el mismo predio rural, llamado Spartacus, de propiedad del “periférico” o colaborador Néstor Sclavo Arman, y de su esposa, Gloria Etcheveste.
Pese a su juventud, Píriz Budes había sido cooptado como encargado del interior, en 1971, por parte de la dirección sediciosa, integrada por Engler, Rosencof, Donato Marrero (a) Mauro y Adolfo Wassen Alaniz (a) Nepo. Será este “ejecutivo” el que permanecerá en funciones aún con posterioridad a la masiva fuga de presos producida en setiembre de 1971, internamente conocida como “El Abuso”
No solo eso: Tino había quedado a cargo de las llamadas columnas 20 y 30, a cuyo esfuerzo se hallaba jugado el denominado “Plan Tatú”, que llevaría, según sus ilusionados impulsores, la agitación sediciosa al medio rural. Fue desde este sitio que Píriz Budes tuvo que enfrentar las dimensiones de lo que el homicidio de Báez Mena representaba para la agónica organización sediciosa.
* * *
En 2011, el tupamaro Jorge Zabalza Waksman, (a) Justo, afirmaría de Píriz Budes que siempre había sido un “infiltrado” de los servicios de seguridad y que, de hecho, había sido, en su carácter de responsable de las columnas 20 y 30, quien había dado la orden de matar a Báez Mena.
No habría sido eso, sin embargo, lo que leyera Amodio en el Florida. Allí, en el cartapacio que contenía la declaración de Píriz Budes, aunque separada en un sobre del resto de sus testimonios, fue que leyó, atónito, la declaración de Tino sobre el homicidio de Báez.
No podía, concluyó Amodio, ser cierto. Tenía que ser una celada tendida por las Fuerzas Armadas: la regla establecida en la “orga” era la de abandonar los locales cuando ellos se vieran comprometidos.
El viaje de Engler a la estancia Spartacus, a fin de comunicar la decisión del “ejecutivo” dejaba, por cierto, bien en claro la discrepancia de Píriz Budes con aquel crimen: quien terminara por asesinar a Báez estaba, en realidad, al frente de la columna encargada de las operaciones en el “collar” montevideano, no del llamado “segundo frente” que correspondía a Píriz. Tino, por tanto, había resignado, con aquel rechazo, su posición interna en la organización.
En marzo de 1972, pues, Píriz Budes ya no revistaba a cargo de las columnas y, en todo caso, la inflexible acción militar resolvería su situación: había caído prisionero entre fines de abril y comienzos de mayo, y el resto de los sediciosos dirigentes no sabría de su prisión sino varios días después de ocurrida, para cuando ya había negociado con sus captores un salvoconducto, a cambio de información.
Lo que Amodio leyera aquel día era, pues, el mapa, coralmente trazado por quienes le precedieran en el cuartel Palleja, del derrumbe tupamaro.
Los croquis organizacionales del movimiento sedicioso, la identificación de locales sobre los que sabía que habían caído en manos de las Fuerzas Armadas, perfiles personales de él mismo y muchos de sus compañeros/9 contactos políticos mantenidos por la subversión con sindicatos, partidos, organizaciones culturales y artistas, así como la identificación, por alias, de muchos de quienes intervinieran en algunas de las más sonadas operaciones tupamaras.
En apenas días, el 20 de junio, el cuerpo del desafortunado Pascasio Báez sería exhumado, y el hastío y repulsión con el que la opinión pública recibiera la noticia del homicidio de los cuatro soldados alcanzaría, con la infausta novedad, un punto de exasperación que equivaldría a una sentencia de muerte para el movimiento tupamaro.
Amodio encendió el cigarrillo que le ofreciera el capitán Calcagno. “Sí: aquí está todo”, reconoció. Sin más preámbulos, Méndez lo confrontó: se mostraba orgulloso de la extensión de sus informaciones, pero quería algo más.
Quería precisión en el grado y extensión de los contactos mantenidos por la subversión con el mundo político y militar. Claramente no sabía hasta qué punto tenía todos los ases en su poder, y parecía creer que aún restaba mucho por trabajar en el desmantelamiento de la sedición.
Y quería, por sobre todo, ofrecerle a Amodio un acuerdo, similar al que, aseguraba, le habían ofrecido a Píriz Budes y franqueara a este la posibilidad de salir del país.
“Pensátelo”, murmuró Méndez, mientras ordenaba al soldado de guardia devolver al prisionero al “barracón”. Era exactamente lo que Amodio estaba haciendo.
Angustiosamente.
1 Los pormenores de lo narrado en este capítulo, así como lo incluido en el tramo final de esta obra, corresponden a cuatro extensas entrevistas que mantuve, en setiembre de 2016, con Héctor Amodio, además de otras, mantenidas con cronistas radiales ese año, y lo narrado en Palabra de Amodio, Montevideo, 2015.
2 La patrulla, o “cuerda”, había asumido, ante la demora en responder, que el apartamento estaba vacío, y estaba a punto de dejar una guardia apostada, solo que uno de los soldados se percató del encendido de una luz en el interior.
3 La activista que entregara el local era Silvia Rita Da Rosa Zipitría, hermana del también subversivo Francisco Alberto Da Rosa Zipitría (a) Quico. La mujer había sido apresada ese mismo día en el barrio de Maroñas, en compañía de un “gambusa” o preso común, reclutado por la sedición en el Penal de Punta Carretas, un lacazino de apellido Leguisamo (a) El Petiso. Ella era la única que conocía aquel local de “planimetría”, aunque desconocía quiénes se hallaban allí. La mitad de la “cuerda” había ya tomado rumbo a la sede del Batallón Florida con Leguisamo, en tanto la otra mitad se dirigió a Maldonado y Gaboto llevando consigo a Da Rosa. Amodio no llegaría nunca a saber quién había delatado el local. Amodio acusaría, años después, a la dirigencia del MLN de haberlo enviado a un local ya dado a conocer a las fuerzas de seguridad, o “quemado”: la versión, sin embargo, suena improbable. Si aceptamos la idea de que su muerte o captura fuera algo procurado por, o deseable para, esa dirigencia, no lo habría sido así en el caso de Wolf, o del mismo Estefanell.
4 El Florida se hallaba ubicado, en 1972, en un predio a espaldas del Cementerio Británico del Buceo, configurado por la manzana con frente a la calle Saldanha da Gama y su plaza Ituzaingó, y delimitada por las calles Nicolás Piaggio, Gral. R. Riverós y Rizal, donde se hallaba emplazado desde 1937. En 1985, el cuartel Palleja fue derribado. De allí sería trasladada la sede de la unidad al cuartel de Punta de Rieles en 1984, y al cuartel Las Piedras en 1994. Si bien desde 1830 el Florida constituía la unidad militar custodia del Poder Legislativo de la República, para cuando Amodio llegara al cuartel Palleja del Buceo, su nombre había sembrado pánico entre los acorralados miembros del MLN y otros grupos irregulares. Bajo el comando del Cnel. Rafael J. Cánepa primero (1970-1972) y, desde poco tiempo antes de la llegada del prisionero al cuartel, del 61er jefe de la unidad, Tte. Cnel. Carlos Legnani (1972-1973), el muy bien localizado Florida sería uno de los más activos centros de inteligencia y represión de las actividades subversivas en Montevideo.
