Cuántas veces el silencio es la voz de la verdad
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La mitad de las empresas colaterales de ANCAP dieron
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ANTE LA MUERTE DE LEPRA
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Si De Jubileos Se Trata
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LAS ENSEÑANZAS URUGUAYAS*
No venderé el rico patrimonio oriental al vil precio de la necesidad. José G. Artigas No sé porque, y no por cercanía, tenía una especie de admiración por los yorugas; y me decía: alguna vez cruzaré el charco del río de La Plata. Cuando estudié historia de América, en el capítulo referente a los verdaderos dueños de esas tierras, los charrúas despertaron en mí una curiosidad, suave si se quiere. Valientes estos dueños, los tuvieron al jaque a los gachupines desde que desembarcaron, no se dejaron atropellar nunca. Otra atracción era su nombre Uruguay, que significa río de pájaros en lengua guaraní; que belleza. País poético. Tabaré, el drama en verso de Juan Zorrilla de San Martín, que publicó en Buenos Aires cuando estaba exiliado, nos lo hacían leer, casi recitar en la escuela. Tabaré era del otro lado del río. Al venir a la Capital y estar cerca de la orilla del río de La Plata me permitió conocer uruguayos y la polémica: Si Carlitos Gardel era de aquí o del otro lado; que Julio Sosa y su voz tanguera; pero Zitarrosa y su guitarra negra las aplacaba, era como un puente, Viglietti y...a desalambrar, Benedetti, Onetti, Filisberto Hernández y de nuevo el tango con Enrique Campos, todo eso me acercó mucho más a ellos; menos en el fútbol, nos guapeaban tupido. Cuando vendía libros a créditos, me junté con uruguayos. En este encuentro me presentaron a otro Artigas. Distinto al marmolado del manual de historia. Estaba vivo, lleno de voces, digno, rebelde; los yorugas lo llevaban entre los dientes. Los charrúas y ahora Artigas constituyeron para mí, un arco histórico apasionante. Nos vendieron que del otro lado existía la Suiza de América Llegaron los milicos y desmintieron la venta. Eran no más parte de la América Latina; la doctrina de Seguridad Nacional les llegó sin contemplaciones. Cuando acá no se podía editar, se hacía allá; cuando aquí se ponía el chocolate espeso, los políticos rajaban remando clandestinamente. Eso me lo contaba don Juan Balsechi, fundador del Despertar del Obrero, una cooperativa panadera libertaria en Concepción del Uruguay. Del otro lado del río estaba un refugio y nuestras lecturas clandestinas. El tránsito se invirtió por obra y gracia de los militares uruguayos; acá los esperaba la Triple AAA. Entre aquí y allá, y más luego en México me entreveré con otros charrúas en tierras Aztecas, con la gente de Marcha, Don Aníbal Quijano, Anhelo Hernández y un montón más. Todo lo que quieran, pero aún no había cruzado el río. Estaba en deuda con los charrúas, Artigas y mis amigos que aquí vendían libros. Hay tiempos que son de parto. Éste se precipita en forma incontenible, y hay que salir a su encuentro. Acá en el ‘88 la cosa era nauseabunda. Este año, nonato aún, comenzaba oloroso, ¡y cómo! Habíamos constituido el MUA, un agrupamiento gremial; se cavaban zanjas, se pegaban gritos de alertas, las paredes era nuestros afiches indelebles Del lado oriental por obra de los vientos un olor a podrido arribaba a nuestros puertos. Todos los ferrocarriles de diseño colonial -exportadores de materias primas-, hacen punta de riel en el puerto. Desde la punta de riel del ferrocarril uruguayo nos llega el olor de la atropellada a nuestra punta de riel, y que era muy fuerte. En la Argentina ni noticias. Sólo nosotros lo detectamos por esa aproximación. País censurado el nuestro, por las puntas y al medio. Un gremialismo con tradición aislacionista. Se