HAITÍ | Rebelión popular en marcha
Raul Zibechi Brecha 4/2/16 La crisis haitiana es bastante más profunda de lo que revela el fraude electoral, y sólo puede explicarse desde la ocupación militar del país, la profundización de la dependencia y la creciente pobreza de las mayorías. La actualización del pasado colonial agudizó todos los problemas de la nación más golpeada del continente. “La rebelión se sustenta en una nueva conciencia y en nuevas organizaciones nacidas bajo la ocupación”, dice a Brecha Henry Boisrolin, coordinador del Comité Democrático Haitiano, residente en Argentina. De ese modo el activista explica las multitudinarias movilizaciones que forzaron la suspensión indefinida de una cuestionada segunda vuelta electoral. El problema es que el gobierno de Michel Martelly finaliza su período constitucional el domingo 7, dejando un vacío presidencial sin precedentes en la historia de Haití. “La crisis haitiana no se reduce a la crisis electoral sino que es mucho más profunda. Se relaciona con el fracaso de la ocupación, que no pudo resolver ningún problema de la gente. El sistema de ocupación colonial recurrió históricamente a dictaduras, golpes de Estado y masacres, pero ahora el sistema no puede reproducirse porque hubo un salto cualitativo de la conciencia y la organización en los últimos 30 años, luego de derrocado Duvalier”, sintetiza Boisrolin. En su opinión, un sistema anclado en la corrupción y la violencia está siendo trabado por la sociedad haitiana, que ha comprendido que “para resolver sus problemas hay que poner fin a la ocupación militar que ya lleva 11 años”. En ese período se sucedieron elecciones, en las que hubo hasta un 75 por ciento de abstención, y la reconstrucción posterior al terremoto de 2010, que fue “un gran negocio para las multinacionales y las ONG”. Sostiene que se llegó a una situación en la que “los de arriba no pueden seguir viviendo como antes y los de abajo no quieren seguir viviendo así”.
Un problema llamado Martelly
“A partir del derrocamiento de Jean-Claude Duvalier, en 1986, el sistema político haitiano ha gravitado entre fuerzas que lo empujan activamente hacia la instauración de un régimen democrático, y otras que incentivan el arraigo de una cultura política autocrática y adversa a un Estado de derecho”, puede leerse en un editorial de la prensa dominicana (Diario Libre, 5-IX-15). Desde el golpe de Estado contra Jean Bertrand Aristide, el primer presidente elegido democráticamente, un golpe “promovido por la burguesía, la diáspora y los altos mandos militares haitianos” y con fuerte apoyo de Estados Unidos, la situación haitiana se caracterizó por la inestabilidad. Luego de una intervención militar estadounidense, un segundo golpe contra la segunda presidencia de Aristide y la intervención de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (Minustah), en 2005, llega al gobierno Martelly, aupado por esas mismas fuerzas. El presidente, que asumió luego de una “una infame segunda vuelta electoral” en 2010, nunca negó sus vínculos con el régimen de François Duvalier, así como “su incuestionable complicidad con la extorsión y apresamiento a figuras de la oposición, como André Michel, su amistad con Woodley Ethéard (alias ‘Sonson la Familia’, líder de una notable banda de secuestradores), y el desinterés de su gobierno por la realización de elecciones legislativas y municipales, pendientes desde hace más de cuatro años” (Diario Libre, 5-IX-15). Pero lo más escandaloso es el silencio de la comunidad internacional. No ya de Estados Unidos y Francia, cómplices del régimen de Duvalier, los golpes de Estado, la represión y el fraude permanentes, sino sobre todo de los gobiernos progresistas latinoamericanos cuyas fuerzas armadas integran las tropas de ocupación Fue la masiva irrupción del pueblo haitiano lo que llevó a la OEA y a varios gobiernos a interesarse en una realidad que creían bajo control. En esa irrupción juega un papel importante la crisis económica, con una fuerte devaluación en torno al 80 por ciento, “con hambrunas severas en cuatro de los diez departamentos”, según Boisrolin, a lo que debe sumarse una epidemia de cólera traída por los soldados de la Minustah que se cobró 9 mil muertos y 900 mil infectados, agravada por la expulsión de haitianos de República Dominicana, donde suelen acudir en busca de trabajo. “El gobierno no da salida a ningún problema, y además hay un despilfarro enorme, que bajo Martelly creció de modo exponencial.”