5 Rodolfo Wolf, Batallas de una guerra perdida, Ediciones de la Banda Oriental, 2005.
6 Los cuatro militares habían sido ultimados mientras aguardaban, en la puerta de la casa del comandante en jefe del Ejército, Gral. Florencio Gravina, la salida de este a fin de dirigirse a la ceremonia de conmemoración del Día del Ejército. El Gral. Gravina vivía en el segundo piso del inmueble ubicado en Abacú 2126, esq. Avda. Italia. Los soldados de primera Núñez Silva y Correa eran integrantes de la Compañía de Tanques del Ejército, creada en 1958, y contaban con 26 y 22 años de edad al momento de su asesinato. Los igualmente jóvenes soldados de primera Núñez y Ferreira pertenecían a otro cuerpo del mismo batallón. Fueron abatidos desde una camioneta Kombi robada, la que previamente reconociera la zona a fin de comprobar si los homicidas contaban con una huida fácil de la escena del crimen. Leonardo Haberkorn ha incluido una completa crónica del episodio en su libro Milicos y tupas (2011, pág. 80 y ss.), de la que destaca la reflexión de Henry Engler al autor en cuanto a que “más que provocar bajas, la idea era marcar una presencia (sic), tratar de que la atención se focalizara sobre nosotros en Montevideo” (pág. 88). El trabajo de investigación de Haberkorn ha desmontado, con precisión, los incalificables intentos de los tupamaros José Mujica y Esteban Pereira Mena, entre otros, por retratar el crimen como una respuesta defensiva, y aun una escenificación de las propias Fuerzas Armadas (Miguel Ángel Campodónico, Mujica, Ed. Fin de Siglo, 2005, pág. 141; ‹http://www.radio36.com.uy/entrevistas/2007/05/080507mena.html›).
7 Clandestino desde 1968, Dubra tenía, por entonces, 31 años, y había participado con Amodio en la intentona de toma armada de la ciudad de Pando, la trágica algarada del 8 de octubre de 1969 que había costado tres muertes de sediciosos, la de un agente policial y la de un civil atrapado en la balacera, y precipitado la detención de 16 tupamaros.
8 Sintomáticamente, Dubra omite toda referencia a este frecuentemente rememorado episodio en el curso del reportaje que le hiciera Clara Aldrighi y fuera publicado en la edición 2016 de la obra La izquierda armada: ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros (el reportaje no figuraba, curiosamente, en la primera edición de la obra, de 2001)
9 En relación a él mismo, Amodio leyó una descripción que juzgó “completa y objetiva”, detallando su participación en operativos subversivos, las características de su persona y, más relevante en aquellos momentos, refiriendo el hecho de que, a raíz de sus discrepancias con la dirección terrorista, había estado apartado (o “fuera de encuadre”) del proceso de toma de decisiones desde diciembre de 1971 y tras su renuncia del llamado “comando general” de Montevideo: ajeno, pues, a los pormenores del “Plan Hipólito” y los consiguientes crímenes del 14 de abril y el 18 de mayo de ese año.
Capítulo II El protagonista
Su padre, Mateo Amodio D’Agostino, era un oficial fotograbador, en tanto su madre, Dazne Ángela Pérez Aiello, se dedicaba al hogar y la crianza de sus seis hijos: tres varones y tres mujeres.
Héctor cursó la primaria en la escuela número 86, José E. Rodó, donde una maestra de sexto año, Selva Pardo de Castellano, dejaría la persistente marca de afecto en un niño díscolo, asmático, poco aplicado y, sobre todo, ajeno al cariño.
Al terminar la escuela, cursó tres años de liceo en el instituto Dámaso A. Larrañaga, ubicado por entonces en su antiguo local de la esquina de Paysandú y Julio Herrera y Obes.
La repetición del tercer año, y el cuarto con el que completaría sus estudios secundarios, los cursó en el liceo número 1, José E. Rodó, ubicado por entonces en la calle Colonia, entre Convención y Río Branco. En 1954, su padre logró que Héctor ingresara como aprendiz en la empresa Cromograf SA, donde él mismo trabajaba, ubicada en el barrio Capurro. Fueron tiempos de trabajo ligero, pesos flacos, amigos y aspiraciones deportivas: fútbol, básquet, el intento de emular a Mateo, quien había logrado consagrarse campeón rioplatense de ciclismo.
De carácter metódico, retraído y silencioso, poco afecto a las salidas nocturnas o el devaneo en un sinnúmero de bares que hacía, por aquellos tiempos, el recreo preferido de los jóvenes montevideanos, Héctor gustaba, sin embargo, de organizar reuniones con amigos en el domicilio de sus padres, Regimiento 9 1680.
El 19 de marzo de 1959, Héctor se casó con una reencontrada compañera de escuela, Teresa Marchisio, con quien fue a vivir a la calle Justicia 2222, piso 2, apto. 22.
En 1961, nacería de esa unión un hijo, Héctor Daniel, siempre llamado Daniel, quien con el tiempo devendría un dotado dibujante e ilustrador gráfico que, en 1982, terminaría por radicarse en España, falleciendo allí de un infarto en marzo de 2017.
Al tiempo que se embarcaba en formar su propia familia, Héctor comenzó a militar políticamente. Su abuelo, Manuel Pérez Mendoza, era un anarquista por inclinación, destinado, por ende, a ser simpatizante sentimental de José Batlle y Ordóñez y Domingo Arena, así como lector del diario El Día.
Siempre sintió por Héctor una debilidad correspondida: cuando lo abandonara su esposa, sería el único de sus nietos con el que se seguiría viendo y, cuando intentara por primera vez quitarse la vida, sería Héctor quien lo salvaría. La segunda vez, empero, no hubo quien lo impidiera.
Sin formación libresca alguna, Héctor Amodio tomó, pues, su primera inspiración política de las conversaciones con su abuelo.
En 1964, la dirección de Cromograf que, por entonces, estaba a cargo de Mario Campiglia, terminaría por despedirlo en razón de su persistente agitación sindical. Sumado a las listas negras que elaboraban las empresas gráficas con sus empleados más difíciles, Amodio conocería los rigores del paro.
A comienzos de 1965, sin embargo, Campiglia, por entonces accionista del Banco Mercantil además de empresario gráfico, había cerrado un acuerdo con la compañía Juan XXIII SA, editora del periódico BP Color, a fin de prestarle servicios de fotomecánica. A pesar de sus diferencias con Amodio, el empresario valoró entonces su buen desempeño y resolvió invitarlo a trabajar en el nuevo proyecto.
Fue un momento de grandes cambios en la vida de Amodio. No solamente había pasado a ganar un muy buen sueldo, bastante superior al de su mismo padre en la empresa Cromograf en razón de las especialidades que incluían los convenios salariales de la prensa, sino que había encontrado un ámbito más importante en el que desplegar sus condiciones de activista sindical y agitador político.