era inmaculado, no contaminado, inmune a las ideas de afuera. Los sindicatos ferroviarios argentinos en silencio; eso, ya era complicidad. La CGT del Ubaldini ladrador, ni enterado. Todo era silencio. Un ruido cerrado, oloroso y funesto orillaba Buenos Aires, había cruzado el río. Era un enero caliente. Se detenían los trenes en el otro lado, se generaba un vacío; era la desconexión territorial..., por detr& aacute;s el silencio mortal de las estaciones cerradas, la tristeza. Con todos estos antecedentes el Flaco Raúl cruzó el charco, era nuestro explorador. Visitó a los charrúas del riel que dirigían la Unión Ferroviaria. Allí le contaron todo. Acá, ignorantes, vaciados de información. Regresó con malas noticias. A los de la Banda Oriental se les ponía fiera la cosa; antes que aquí. Algo se les podría a los yorugas. El Flaco Raúl regresó embestido casi como un cónsul oriental; solicitó en su nombre todas las solidaridades posibles. Comenzamos a pedirlas aquí y más allá. Recolectamos de todo tipo y color. Nadie escatimó nada. Sólo nuestra comisión nacional, argumentado cuestiones estatutarias no nos dio nada. Sí, una velada amenaza de que sí se iba, podríamos ser sancionados, por que las cuestiones internacionales era cuestión de ellos, aunque no hicieran nada sobre esa cuestión. Por supuesto, les contestamos con un silencio lleno de desprecio. Mirá si a esta altura del partido nos iban a correr con la vaina del encuadramiento estatutario; mirá si para ser solidarios uno debía andar encuadrado, la estupidez militante. Aceptamos la invitación de participar en la marcha de los ferroviarios uruguayos. Partimos. La experiencia uruguaya era una prueba anticipada, testigo, de lo que aquí se aproximaba. Expresaba asimismo los silencios cómplices de la burocracia sindical ferroviaria. Experiencia personal fuerte, ésta, que la memoria la trae como esos ríos bravíos de montaña, encajonados, que se desprenden puliendo la roca. Objetivar es difícil cuando lo emocional -de nuevo- se da piñas con la razón. La censura del hecho real, el ocultamiento de la información, el aislacionismo no es casual. No se sabía que pasaba en nuestros contornos; ni por la cordillera, ni por el río, el altiplano o las selváticas fronteras con Paraguay. Los comportamientos de la dirigencia gremial allende las fronteras, sus métodos, la concepción de lucha, difería de la nuestra; en la primera percepción saltaba a la vista Comparando se aprende. Pero aquí en Argentina no era necesario, éramos únicos; todos debían imitarnos. Las palabras, la organización democrática y plural, la cabida al otro aunque haya perdido la elección, expulsaba a la exclusión, y permitía la alteralidad en los cargos. No hacía falta ser muy sagaz, todo eso se notaba en la superficie. Uno los veía caminar, el paso los distinguía. ¡Ja! ¡Cuánto nos faltaba! En nuestra orilla se estaba como cristalizado; casi digo de hielo, nos podíamos derretir ante cualquier ofensiva caliente. La historia con Artigas; las voces de Zitarrosa, Viglietti, las letras de Quijano y su revista; las palabras populares cantadas por Falta y Resto; Filisberto Hernández y su obra; Las Venas Abiertas de América Latina de Galeano; El Cumpleaños de Juan Ángel de Benedetti; Onetti y su pluma burlona; el mate y la beatitud montevideana... Salimos desde la terminal de ómnibus casi a la madrugada. Sólo el Hindú Singh, el correntino Gutiérrez el que trajo desde Monte Caseros los primero rumores y el Atilio Medina, noctámbulo, todo un cuidador de lechuzas. En medio de una picada de matambre, mortadela cortada al cuchillo y un tinto medio regular, charlamos y charlamos... Cómo buen ferroviario me gusta viajar siempre; no hacerlo por un tiempo, me despierta una inquietud nerviosa, incómoda adición. El viaje no era de placer, se