Lucha por el poder
Como suele suceder en estos casos, la crisis económica se convierte en crisis política por la emergencia de esa “nueva conciencia” en la sociedad haitiana, de la que participan incluso sectores medios y hasta parte de la burguesía que comprende la importancia de la soberanía nacional. “Esto ya no es un planteo sólo de la izquierda sino de la inmensa mayoría de los haitianos”, dice el coordinador del Comité Democrático. Todos los organismos de observación haitianos reconocen que en las elecciones del 9 de agosto hubo fraude, al que algunos asimilan a un golpe de Estado a favor del partido del presidente. “Estados Unidos y Brasil quieren que se acepte que hubo irregularidades, pero como son unas ‘elecciones a la haitiana’, término que revela su racismo, deberían ser válidas. No pensaban que el pueblo haitiano tendría la capacidad de frenar la segunda vuelta”, dispara Boisrolin. Este fin de semana es el momento clave, ya que se impone un gobierno de transición cuya correlación de fuerzas decidirá el futuro inmediato del país. La propuesta de las fuerzas populares que se han venido movilizando consiste en hacer cabildos abiertos para que la población tome la iniciativa y consiga evitar que su futuro se decida, una vez más, entre cuatro paredes. “Si ponen a Martelly o a sus amigos en un gobierno de transición no va a durar ni un mes”, anticipa Boisrolin. Lo nuevo es que se ha registrado en los últimos años un crecimiento exponencial de las fuerzas antiimperialistas que reclaman el fin de la ocupación y la no injerencia, lo que ha llevado a muchos sectores, incluida la Iglesia Católica, a rechazar reuniones con la OEA. Luego de 11 años de ocupación quieren resolver los problemas entre haitianos. Boisrolin define la nueva coyuntura en una apretada síntesis: “Han surgido organizaciones campesinas, barriales y sindicales, ya no son sólo los estudiantes los que salen a la calle, sino la gente que en forma masiva ha forzado la suspensión de la segunda vuelta, con lo que se ha frenado el golpe electoral. Pero ahora queda por ver cómo se integra el gobierno de transición. Martelly y los presidentes de las cámaras quieren estar en ese gobierno. El grupo de ocho partidos de oposición plantea que el presidente de la Suprema Corte de Justicia asuma la presidencia, y la tercera posición es un gobierno de consenso de todas las fuerzas que se movilizaron contra la ocupación. La crisis ha entrado en la fase de lucha por el poder”
Haití Y pega
la vuelta
la diaria- viernes 5 de febrero 2016 La Coordinadora enviará una “nota” al Ejecutivo para que realice una excepción (*) en la ley y permita el retiro de las tropas en Haití. La Coordinadora por el Retiro de las Tropas de Haití realizó ayer una conferencia de prensa en la sede del Servicio Paz y Justicia Uruguay (Serpaj) para reafirmar su posición respecto de la presencia de tropas uruguayas en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah, por sus siglas en francés). Ya han dado a conocer su postura en otras oportunidades y no tiene matices: Uruguay debe retirar a sus 250 militares del país centroamericano de manera urgente, para que éstos “no se manchen con la sangre del pueblo haitiano”. Cinco dirigentes detrás de una mesa larga y con un archivo de fondo -en el que se podían ver gruesos cuadernos de “Derechos humanos en Chile” y “No violencia y educación”- manifestaron su profundo rechazo a una misión que en 12 años “no ha cumplido ninguno de los objetivos”, expresó en la rueda de prensa Andrés Olivetti, integrante de la Coordinadora. Informó que enviarán el 18 de febrero al Poder Ejecutivo una “nota” en la que solicitarán el “retiro inmediato” de todas las tropas en Haití. Para que la sociedad civil se interiorice más con esta coyuntura, también se convocará a una movilización. “Hace 12 años se podía discutir o no si la estabilización de Haití podría prosperar. 