Formalmente afiliado en 1960 al Partido Socialista del Uruguay (PSU), lo hizo en momentos en los que este libraba la batalla interna que sepultaría el predominio de Emilio Frugoni (1880-1969) y daría a esa agrupación un claro rumbo marxista-leninista.
Amodio repartía ahora su tiempo entre la militancia sindical y un nuevo círculo de amigos que, entre otros, integraban los socialistas José Díaz, Félix Vitale y Vivián Trías, además del grupo de muy jóvenes activistas nucleados en torno al Centro Alfredo Caramella, denominado en homenaje al concejal socialista de Montevideo que, por sus humildes orígenes y sostenida militancia hasta su muerte en 1937, bien representaba el modelo de pundonoroso e incorruptible tribuno proletario en el que aquellos jóvenes comenzaban a proyectar sus personalidades y fantasías.
Edith Moraes, Alba Bordoli, Heraclio Rodríguez, Elsa Garreiro, serían algunos de los integrantes de aquellas tertulias en las que cada vez se discutía menos de ideas y más de acción, y de acción armada, en tanto se abocaban, por el momento, a coordinar pegatinas y seguimientos de vecinos tenidos por “fascistas”. O, en su caso, también a la práctica de judo, al tiempo que mantuvo en alquiler el apartamento de Justicia 2222, ahora utilizado para celebrar reuniones crecientemente subversivas.
La radicalización de la dirigencia socialista fue, naturalmente, impulsando la de estos militantes. Pronto se encontró, pues, Amodio, impartiendo cursos de formación en su propio apartamento, ahora ubicado en la calle Pérez Gomar esquina Comercio, en el Buceo.
Y todo esto llegó, claro, a un costo personal: con su ingreso al periódico BP Color, Teresa resolvió abandonar definitivamente a Héctor, de quien se había separado ya brevemente antes de que este consiguiera trabajo. En esta penosa situación afectiva, tras su separación y mudanza a la casa de sus padres, Héctor siguió sin embargo usando el apartamento de la calle Pérez Gomar, a fin de proseguir con el dictado de los cursillos. A poco andar, el alquilado apartamento de la calle Justicia devendría “enterradero” de elementos “clandestinos”, entre ellos el mismo Raúl Sendic /10
Tras su separación de Teresa, de todos modos, Héctor pasó a vivir nuevamente en el domicilio de sus padres, en Regimiento 9 1680, llevando consigo a su hijo. Fue, precisamente, a la casa de Regimiento 9 que, a fines de 1963, llegara de visita el Ing. Jorge Manera Lluveras, un socialista radical de 43 años que trabajaba en las Usinas y Teléfonos del Estado (UTE), y le fuera presentado a Amodio por Díaz y Vitale a fin de explorar la posibilidad de contar con su colaboración y la de sus jóvenes amigos socialistas en otro emprendimiento activista.
Manera sabía que Amodio había organizado con sus amigos lo que grandilocuentemente llamaban “grupos de auto-defensa”, supuestamente abocados a contrarrestar la actividad, o hacer el seguimiento de, vecinos o grupos juzgados “nazis” o “fascistas”/11
Él, en tanto, había formado una célula dentro del PSU, a fin de dar apoyo a grupos irregulares que habían dado pasos más osados en el camino hacia una insurgencia armada.
* * *
Todo había comenzado hacia 1962, en la formación de una variopinta peña de simpatizantes de izquierda que había dado en llamarse el “Coordinador” y se reunía en un local ubicado en Heredia 4440 del barrio montevideano de La Teja, conocido como Base Eduardo Pinela, en homenaje a un joven simpatizante del llamado Movimiento de Apoyo Campesino que falleciera como consecuencia de un accidente de trabajo.
Las interminables conversaciones que allí tuvieron lugar eran, claro, reflejo de su tiempo: el estancamiento económico del país; la venalidad mediocre de sus políticos; el efervescente clima político e ideológico que se vivía en el mundo; los vicios y las virtudes de cada uno de los múltiples caminos que parecían inevitablemente conducir al socialismo; las “condiciones objetivas”, situaciones “pre-revolucionarias”, “etapas”, “agudización de contradicciones” y “madurez social” que pudieran ambientar una agitación armada; la percibida amenaza del “fascismo”, del “golpismo”, del “imperialismo” y, claro, el rol “objetivamente” revolucionario o no del comunismo, en sus variantes soviética o maoísta.
Algunos de los muy jóvenes miembros de aquel “Coordinador” habían, por cierto, entrado en contacto con algo que, para la mayor parte de sus integrantes, era aún una mera referencia al paso: las actividades de agitación que el socialista Raúl Sendic Antonaccio, de 37 años en 1962, llevaba adelante desde hacía poco en el norteño departamento de Artigas, tras organizar, en 1961, la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA), un sindicato de base rural.
El parco procurador Sendic apuntaba, claro, a algo más que organizar un sindicato en procura de mejorar las condiciones de trabajo de los “cañeros” o “peludos”, según se les llamaba, y por ello organizó, entre otras actividades, dos marchas de la UTAA a Montevideo, en 1962 y 1964,/12 a fin de difundir las actividades del singular sindicato y, al tiempo, explorar con militantes afines de izquierda otro tipo de expresión política, como ocupaciones armadas de campos.
Producto de la primera de las marchas fue el concierto entre Sendic y Eleuterio Fernández Huidobro, un empleado bancario de veinte años en 1962, integrante del Movimiento de Apoyo Campesino (MAC), grupo escindido del Movimiento Revolucionario Oriental (MRO), a su vez constituido por integrantes del comunista Frente Izquierda de Liberación (FIDEL). El vago acuerdo consistía en comenzar a pertrecharse con miras a ejecutar algunas de las operaciones ideadas por Sendic.
En Montevideo, elementos de la UTAA y allegados a Fernández atacaron, en mayo de 1962, la sede de la Confederación Sindical del Uruguay (CSU), entidad organizada a fin de resistir los avances del ya incontenible sindicalismo comunista, incendiando la sede de esa entidad y, al tiempo, provocando un tiroteo que ocasionó la muerte de una joven estudiante de enfermería que pasaba por la calle: Dora López de Oricchio, así convertida en la primera víctima de una subversión que el resto del país aún no sabía que había dado su primer paso/13
A poco de dado aquel trágico primer paso, el 31 de julio, tuvo lugar la primera acción armada del núcleo que así se estaba conformando: el asalto al Club de Tiro Suizo de Nueva Helvecia, con el fin de capturar armas: un episodio que, con algo de farsa, lleva a Sendic a pasar a la condición de “clandestino”, al identificarse su papel en el incidente y requerirse su captura.