viajaba para asistir a un acto de los ferroviarios yorugas. No los conocía, sólo un poco por referencias. Al fin cruzaba el charco y vería la tierra de Artigas, sus cuchillas,.. Pero la expectativa por conocer a esa gente era lo principal. Conocí uruguayos y por ellos imaginé su pueblo. El acto y la marcha era otro ejercicio de la imaginería. Todo esto no me sirvió de nada. Imaginaba con los mecanismos del aislacionismo, que no era una cuestión pueril. Cuando fui a España a ver mi Vieja, invitado además a un seminario del Sindicato Ferroviario vi, y me di cuenta qué se estaba en el fin del mundo; qué además de estarlo, no se intentaba comunicación con el mundo gremial internacional. Los compañeros españoles me interrogaban sobre las metamorfosis de los agrupamiento: los 25; la CGT-Brasil; los Participacionistas; la CGT-Azopardo; las 62; los auténticos, los recontra auténticos, los l5, los con fainá o media masa...-, no entendían nada sobre la movilidad camaleónica de los dirigentes. El sindicalismo argentino para ellos, era una caja negra. Al enterarse de que existían cuatro gremios ferroviarios, no me creyeron. Más, les dije que podría haber cinco o seis..., me invitaron a que no bebiera más. Sabían de nuestras tradiciones gremiales, de la influencia anarquista, socialista, anarco-sindicalistas, comunistas, pero este desmadre contemporáneo, no. Dijeron que siempre intentaron establecer relaciones con nuestros dirigentes, eran impenetrables. La asepsia ideológica, la preservación de la pureza, la lucha contra la contaminación de otras experiencias, se negaba al trabajador argentino un enriquecimiento insoslayable; era parte de un ocultamiento premeditado. Si por un casual alguien viajaba, el regreso debía ser silencioso. Por lo tanto la solidaridad internacional se desconocía. En la Huelga ferroviaria del ‘6l, cuando nos llegaban partes solidarios de todos los rincones nos asombrábamos. -Nos conocen -se decía. El mismo fenómeno, esta vez en el río de La Plata; los dos países en el fin del mundo, y si contamos a Chile, ya son tres. Pero los chilenos y los yorugas si saben de cada uno. Lo nuestros estaban empachados de una soberbia sospechosa, alimentada. Éramos los infalibles, los mejores, los más piola, los más vivos, los más puros, los menos contaminados; lado argentino jodido. Toda esa retahíla penetraba a la dirigencia obrera y contenía. ¿O era una concepción ideológica, y cómo consecuencia de ella era esa actitud política? ¡Tema para hurgar! Preocupante situación. Se batían parches sobre la globalización del mundo, pero del capitalista, la guita o el lucro. La globalización de las relaciones obreras, ¡no!, impedirlas; los que antes se llamaba internacionalismo proletario o solidaridad internacional ¿se acuerdan?, aquí nulas. No jodan los trabajadores argentinos estaban bien así aislados, sin peligros de contagio: una larga cuarentena. Llegamos a Montevideo. Desde que comenzó a clarear con los ojos bien abierto registraba cuchillas, riachuelos, aguadas, el pasto verde azulado cubierto por esferitas de rocío, así, hasta penetrar poco a poco por las barriadas. Nos estaban esperando. De inmediato al sindicato. Un edificio viejo, modesto cobijaba a los ferroviarios. De moblaje sencillo, militantes que andaban trajinando desde temprano, no desentonaban. Todo era así: sencillo. Palabras y gestos austeros, casi provincianos, sin grandilocuencias, ni ampulosidades. Nos recibieron con gran calidez mate en mano. La charla comenzó como si nos conociéramos de otras reencarnaciones. Muy escuchadores, con respeto dejaron que habláramos. Les entregamos las cartas, telegramas, actas de asambleas, es decir, las comunicaciones solidarias. Cartas de Ubaldini, una de José Pedraza donde manifestaba su total oposición las privatizaciones y