Estos hechos interpelaron, de inmediato, al llamado Coordinador, ya arrastrado a la acción armada pese a ser un microcosmos de las divisiones tácticas y estratégicas que aquejaban a los grupos de entre los que se reclutaban sus integrantes. Un hilo, sin embargo, los conducía a todos: su fe ciega en la necesidad de actuar, y de hacerlo de inmediato: “las palabras”, comenzaron a repetir entre sí, “nos dividen; la acción nos une”.
Para cuando Manera se encontrara con Amodio en casa de los padres de este, el cuadro era claro: el Coordinador era un desorganizado grupo lanzado por la fuerza de los hechos y sin más diseño, a la ofensiva guerrillera urbana, a través de esporádicos robos a bancos, empresas textiles y ejecución de acciones “propagandistas” como el robo de alimentos para su distribución entre familias necesitadas.
Aún no identificado por la Policía, el “foco” guerrillero descansaba, mayormente, en el celo de los pocos militantes del MAC de Fernández Huidobro, y de los más numerosos socialistas que reclutaba, en forma sistemática y con celo organizativo, el ingeniero Manera. Cuando, en octubre de 1964, este fuera capturado como consecuencia de un fallido asalto a un banco, el metódico Amodio quedaría a cargo de la célula socialista del Coordinador/14
Este, en tanto, tenía sus días contados. Asediado por los rencores de capilla de sus grupúsculos marxistas, no podía procesar con facilidad el incontestable predominio socialista, basado en una disponible cantera de reclutas, o el peso muerto de los inoperantes Federación Anarquista del Uruguay (FAU) y Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
El saldo de un dirigente en la clandestinidad y tres de sus integrantes presos/15 no resultaba, claramente, auspicioso. A fines de 1964, pues, el Coordinador dejó de existir y, en su lugar, se conformó un “comité ejecutivo” provisorio integrado por Raúl Sendic, Eleuterio Fernández y Tabaré Rivero Cedrés (a) Ismael, tras una reunión celebrada por las células socialista, del MAC, del MIR, la ahora saliente FAU, de los llamados “independientes” y de José Díaz, en representación del Comité Ejecutivo del PSU, desplegado allí en un supuesto rol testimonial o aclaratorio.
La infancia de la sedición había llegado a su fin.
10 Allí conocería a Sendic, en 1964, en ocasión de la segunda marcha de UTAA a Montevideo (cf.: ‹Disponible en www.youtube.com›). Las violentas discusiones mantenidas en el apartamento por Sendic y sus acompañantes, así como los reclamos de algunos vecinos, llevaron a Amodio a pedir que Manera intercediera a fin de que los “enterrados” procuraran otro lugar (contra Samuel Blixen, quien en su libro Sendic -Ed. Trilce, 2000- ubica a este por entonces en el apartamento de Violeta Setelich, en Avda. Gral. Rivera, esquina Arrascaeta). El primer “enterradero”, pues, del miembro nato de la sedición le fue provisto por Amodio.
11 La Trama Autoritaria. Derechas y Violencia en Uruguay (1958-1966), Magdalena Broquetas, Montevideo, 2014, intenta construir un andamiaje de grupos y personas embarcadas en una imaginaria “trama” extremista que, empero, la misma investigación prueba fue apenas un fenómeno previsible, acotado, al igual que lo era la sedición de izquierda por la misma época, a un reducido confín de grupúsculos y personas, registradas de todos modos por la atención policial. Un grotesco episodio en el departamento de Treinta y Tres en 1964 fue, en esta línea interpretativa, proyectado a “intento de golpe de Estado”. Cada palabra de estos grupos marginales se utilizaría, por cierto, a partir de 1973, con el fin de establecer una imaginada solución de continuidad entre ella y los actos de la dictadura militar instaurada a partir del 27 de junio en el país (en esta misma línea legitimadora de la violencia de izquierda está la periodista María Urruzola en su libro Eleuterio Fernández Huidobro. Sin remordimientos…, Planeta, 2017, pág. 113 y ss., basado en el trabajo de Broquetas con la clara intención de datar el llamado “primer tiro” del ciclo violento a la muerte del activista comunista Líber Arce, el 14 de agosto de 1968, cuando ya el país transitaba el camino comunista de la huelga revolucionaria).
12 Dos de cinco marchas (1962, 1964, 1965, 1968 y 1971), mediante las cuales Sendic procuraba generar la imagen de una insurrección popular embarcada en crecientes reclamos políticos que podían llegar a demandar la expropiación de tierras, y nunca llegaron a movilizar a más de un par de centenares de personas, en avance hacia Montevideo desde la ciudad de Bella Unión, a más de 600 km de distancia.
13 Para cuando fuera desarticulada, esa subversión habría inferido 74 muertes, secuestrado a 20 personas, intentado secuestrar a otras 5, provocado 43 atentados, ejecutado 86 hurtos, rapiñas o copamientos, sin contar las más de 140 víctimas mayormente jóvenes del propio movimiento, la prisión de más de 2.800 de sus efectivos o simpatizantes y el exilio de muchos de ellos, la instauración de la tortura en la represión, así como la irrupción de las Fuerzas Armadas en la vida política, por la vía de un golpe de Estado e implantación de una dictadura que se prolongaría por más de una década.
14 En esa oportunidad, Manera identificó ante la Policía la obra de Emaús como la beneficiaria de la acción delictiva.
15 A los que pronto se sumarán, según veremos, tres más, provenientes del grupo de “cañeros” de Artigas.
Capítulo III La encrucijada
De 26 años, Wassen se sumó a la sedición desde la Facultad de Derecho, donde desempeñaba tareas en la biblioteca, y ya había participado de importantes acciones delictivas, además de sentirse lo suficientemente fuerte como para contrastar posiciones con el mismo Raúl Sendic, quien lo acusara de “accionismo”.
Sus captores le hicieron ahora comprender que la caída de la “cárcel” era inminente. Tenían en su poder indicios telefónicos que les permitían saber en qué barrios podría hallarse: un área que abarcaba parte de Pocitos, Parque Rodó, Palermo y Cordón.
Tenían, además, el dato de que quienes custodiaban a los secuestrados se trasladaban en una camioneta marca Indio, tal vez roja. Era, por tanto, cuestión de horas que dieran con el lugar Merced a la compartimentación informativa, no estaba en conocimiento de la ubicación de la “cárcel”, pero sí sabía que Wolf lo estaba: era el “inspector” de “cárceles” de la “orga”
Al ser informado de que Amodio también se hallaba en poder de las Fuerzas Armadas, pidió para hablar con él: una ya larga militancia había generado confianza entre ambos. El comando de Infantería 13.o de inmediato se comunicó con el del Florida: pedía que Amodio fuera trasladado con urgencia a Avda. de las Instrucciones.
Así fue que el teniente Méndez sacó a Héctor del “barracón” el 27 de mayo, alrededor de las 19:00 horas. “Vamos al despacho del jefe”, le dijo, en tono perentorio.
Allí, el capitán Calcagno fue conciso: “Mirá, Gustavo: tenemos casi ubicada la “cárcel del pueblo” y, por lo que sabemos, puede caer de un momento a otro. Sabemos que entre vos, Wassen y Wolf está la clave para que no haya una masacre”
Wassen quería hablar con él, le dijeron, y así le instruyeron que subiera a un vehículo, a fin de ir hasta Avda. de las Instrucciones. Lo que entonces ignoraban era que Wassen estaba ya de camino al cuartel Palleja. Ambos vehículos se cruzaron, pues, en las cercanías del Buceo.
De regreso a la sede del Batallón Florida, en tanto, Wassen, Amodio y Wolf fueron inmediatamente conducidos a un escritorio, donde se les dejara a solas por unos breves minutos, en tanto Méndez, Calcagno y el Tte. Cnel. Carlos Legnani aguardaban en las cercanías por el resultado del conciliábulo. Debían resolver entre los tres, se les dijo antes de entrar, el problema de identificar la exacta ubicación del local, y salir de la habitación con una respuesta.
El primero en hablar fue Amodio, quien les contó a sus compañeros lo que le había ocurrido desde su detención, y cómo sus captores estaban rápidamente componiendo el preciso retrato de las actividades subversivas. Wassen completó esa descripción, al informarles que sus interrogadores contaban con indicios que auguraban una pronta caída de la “cárcel”
Si los custodios de los dos secuestrados procedían, según era posible, a asesinar a sus víctimas, las represalias podrían ser intensas.
Amodio se había quedado sorprendido, tras la lectura del expediente en el que se incluía, entre varios, el testimonio de Píriz Budes, del grado de caótica información de que disponían aquellas aún desorientadas Fuerzas Armadas, y en aquel momento, informó a Wassen y a Wolf que había recibido una oferta de los oficiales del Batallón Florida en el sentido de colaborar a cambio de una salida de su situación.
“En la casa hay dos botijas…”, deslizó entonces Wolf, a cargo de supervisar los “berretines” que la sedición llamaba “cárceles”.
No tomó, pues, sino unos minutos a Wolf y a Wassen asumir la responsabilidad de acompañar a los efectivos militares en la operación de allanamiento y captura de la “cárcel”: serían parte del operativo a fin de hacer ver a sus compañeros la importancia de entregar el reducto pacíficamente. Amodio de inmediato dio su asentimiento: no quedaba otro remedio.
Tras esta sombría y breve deliberación, Amodio abandonó la estancia: él no conocía la ubicación de la “cárcel”, ni había tenido la iniciativa de generar el encuentro entre los detenidos.
Ya dirigiéndose al “barracón”, informó a Calcagno que sus compañeros tenían la respuesta por la que esperaba. Calcagno, Legnani y Méndez ingresaron de inmediato en la habitación en la que quedaran Wassen y Wolf.
Amodio creía que, por lo menos para él, aquella jornada ya estaba terminada. Se equivocaba.
* * *
La llamada “cárcel del pueblo” estaba ubicada en un característico caserón de la calle Juan Paullier, número de puerta 1192, cercano a bulevar España.
Había sido comprado, en 1963, por el matrimonio constituido por el empleado bancario José Luis Porras y la activista social católica Zulema Arena. Adherentes a la actividad sediciosa desde 1970, sus tareas como “periféricos” consistían en presentar una fachada de respetabilidad barrial, detrás de la cual la organización pudiera instalar un local de aún imprecisas funciones.
La sedición trabajó intensamente en el hogar de la familia Porras-Arena, construyendo un “berretín” subterráneo que pudiera albergar las mazmorras o jaulones reservados por el “Plan Satán” para sus secuestrados, o servir de “aguantadero” a algunos de los presos fugados en 1971 del Penal de Punta Carretas, o conducir a las cloacas de la ciudad, en una obra que se hallaba inconclusa cuando el local cayera, en 1972.
Zulema Arena tenía, por entonces, 32 años y junto a ella y su marido vivían en aquella casa sus cuatro hijas, la menor de las cuales contaba con seis años El hecho de que su vivienda fuera empleada como centro del secuestro de personas obligaba al joven matrimonio y a las niñas a permanecer constantemente en el inmueble, así como a evitar las visitas de terceros.
( fin primera entrega continuara)
Diez de Medina - postaporteñ@ 1845 - 2017-11-14
"El crimen político es
dos veces inmoral,
es inmoral por inhumano y
es inmoral por infecundo"
O (de nuevo)
"terrorismo y comunismo"
Una opinión personal
Yo era un botija recién salido de la adolescencia, fisgoneando algo de teoría política, de afuera y la ñata contra el vidrio, o una pantalla de televisión, un programa de debate político. Y en él, así de simple lo dijo Vivían Trías, y luego explicó el sentido de la violencia social fecunda de las masas en una revolución, a diferencia de la violencia de actos Individuales o de pequeños grupos activistas fuera de eso.
Después me aparté de Trías por cosas muy cuestionables que hacía y decía. Pero fue mi primer "profesor de marxismo"
Las cosas que leí, las que vi hacer y las que hice, me convencieron que hay una violencia política infecunda que no tiene sentido, y me fui haciendo una idea de en cuáles condiciones es fecunda y en cuáles no. La actividad de las masas no viene por arte de magia ni de ideología, ni repartiendo volantes por bien escritos que estén o por "crear un hecho político".
Sin embargo, con motivo del centenario de la Gran Revolución Rusa, estos temas se vuelven a discutir.
Aleksandr Ilich Uliánov atentó contra el zar Alejandro III en 1887, no lo mató, lo apresaron y ahorcaron. Era hermano mayor de Vladimir, o sea Lenin. El suyo fue uno de los actos de violencia individual o de pequeños grupos en aquel tiempo en Rusia. 30 años después el imperio de los zares fue derribado, con Nicolás II hijo de Alejandro.
Lo fue por una revolución social de masas, múltiple en clases, partidos e ideas con una conducción política que fue cambiando sobre la marcha, no sólo de composición sino de naturaleza. Lenin encabezó el momento de auge de esa revolución, llegando al gobierno en noviembre de 1917. Esos hechos no salieron de su cabeza, a los tumbos fue entendiéndolos sobre la marcha y en parte, y por eso llegó allí.
Al siguiente julio Nicolás Romanov hijo de Alejandro fue ejecutado por el gobierno de Vladimir Uliánov hermano del otro Alejandro. Un mes después Lenin fue herido de un balazo en un atentado al estilo del de Alejandro Uliánov contra Alejandro Romanov. Aunque no se llegó a un esclarecimiento total de los hechos, una activista llamada Fanny Kaplan se confesó autora, era partidaria (según dice su breve confesión) de la Asamblea Constituyente que había sido disuelta por el gobierno bolchevique. La apresaron y fusilaron días después.
Generalmente se dice que Fanny era anarquista.
En el momento no se probó su vinculación con ninguno de los grupos anarquistas rusos de la época, ni ella dijo nada. Hoy hay en Uruguay diversos grupos anarquistas. NINGUNO de ellos reivindica ese atentado contra Lenin.