concesiones; también la adhesión de los compañeros de La Fraternidad, Señaleros, las seccionales del Personal de Dirección de Rosario, del Belgrano-Retiro, Mitre-Retiro, del Organismo Central, y de otros sindicatos. Ah, me olvidaba ¡cara jo! Nuestra Comisión Nacional no nos dio nada. Solo una velada amenaza. Ta, ta, ta, se agradece y mucho. Es muy importante para nosotros. Lo daremos a conocer en el acto. Se expresaban emocionados. El Flaco que operó como cónsul estaba conmovido. Eran sus primeros pasos en la carrera diplomática de los laburantes ferroviarios. No dejaban de agradecer, sin zalamerías. A medida que otros iban llegando les enseñaban los papeles solidarios. Nos prendimos al mate, se lubricaba la lengua. Se hablaba a destajo. Éramos ferroviarios, la diferencia estaba en el fútbol, y no todas las veces. Los compañeros Toledo, presidente de la Unión Ferroviaria Uruguaya, y Walter Caulia, secretario general nos informaron de todo. Con el Flaco no nos sentíamos extraños ante tanta tibieza, nada ceremonial. Ese día se realizaba la gran movilización de los ferroviarios, la familia y la gente de los pueblos del Uruguay. A partir del mediodía se concretaba un paro general dispuesto por la central de trabajadores, el PIT-CNT (Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores) El sindicato era una romería de gente de otros gremios, arrimando solidaridad en paquetes de fideos, fiambres, mortadelas, refrescos, pan, medicamentos, de todo. En una oficina se distribuían las zonas de las ambulancias, los puestos de enfermería que estaba a cargo del sindicato que las agrupaba. La ofensiva contra los ferrocarriles uruguayos era la misma que la que se nos avecinaba. Cuando asomó la cresta, ya operaba en territorio charrúa; y nosotros por andar puros y aislados, no olfateamos esa hediondez. La ofensiva era la misma, encerraba el mismo carácter: detener a los ferrocarriles. La respuesta de los dirigentes gremiales argentinos puros, incoloros e insípidos, era distinta. Aquí se movilizaba a los pueblos; allí, en argentina el toma y daca por debajo de la mesa: la conciliación era la esencia. Que todo se puede negociar. Presiono y negocio; pero cada vez presiono menos, y negocio más. Descubrimos de donde venían los hedores a carne podrida. Respirar otros aires sensibilizaban las papilas olfativas y te permitían rastrear mejor; escuchar otras palabras te abría el cráneo, el pensamiento se oxigena y expande: busca nuevas formas de comprender la realidad circundante. Estar aislado no es casual. Nos empaquetaban. Lo lamentable era que nuestra gente ¡estaba empaquetada! Desde el somos occidentales y cristianos, ¡los charrúas son orientales, y más de 33! ¡Masones! Número del Gran Maestro. Nos habían pasteurizado las ideas y la vida ¡qué los parió! ¡Cómo revertir, cómo mi alma! Todos eran interrogantes silenciosos, se juntaban en la trinchera de los dientes. Mientras los compañeros uruguayos nos explicaban una y otra vez: Los ferrocarriles uruguayos son de los uruguayos; en una fuerte entonación Artiguista. Aquí y allá los mismos argumentos contra el ferrocarril. En Buenos Aires: la joda, la contemporización, se cedía. La vida privada de los ferroviarios será mejor, era la respuesta. Un nuevo asedio verbal se desataba, y lo peor, una porción del mundo ferroviario escuchaba atento, como asintiendo. No existían rechazos. Se articulaba el prebendismo para generar el silencio; o, respuestas tecnocráticas o de carácter eficientistas, disimulo cómplice. La verdad verdadera era que se estaba jodido, muy jodidos. Atrapados y sin salida. Sofrerail, consultora francesa, vieja conocida nuestra asesoraba al gobierno uruguayo y otra de origen inglés: Ferroplan. Juntas diseñaron argumentos produciendo conclusiones por las que hoy el pueblo uruguayo salía a