No se sabe a ciencia cierta si esas heridas incidieron o no en la muerte de Lenin en 1924. Si fue así el beneficiario real fue Stalin. Si la diferencia entre uno y otro no es relevante, no tiene sentido atentar contra un gobernante individual; y si sí lo es Fanni equivocó el blanco. Y si la importancia de un atentado es "crear un hecho político", quiero referirme a algo de otro "profesor de marxismo" al que tampoco lo tomo en todo, Trotsky:
"Que un atentado terrorista, incluso uno 'exitoso', cree la confusión en la clase dominante depende de la situación política concreta... [Y]tendrá corta vida... un nuevo ministro ocupa el puesto del asesinado. [O un jefe de partido]. Pero el desorden que produce el atentado terrorista en las filas de la clase obrera es mucho más profundo. ... empequeñece el papel de las masas en su propia conciencia,... se reduce el interés de las masas en organizarse y educarse. ... El resultado es... la desilusión y la apatía". [1]
Eso que allí se llama "terrorismo" ya no existe. Las formas de lucha cambiaron con el tiempo y el terrorismo individual quedó de lado. Hoy es propio de los neo-nazis [2] Aquello pasaba en la Rusia de Alexander Uliánov, y el texto de Trotsky explica por qué no se derribó así al imperio de los zares.Mutatis mutandis puede ayudarnos a entender que pasó con los anarquistas que no pudieron derribar el gobierno de Lenin, y con los propios bolcheviques, de otra forma.
En un trabajo que llamé "Cien Octubres" [3] propuse una hipótesis de trabajo sobre la revolución rusa:
"La Revolución de Octubre fue el INTENTO de llevar adelante una revolución obrera socialista"
La separación en las revoluciones de "Febrero" y "Octubre" es en el sentido de hechos políticos bien diferentes, pero en el sentido histórico es obvio que es una única "revolución permanente". (Ver esto de Boris Kagarlitsky [4]), Febrero plantea los problemas de la profunda crisis social de Rusia y la descomposición del poder zarista, que se resumían en "Pan, Paz y Tierra". Octubre propone una solución: dar a esa revolución indefinida el giro de una revolución obrera socialista, y la forma política de una república de soviets. Fue esa la primera vez en la historia, sin experiencia previa, y a contrapelo de las teorías de la época.
En un proceso muy complejo el intento tuvo logros parciales sin llegar al objetivo propuesto: una sociedad igualitaria sin clases sociales. También hubo importantes errores, distorsiones, incluso crímenes (como en todas las revoluciones de la historia); se arruinó y terminó colapsando. Se trata de entender por qué.
La reivindicación de aquel atentado de Fanni viene hoy en un texto muy malo, pero dentro de esa interminable sopa de chumbo hay un trozo de carne que no conocía y agradezco: "Los dos octubres" de Piotr Archinov [5].
Quienes lo traen, dicen que mi hipótesis (intento de revolución) no es cierta. En cambio, el texto de Archinov la verifica. Me detendré en él en forma detallada en otra nota, porque vale la pena. Aquí, por razones de necesaria brevedad, sólo haré una presentación.
Dice Archinov: "La revolución, obrera y campesina, victoriosa de 1917 quedó legalmente establecida en la agenda bolchevique como la Revolución de Octubre. Hay una sana verdad en esto, pero no resulta enteramente exacto... los obreros y campesinos de Rusia superaron un obstáculo colosal para el desarrollo de la revolución. Abolieron el poder nominal de la clase capitalista, pero antes de aquello... Al tomar el poder económico de la clase capitalista y la tierra de manos de los terratenientes en el campo, ellos conquistaron el derecho al trabajo libre y sin supervisores en las ciudades, sino el control total de las industrias... De no haber habido esta expropiación general... la destrucción de la máquina estatal burguesa -la revolución política - no habría triunfado... Por otra parte, los objetivos de la Revolución Social de Octubre no se limitaban a terminar con el poder capitalista. Los obreros habían experimentado un largo período de desarrollo práctico de carácter autogestionario, el cual se malogrará en los años venideros"
De acuerdo. Hay algo que no dice y lo veremos. No sólo él, prácticamente toda la bibliografía seria (incluyendo la "Historia.." de Trotsky) muestra que los bolcheviques fueron arrastrados por los hechos. Nos interesa el rol del blanco de ese atentado, Lenin.
Y dice Archinov:
"La Revolución de Febrero sorprendió a los diferentes partidos revolucionarios en completa confusión... nadie salvo los anarquistas, querían creerlo. El Partido Bolchevique, el cual siempre decía expresar la aspiración más radical de la clase obrera, no pudo ir más allá en sus fines de los límites de una revolución burguesa. Fue sólo en la conferencia de Abril que se preguntaron qué estaba realmente pasando en Rusia. Si era sólo el derrocamiento del zarismo, o era que la revolución iba más allá -¿tan lejos como el derrocamiento del capitalismo? Lo último, planteó eventualmente a los bolcheviques la cuestión de las tácticas a seguir. Lenin tomó conciencia antes que los otros bolcheviques del carácter social de la revolución y enfatizó la necesidad de conquistar el poder. Vio un avance decisivo en el movimiento obrero y campesino que estaba socavando más y más las bases de la burguesía industrial y rural. Un acuerdo unánime sobre estas cuestiones no podía ser alcanzado, ni siquiera hacia los días de Octubre. Todo el tiempo, el partido maniobró entre las consignas sociales de las masas y la concepción de una revolución social-demócrata, que es de donde venían y donde se desarrollaron. Sin oponerse a las consignas de la pequeña y gran burguesía, por una Asamblea Constituyente, el partido hizo lo mejor por controlar a las masas, pretendiendo mantener el paso con ellas, el cual era cada vez de un tranco más largo". "Fue sólo cuando los obreros y campesinos de toda Rusia comenzaron la revolución,.. Que los Bolcheviques comenzaron a discutir el carácter social de la revolución, y la consecuente necesidad de modificar sus tácticas. No había unanimidad... el Comité Central del Partido se hallaba dividido en dos tendencias. Mientras una parte del Comité Central, con Lenin a la cabeza, preveían la inevitable Revolución Social y proponían la preparación para la toma del poder, la otra tendencia, liderada por Zinoviev y Kámenev, denunciaba la tentativa de Revolución Social como aventurerista y no iban más allá de llamar a la Asamblea Constituyente.."
Hemos dicho prácticamente lo mismo en varios materiales. Los bolcheviques eran originalmente un partido socialdemócrata de izquierda que fue gradualmente tomando otro camino, empujado por los hechos. Lenin fue uno de los impulsores de esa evolución, en algunos aspectos rompió drásticamente con esas concepciones, en otros no culminó ese proceso, la muerte llegó antes.
Como fuese, pegarle un balazo a Lenin no era una buena idea.
Hay aspectos de la práctica bolchevique que han sido cuestionados, pero en AGOSTO DE 1918 no habían ocurrido. Las primeras diferencias (que también se dieron entre los bolcheviques) fueron sobre la paz de Brest-Litovsk que se firmó con los alemanes. Nos ocuparemos de eso en una próxima nota, La Asamblea Constituyente (que Fanni reivindica y Archinov llama -con razón- consigna de la pequeña y gran burguesía) fue disuelta por el gobierno bolchevique en forma bastante arbitraria y con argumentos muy pueriles, pero no daba para pegarle un tiro a Lenin por disolver un organismo burgués. Ese atentado fue un acto bárbaro y reaccionario, reivindicarlo hoy es más reaccionario aun.
No vamos a seguir con esto, lo veremos en otra nota. Lean a Archinov y verán que "el octubre obrero" según él fue precisamente un INTENTO DE REVOLUCIÓN SOCIALISTA, que los bolcheviques vacilaron pero se plegaron a eso, que Lenin fue un impulsor del viraje. Tengo una diferencia con Archinov que voy a explicar. Pero primero veamos cómo termina allí hablando de los anarquistas.
"... el potencial revolucionario de los obreros y de los campesinos, junto al poder ideológico y táctico de los anarquistas, pudieron representar una fuerza a la cual nada podría oponerse. Desafortunadamente, esta unión no tuvo lugar... Durante tan importante y ventajoso periodo revolucionario, los anarquistas se limitaron a las actividades restringidas de pequeños grupos en lugar de orientarse hacia la acción política de masas. Prefirieron ahogarse en el mar de sus disputas internas, sin intentar plantear el problema de una política y táctica común al anarquismo. Por esta deficiencia, se condenaron a la inacción y a la esterilidad durante los momentos más importantes de la Revolución. Las causas del estado catastrófico del movimiento anarquista, residían en su dispersión, en la desorganización y ausencia de una táctica colectiva -cosas que casi siempre han sido sostenidas como principios por parte de los anarquistas, evitando que dieran un solo paso organizativo de forma que pudiesen orientar la revolución social de una manera decisiva. No hay asunto, en realidad, en denunciar a aquellos que, por su demagogia, su falta de reflexión, y su irresponsabilidad contribuyeron a crear esta situación. Pero la experiencia trágica que llevó a las masas obreras a la derrota, al anarquismo al borde del abismo, debiera ser asimilada desde ahora. Debemos combatir y estigmatizar sin misericordia a aquellos que de una u otra forma, continúan la perpetuación del caos y la confusión en el Anarquismo, a todos aquellos que obstruyen su re-establecimiento y organización".
En corto y simple: el anarquismo fracasó. El bolchevismo también fracasó, aunque la forma de los respectivos fracasos son diferentes. La causa última es la misma, de conjunto podemos decir que la clase obrera fracasó en su intento de una revolución socialista
El fracaso social explica los respectivos fracasos políticos y no a la inversa. Hemos acercado algunos aportes para la comprensión de ese fracaso social, siguiendo el análisis fundacional de Christian Rakovsky.
En la manifestación política, en los bolcheviques tomó la forma de una degeneración burocrática evolucionado hacia la tiranía estalinista, en los anarquistas el caos y la desintegración completa. Archinov, del lado anarquista, pinta un paisaje problemático que él mismo considera típico del anarquismo, para solucionarlo propone un camino político que no es típico del anarquismo.
Esta diferencia está dada por la diferente impronta social de estas dos corrientes, la clase obrera no es monolítica ni homogénea, y -por supuesto- no hay una doctrina preconcebida a priori que haga funcionar a su manera una revolución.
A su vez, una clase social sufre problemas estructurales enormes en el curso de una crisis de esas proporciones, se desgaja, dispersa, y eso tiene consecuencias inevitables en plano político. Astarita nos aporta un texto interesante sobre esa coyuntura social y las expresiones políticas emergentes. [6]
Vamos ahora a mi diferencia con Archinov.
Las relaciones de producción no son acto de voluntad. No salen de la galera la libertad del trabajo, o las formas autogestionarias de producción.
En otros trabajos nos hemos referido al ejemplo de Trotsky de la panadería (La revolución traicionada). Si escasea el pan, la gente hace cola frente a la panadería. Si la cola se alarga aparece un gendarme para mantener el orden, así surge la burocracia. Es un planteo muy simplista, no aclara por ejemplo por qué los que esperan no pueden organizarse a sí mismos democráticamente sin disturbios que motiven un gendarme, pero eso es lo de menos.
La panadería produce poco, tal vez no llegue suficiente trigo y eso tiene que ver con las relaciones capo-ciudad, relaciones de intercambio entre bienes agrícolas y bienes industriales para la productividad agrícola, capacidad de producir esos bienes industriales y precios relativos si las relaciones mercantiles aún no han podido ser abolidos. Pero voy a centrarme en la ciudad.
Para aumentar la capacidad productiva de la panadería necesito un horno más grande, o más hornos. Eso significa producir ladrillos, hierro, etc. Es lo que Marx llama sector industrial 1 (bienes de producción) y sector industrial 2 (bienes de consumo). La gente no come ladrillos, pero los ladrillos son necesarios para producir pan. La producción de ladrillos resta trabajadores, recursos y energía a la producción de pan.
Por eso, los planes de industrialización acelerada provocaron en la URSS el desabastecimiento de bienes de consumo, las carencias, lo que acentuó las tensiones sociales y la fragmentación política.
Pero el camino de la industrialización acelerada fue producto, a su vez, de una condición previa de la sociedad rusa. Las ideas de Marx para una revolución igualitaria que conduzca a la sociedad sin clases fueron pensadas para otro escenario, en que estos problemas ya habrían sido resueltos por el desarrollo del capitalismo.
Veamos la producción organizada en forma autogestionaria. Se propuso y se intentó, generó polémicas muy agudas. En esto la posición de Lenin fue equivocada. Pero una producción autogestionaria requiere relaciones horizontales en la organización del trabajo, esto requiere un nivel cultural medio, y esto a su vez sólo puede ocurrir con las necesidades básicas mínimamente cubiertas, que a su vez requiere un cierto desarrollo productivo. Resolver todo a la vez era un problema nuevo.
Esto no significa que el problema no pudiese resolverse, significa que debía resolverse de una manera diferente. Los bolcheviques vacilaron entre dos orientaciones y eligieron mal y tarde.
Nos ocuparemos de todo esto en notas sucesivas. Vamos ahora a descartarlo completamente y a formular la hipótesis contraria. Lo que se precisaría era matar a Lenin, Trotsky, etc. y con eso nos acercaríamos a una solución.
Haré esta pregunta: ¿por qué los defienden esa idea hoy y acá no le pegaron un tiro a Pepe Mujica? ¿Acaso era Lenin un contrarrevolucionario estatista capitalista y traidor, y Mujica no?
NADIE lo ha hecho porque ya está plenamente aceptado que ese método es bárbaro y reaccionario, por eso es hoy el método de los neo-nazis que quieren estimular el desarrollo del estado policial represivo, y que la gente lo acepte como una "necesidad", y para quienes es importante sembrar la confusión entre la clase oprimida.
Y en medios de izquierda cualquier pretendida reivindicación es pour la galerie, nadie lo acepta.