manifestar. Jamás, ni el Gobierno Inglés ni el francés permitirían tan sólo insinuar que sus ferrocarriles fueran desguazados. Pero sí el Gobierno Uruguayo, como buen país dependiente les permitiría decir, a esas consultoras, que la solución es el desmembramiento. Que eran efectos de la recién iniciada globalización; y la dependencia ¿no lo es? Digo. El mismo cuento del déficit, la misma película, el mismo muchachito que salva a la mina sobre la hora acosada por los deficitarios. Los mismos giles que creen a píe juntilla todo lo que viene de afuera, y como buenos colonizados reverencian y se reverencian ante la verdad irrebatible del colono. Casi vidas paralelas. Los compañeros uruguayos denuncian las compras indebidas, inútiles, a voluntad del proveedor, como nosotros. Aquí, en este fenómeno no se estaba aislado. La globalización del boicot, y la corrupción..., y la diferencia: los gremialistas yorugas resistían, la burocracia argentina negociaba por debajo de la mesa y se incorporaba como la tercera pata de esa mesa corrupta. ¡Falta de inversión! Ni un mango para el ferrocarril. ¡Ah! pero eso sí, para las carreteras todo, aunque se instalen en forma paralela a las vías. El achicamiento, el cerramiento de ramales, la clausura de trenes, el despido de personal, la sombra negra de ese espeso olor ha podrido que había cruzado el río. No únicamente ferrocarriles. Parte del Plan Sangrienta y Cía. era la venta o rifa de empresas como PLUNA(Compañía de Aeronavegación), ANCAP (Refinería de Petróleo), ANTEL (Empresa de teléfonos), ANTE (Energía Eléctrica), es decir, casi todo, y casi todo como acá. Quiere decir que los Terragnos y los Oliveras no eran originales, sino simples tramitadores de los factores de poder. Tristes fotocopias. El Flaco Raúl meta anotar. De hurtadillas nos relojeábamos. Esto les ocurría a los orientales por el ‘88, en un enero tibio por las broncas. En argentina los amagues eran serios. Denunciamos a Madanes, a Terragno, la creación de la DEP (Dirección de Empresas Públicas) cuyo Director era Horacio Lozovitz conspicuo representante de los proveedores del estado, y junto a él, todos. Mamadores de la teta del estado que, aunque fuera ineficiente chupaban con fruición; así sea estatal y descremada. En Uruguay en plena ofensiva. En la argentina se posicionaban; faltaba saltar el charco. La globalización del desguace ferroviario tenía que ver con la crisis de la industria automotor en el mundo capitalista, que la descargaba sobre los países dependientes. Clausurar los ferrocarriles era la condición necesaria para que se instale el transporte automotor. En la argentina sin aprestos resistentes: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, derechitos y sin desviarse. Apotegma peronista usado subliminalmente por el gobierno de Alfonsín, sin que nadie reclamara derecho de autoría, no era casual. Nos preguntábamos: ¿Cuándo cruzarán el río? ¿Donde será la cabecera de playa? Terragno acaso, ¿no era un desembarcado? Nuestra imaginación rajaba y se instalaba en nuestra realidad, jodida, y ninguneada. Nos distraía sólo el ir y venir de los compañeros en un trajín continuo. El sindicato ferroviario uruguayo era todo movimiento, como un tren. Vecinos, compañeros de otros gremios, gente más gente se apiñaba afuera a medida qué la hora de la manifestación se acercaba. La solidaridad hecha provisión, especies y elementos de primeros auxilios. La presencia de la gente era la cuestión. Los ferroviarios rodeados, era una realidad con voces y paquetes. Como un relámpago se me presentaban escenas de nuestra huelga en tiempos de Frondizi, la de 42 días, cuando en el local de nuestro sindicato era todo un movimiento solidario. Nuestra gente, la del barrio, los estudiantes demostrando que aunque no sean trabajadores lo mismo se puede estar junto al otro; otros sindicatos, nosotros deambulando...me veía circulando ¡¡qué lo parió!! Era Córdoba ¡Qué refucilo! Mejor me regreso. Continua la ida y vuelta de los vecinos, llegaron los compañeros de sanidad con sus médicos, enfermeras, ambulancias, compañeros del correo, portuarios, otros, y otros, y así La marcha se inició en los Talleres Peñarol pasadas las 8,30 horas, desplazándose hasta la Estación Central. A medida que marchaban se acoplaban como ramilletes distintas delegaciones de pueblos y sindicatos. Salimos al encuentro de la marcha después de matear, mingitorio, listo ¡ya! Cruzamos algunas calles solitarias, desoladas. Ni un alma, ni perro husmeando basura. Nada. Todo se esfumó mucho antes de la hora del paro. A lo lejos, la música y el rumor de que algo, más allá, se aproximaba, como un sordo trueno vivaz, no marcial. Vi la columna principal al doblar la esquina. Tenía la forma de un animal ondulante, vivo, que serpenteaba y en ese movimiento cambiaba y tomaba otras formas. Su cabeza no era feroz, era tronadora, musical. Conjuntos candomberos batían sus instrumentos de percusión y ese ritmo contagioso marcaba el andar y el flamear de los carteles de los otros gremios. Color, música. Una alegría difícil de describir, contagiosa. Era la alegría de la lucha. Encolumnados por propia voluntad vecinos, barriadas, pueblos, trabajadores, y la ausencia de los carteles de los partidos políticos. De repente apareció la cabeza principal de la marcha. Sobria, encadenados por los codos. Compactos y cantando. Banderas del PIT-CNT, de los ferroviarios; el color de nuevo, los redoblantes percusionados en una cadencia incitadora, a mover la osamenta...los redoblantes no marciales. Nos fuimos arrimando despacio. Con el Flaco Raúl notábamos que los ojos tenían otra dimensión, la boca se abría, lista para tragar cualquier moscón volador, la desmesura. Todo nos impresionaba, ni hablar de nuestro estado emocional. Nos acercábamos más. El compañero Toledo, presidente de la Unión Ferroviaria uruguaya, nos tomó del brazo y encaró a la cabeza de la manifestación. Ésta se detuvo. Los compañeros de seguridad se abrieron, nos cedieron el paso. Nosotros petrificados. Se soltaron los codos, como cerrojos que se abren y nos ofrecen integrar la cabeza de esa bestia llena de ojos que nos mira -sabe que somos del otro lado, argentinos-, y al abrir la inmensa fauces nos engancharon con los codos, nos atraparon, nos hicieron de ellos, nos engulleron. Nos expropiaron la nacionalidad, nos hicieron uruguayos. ¡Tremendo honor! ¿Las emociones? No, ya las tenía cuando los vi asomarse, ésta era otra cosa, no sé, al día de hoy describirlas. Al Flaco Raúl lo veía de rabo de ojo a un costado, lo llevaban levitando, amarrado, duro, lleno de emoción. El también. Pero digo yo, como no t e vas emocionar ¡qué joder! Ya encolumnados anunciaron nuestra presencia: ferroviarios argentinos encabezan la marcha. Los vivas, los aplausos por la presencia solidaria. ¡Qué corcoveo! Se desatan sin riendas las emociones, respiro como un asmático, éramos una piltrafa. Nosotros los valientes ferroviarios, los más machos, nos llevaban, no caminábamos. Lo miré al Raúl, era como mirarme. Estaba más alto y con su rostro indescriptible ¿estaré igual? Las quijadas y el cuello duro, tenso, creía que me resquebrajaba Luego de marchar un buen trecho, llegamos. Por pedido de los compañeros del PIT-CNT nos invitaron a subir al palco central. Frente a 200.000 yorugas, nuevamente, anunciaron que ferroviarios argentinos portando solidaridades estaban ahí ¡Pa’morirse hermano, pa’l desmaye maestro! El cuero no aguantaba tanto estire, de nuevo sobarlo para que se rellene de emociones, vivencias, es qué hay un límite. Todo un empache. Un empache machazo, que ni la curandera más mejor en