Porque el crimen político es dos veces inmoral, es inmoral por inhumano y es inmoral por infecundo
Referencias:
[1] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1910s/19111100.htm
[2] Recomiendo sobre este tema en los hechos recientes, esta nota: https://n0estandificil.blogspot.com.uy/2017/11/terrorismo-y-rabia-asesina-
[3] https://n0estandificil.blogspot.com.uy/2017/10/cien-octubres-laspolemicas-sobre-la.html de-hombres.htmltambién abordado acá: https://n0estandificil.blogspot.com.uy/2017/11/tujachevski-sacudiremos-rusia-como-una.html
[4]https://n0estandificil.blogspot.com.uy/2017/10/lenin-fue-un-genio-politico-porque.html
[5] No está la referencia en esa sopa, va:http://www.nestormakhno.info/spanish/octubres.htm
[6] 12.NOV.17 | postaporteñ@ 1844 KRONSTADT TUVO ANTECEDENTES Por ASTARITA ?
FERNANDO MOYANO - postaporteñ@ 1845 - 2017-11-14
A 100 AÑOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN RUSALA LUCHA CONTRA EL ESTADONestor Makhnoenvió COLECTIVO FANNI KAPLÁN El hecho de que el Estado moderno sea la forma organizativa de una autoridad fundada sobre la arbitrariedad y la violencia en la vida social de los explotados, es independiente de que éste sea "burgués" o "proletario" (1) Éste descansa sobre el centralismo opresivo, que emana directamente de la violencia que una minoría ejerce contra la mayoría. A fin de reforzar e imponer la legalidad de su sistema, el Estado no sólo recurre a sus armas y a su dinero, sino que también a potentes armas de presión psicológica. Con la ayuda de tales armas, un pequeño grupo de políticos refuerza la represión psicológica en la sociedad entera y, particularmente, en las masas laboriosas, condicionándolas de tal manera, para desviarles su atención de la esclavitud institucionalizada por el Estado. Así que debemos dejar en claro que, si vamos a combatir la violencia organizada del Estado moderno, debemos disponer de armas poderosas, apropiadas para la magnitud de esta tarea. Hasta ahora, los métodos de acción social empleados por la clase obrera revolucionaria en contra del poder de los opresores y explotadores -el Estado y el Capital- en conformidad con las ideas libertarias, han sido insuficientes para guiar a los explotados a su victoria completa. Ha ocurrido en la Historia que los trabajadores han derrotado al Capital, pero la victoria se ha escapado luego de sus manos, porque algún poder Estatal ha emergido, amalgamando los intereses del capital privado y aquellos del capitalismo de Estado, a fin de triunfar sobre los explotados. La experiencia de la Revolución Rusa ha expuesto crudamente nuestras limitaciones a este respecto. No debemos olvidar esto, sino que debemos entregarnos, simplemente, a identificar estas limitaciones. Debemos reconocer que nuestra lucha en contra del Estado en la Revolución Rusa fue notable, pese a la desorganización que afligía a nuestras filas: notable, por sobre todo, en lo que concierne a la destrucción de aquella odiosa institución. Pero, al contrario, nuestra lucha fue insignificante en el plano de la construcción de la sociedad libre de trabajadores y de sus estructuras sociales, que habrían asegurado que ésta prosperara más allá del alcance de la tutela del Estado y de sus instituciones represivas. El hecho de que nosotros, los comunistas libertarios o los anarco-sindicalistas, fracasamos en anticipar la secuencia de la Revolución Rusa y que fracasamos en apurar la creación de nuevas formas de actividad social a tiempo, llevó a que muchos de nuestros grupos y organizaciones estuvieran desorientados, una vez más, respecto a su línea política y socio-estratégica en el frente de lucha de la Revolución. Si queremos evitar una futura recaída en estos mismos errores, cuando suceda alguna situación revolucionaria, y a fin de retener la cohesión y la coherencia de nuestra línea organizativa, debemos, primero que nada, amalgamar nuestras fuerzas en una sola colectividad activa y luego, sin más rodeos, definir nuestra concepción constructiva de las unidades económicas, sociales, locales y territoriales, cosa de que estén descritas en detalle (soviets libres), y que en particular se describa, en un marco amplio, su misión revolucionaria básica en la lucha contra el Estado. La vida contemporánea y la Revolución Rusa, requieren de esto. Aquellos que se han involucrado en las mismas filas de las masas obreras y campesinas, participando activamente de las victorias y fracasos de su campaña, deben sin dudas llegar a nuestras mismas conclusiones, y más específicamente a una apreciación de que nuestra lucha contra el Estado debe ser llevada a cabo hasta que el Estado haya sido completamente erradicado: también reconocerán que el rol más duro en aquella lucha es el rol de las fuerzas armadas revolucionarias. Es esencial que el rol de las fuerzas armadas de la Revolución, esté ligado a las entidades sociales y económicas, en donde el pueblo trabajador se organizará desde los tempranos días de la Revolución en adelante, para que se introduzca la total auto-organización de la vida, fuera del alcance de toda estructura estatal. Desde este momento en adelante, los anarquistas deben enfocar su atención sobre ese aspecto de la Revolución. Deben convencerse de que, si las fuerzas armadas de la Revolución se organizan en vastos ejércitos o en montones de destacamentos armados locales, no pueden sino derrotar a los funcionarios y defensores del Estado, y consecuentemente, brindar las condiciones requeridas por la población explotada que apoya la revolución, a fin de cortar todas las ligaduras con el pasado y mirar hacia los detalles finales del proceso de construcción de una nueva existencia socio-económica. El Estado, sin embargo, será capaz de aferrarse a algunos enclaves locales y tratará de poner múltiples obstáculos en el camino a la nueva vida de los explotados, desacelerando el tranco del crecimiento y del desarrollo armonioso de nuevas relaciones, fundadas en la completa emancipación del Hombre. La liquidación final y completa del Estado sólo puede ocurrir cuando la lucha de los explotados es orientada por los lineamientos más libertarios posibles, cuando los explotados mismos sean quienes determinen las estructuras de su acción social. Estas estructuras deben asumir la forma de órganos de auto-dirección social y económica, la forma de soviets libres "anti-autoritarios". Los obreros revolucionarios y su vanguardia -los anarquistas- deben analizar la naturaleza y estructura de estos soviets y especificar sus funciones revolucionarias por adelantado. Es en base a esto, principalmente, que la evolución positiva y el desarrollo de las ideas anarquistas en las filas de aquellos que realizarán la liquidación del Estado por su propia cuenta, a fin de construir una sociedad libre, dependerá. Delo Truda, No.17, Octubre de 1926, pp. 5-6 Nota del traductor: (1) Clara alusión al gobierno Bolchevique en la Unión Soviética, que disfrazaba la naturaleza burocrática, represiva y anti-popular de su Estado, bajo la fórmula de ser un Estado "obrero" (a lo que los "disidentes" trotskistas sumaban el apellido "degenerado") Traducido por José Antonio Gutiérrez Dentón F.KAPLAN - postaporteñ@ 1845 - 2017-11-14 |
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