asuntos de tiraditas de cuero. Nunca, ni la más embrujada me pudo sacar este empacho... Dije, como más de 200.000 compañeros venidos de todas partes del país. La familia de los ferroviarios, gente de los pueblos, que si se aplicaba el Plan, serán fantasmas. Se movilizaron en camiones, viejos ómnibus, catraminas añosas, cafeteras que eran una reliquia, cualquier medio, la cuestión era la presencia, estar. Se debía ese día, estar. Así estuvieron más de 200.000 uruguayos. Montevideo, después del mediodía se silenció. Solo la serpenteante columna de la manifestación se movía, y por todo su cuerpo desprendía un vaho caliente. Como una inmensa lampalagua musical se desplazaba invadiendo los silencios montevideanos. Avanzaba, avanzaba, cubría su recorrido y se engrosaba engullendo cada más gente. Todos, en ese mediodía caliente deseaban ser engullidos. La marcha era una anaconda gigante, mágica, sagrada; había nacido de las entrañas de la gente. Iban a comenzar los discursos, se demoraban, seguían llegando delegaciones de poblaciones como Pan de Azúcar, Juan Lacaze. Rivera, Soriano, Mercedes, y en todas las consignas principales:Por el país y su gente, salvemos al ferrocarril. Avanzaba y avanzaba la gente con sus botijas y sus cansancios, no desfallecían; alegres y preocupados a la vez Fervorosos discursos comenzaron a pronunciarse a favor del ferrocarril. Las referencias al pensamiento artiguista estaba en cada exposición: ‘No venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad’ Pedro Toledo, presidente de los ferroviarios dice: ‘Quieren transformar a nuestros pueblos en pueblos fantasmas. Denunciamos desde esta tribuna las mentiras del presidente Sanguinetti. Esas mentiras han sido refutadas por las claras ventajas que ofrece el ferrocarril’ La figura de Pedro, de baja estatura, se agrandaba en cada palabra, párrafo, en cada andanada de verdades que aplastaban las mentiras batidas a todo parche por todos los medio cómplices. Seguía el Pedro: ‘La mayoría de nuestros pueblos surgieron junto a las estaciones y es el único medio de transporte que permite conectarlos. Hoy, por irresponsabilidad del gobierno se amplió la zona de incomunicación entre ellos. La crecida de bañados, cañadas, arroyos produjo la separación entre ellos, y sin el ferrocarril, esto no tiene solución inmediata’. El mismo modo de nacer los pueblos, a la vera de las estaciones, la misma desintegración territorial por el levantamiento de ramales en la época de milicos, y en este auge democrático. Un calco, aquí y allá. Luego Daniel Martínez en nombre de la central obrera PIT- CNT, que manifiesta entre otras cosas: ‘Se nos acusaba hace tres años cuando denunciamos un plan elaborado por los centros de poder económico y financiero internacional, destinados a destruir nuestro patrimonio nacional, a entregar, mejor dicho, a regalar todo lo que el Uruguay y su pueblo como nación fue construyendo a lo largo de la historia. Fuimos acusados de alarmistas, de querer detener el progreso del país....cada frase que nos tocaba cerca, una de esas fue más que cerca:...incluso muchos trabajadores no creyeron que se fuera a privatizar o eliminar industrias. Dura piña al mentón. Las palabras del compañero Martínez nos incluía; más que un discurso uruguayo era rioplatense, contenía a ambas orillas...a ellos no les importa, total, los que sufren el cierre de los servicios de AFE (Ferrocarriles) son gente del pueblo, son trabajadores, son pequeños y medianos productores. No hay ningún apellido ilustre que sufra. ¡Qué desprecio por nuestra gente! ¡Qué desprecio por nuestro pueblo! ¡Qué desprecio a todo lo uruguayo!’ Prosigue el compañero Martínez denunciando, demostrando didácticamente como si fuera un maestro, dando pautas, sin gritar pero con voz firme, proponiendo a toda la concurrencia medidas de resistencia y solución al problema, Nosotros, de la otra orilla, nos sentíamos uruguayos y artiguista. Como un rejucilo recordé los discursos de Ubaldini: guturales, inconexos; o el de otros dirigentes llenos de engaños; o el de otros proponiendo el todo o nada; o cuanto peor mejor ¡qué los parió! Cuanta desolación en medio de tanta gente. De solo pensar en el regreso y de recordar qué se estaba en pelotas Terminó el acto pasado el medio día. El sol montevideano caía como una plomada. El sol calentaba la calentura de la gente. La inmensa lampalagua se disgregaba ordenadamente. Todo estaba previsto. Por delegación se agrupaban y eran guiados a distintos lugares para darles de comer, refrescar a niños, madres, gente del pueblo, reponer fuerzas. Nos invitaron a comer. Los dirigentes nacionales debían servir a los que vinieron del interior. Aceptamos, con el compañero Toledo nos encaminamos al Taller Peñarol. Con el Raúl planteamos que queríamos ser uno más de ellos. Nos aceptaron gustosos. A laburar de pinches de cocina. Me dieron una inmensa mortadela, debía cortarla en daditos. Castigo de preso. Le di al corte charlando, escuchando la música semiclandestina de la época de los milicos uruguayos, de nuevo Zitarroza, Viglietti, Falta y Resto. Nos explicaban sus vidas y sus cantos. Dec&iac ute;a, laburamos como presos; ni que hablar de lo que nos reímos. Eso sí, la cerveza era buena, el tinto regular para abajo, pero como uno no es delicado ni despreciativo, tragamos como una grieta. Se dio de comer a la gente. Nosotros apenas. La pasión por el chamuyo pudo más; desde el fútbol hasta la sublimación. Empezaba a caer la tarde. La gente se fue despidiendo. Bajo la sombra de los árboles mateamos hasta que nos separamos con dificultad. Fue un día de esos que valen años. Toda una experiencia acumulada en pocas horas, ocurre. Nos esperaban los compañeros del PIT-CNT como última actividad, luego recorrer Montevideo. Al final recalamos en un viejo Bar. Con el Raúl aún no cambiábamos impresiones; los dos teníamos ganas de contarnos, pero el proceso rumiante no terminaba. Es qué todo así, de golpe, en un día, no era cuestión. ¿Qué nos dejaban estas enseñanzas uruguayas? Bajo el punto de vista emocional nos sacudieron. Pero lo otro: las palabras, las palabras de los discursos; la convocatoria de los dirigentes, el comportamiento masivo del pueblo como contestación a esa convocatoria: todo el cuerpo social uruguayo se movilizaba como un inmenso animal enardecido. El pueblo no aislaba a los ferrucas. Recién montados en el ómnibus al regresar vino el intercambio de impresiones. Después, mucho tiempo después y siempre, nos acordábamos de ese día montevideano. Ese vendaval anunciado, nauseabundo finalmente cruzó por las tierras charrúas, atravesó el Río de La Plata al poco tiempo. No se lo pudo detener, las defensas no alcanzaron. No habíamos cavado ni una mísera trinchera. Dos cosas quedaron prendidas de esos tiempos y retumban aún: los pueblos fantasmas y el desprecio por la gente y el pueblo, dos cuestiones asociadas. El compañero Toledo lo dijo. Siempre hablamos de las enseñanzas uruguayas, del Uruguay premonitorio. -Ché Flaco, linda gente la uruguaya. ¡Si dan ganas de hacerse charrúa! Hoy me hicieron sentir oriental, un poco más y rumbeo pa’ migración. *Del libro El Guardapalabras (memorias de un ferroviario de Juan Carlos Cena )
JCCENA - postaporteñ@ 1534 - 2016-01-08
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Protestas en Turquía contra
toques de queda y
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sábado, 9 de enero de 2016
1534* Es preferible fiarse del hombre que se equivoca a menudo, que de quien no duda nunca.
Número
1534 | vier 8 ENERO 2016 | Año XI
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