12 años después, la situación ha empeorado en todo sentido. Las multinacionales han encontrado los corredores para hacer sus negocios”, condenó Olivetti, y luego parafraseó al ex presidente José Mujica cuando, en noviembre de 2013, advirtió que las tropas uruguayas no pueden transformarse en una “especie de guardia pretoriana”. El canciller Rodolfo Nin Novoa señalaba a El Espectador en enero del año pasado que “si Haití se encamina a un proceso predictatorial, no tiene sentido que los cascos azules uruguayos continúen la misión en ese país” Los integrantes de la coordinadora consideran que las tropas uruguayas, como las del resto del mundo, no pueden permanecer ni un día más en Haití. Sin embargo, la Mesa Política del Frente Amplio (FA) mandató a sus legisladores a votar en diciembre del año pasado el proyecto de ley que prorroga la Minustah hasta el último mes de 2016 Algunos diputados oficialistas no se subieron a ese tren, como Luis Puig (Partido por la Victoria del Pueblo) y Óscar Groba (Espacio 609), así como hubo diputados nacionalistas y del Partido Independiente que tampoco lo hicieron. De todas formas, la iniciativa prosperó, y se trazó el horizonte del fin de la misión. Para Mónica Riet, integrante de la coordinadora, en Haití hay organizaciones no gubernamentales que “están lucrando con la desgracia del pueblo haitiano”. Pero manifestó esperanza en que las cosas cambien de rumbo, ya que “el pueblo haitiano y hasta parte de la burguesía le ha dicho ‘basta’ a la ocupación extranjera, no quieren la presencia de la Organización de Naciones Unidas [ONU] y tampoco recibieron a la Organización de Estados Americanos [OEA]”, sostuvo. Por otra parte, ayer el ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, dijo a El Observador que si el Consejo de Seguridad de la ONU ordena desplegar tropas, la delegación uruguaya que se ubica en el noreste de Congo se trasladará a Burundi. En Congo actualmente hay 1.193 soldados uruguayos. El ex diputado del Movimiento de Participación Popular (MPP) Esteban Pérez, integrante de la coordinadora, se mostró contrario a esta posibilidad. “Lo que quieren hacer es buscar un recambio para las fuerzas armadas uruguayas para otra misión. Lo que hay que discutir son todas las misiones de paz de la ONU. Hace 50 años que están en África, han ocupado medio continente y no han logrado nada, salvo mantener el régimen colonial”, reflexionó (*) Hay un error en esta información. Lo que se planteará en una carta abierta que se presentará a la presidencia de la República ?firmada por varias organizaciones y personas (incluyendo diputados) es que se APLIQUE estrictamente el artículo 3 de esa ley que faculta el retiro total e inmediato de las tropas si se produjese la situación, que estaba prevista como posible en esa ley, y que se que es EXACTAMENTE esto que ocurre hoy en Haití
“Solucionando”
el problema de Haití
cargándole
nuestro propio problema
Para encontrar la solución a un problema complejo, la ciencia tiene un viejo procedimiento: Reducirlo a problemas más simples hasta llegar a uno de solución conocida, resolverlo, luego ir de vuelta desde la parte resuelta al todo. Obvio, si algo no se puede hacer es para tratar de solucionar la parte, introducir nuevas complejidades sin resolver al problema global. Mucho se habla de Haití, con un problema complejo. Las instituciones internacionales están preocupadas porque el “presidente” Martelly dejará su cargo este domingo 7 sin haberse realizado una elección -aunque sea trucha- para remplazarlo, y eso provocará un “vacío del poder”. ¿Será eso un problema, o una solución? Son las mismas instituciones que crearon el problema, sostuvieron al régimen represor de Martelly, organizaron primero y acompañaron su fraude electoral, y hubiesen preferido un pueblo que aceptase resignado su despojo político y la extrema penuria en la que está, y ahora miran “con preocupación” la rebelión de ese pueblo, a la que ellas mismas lo empujaron. La Unión Europea dice que estuvieron y no vieron que hubiese un “fraude masivo”, tal vez no miraron mucho, tal vez piensen que en Haití si el fraude no es muy obvio no importa. La CELAC fue -con Rodolfo Nin Novoa incluido-, miró, y se fue sin hacer nada; lo mejor que podían hacer. La OEA, que ha intentado rescatar su propio desastre, se va expresando “confianza pero no esperanza” en que los haitianos se arreglen solos, es como decir “suerte en pila”. Pero es más importante hablar de Uruguay, qué hizo en Haití. La “genialidad” que se les ocurrió a los sucesivos gobiernos uruguayos fue, ya que Haití tiene un problema, “ayudarlo” con algo que solucionase un problema de Uruguay que no ha podido resolver, con el que los haitianos no tienen nada que ver. Uruguay tiene unas fuerzas armadas inútiles y caras. ¡No sirven ni para custodiar sus propios cuarteles sin que les roben las armas! Han agravado el problema del descontrol de armas en nuestra sociedad, además de otros garrones que por ellas nos comemos. Entonces, la genial idea era encontrar algo para lo que sirvan los militares, además de recoger basura, y que además les permitan hacer unos mangos a los soldados que ganan sueldos miserables. Las “misiones de paz” de Naciones Unidas eran esa idea, la participación desmedida de Uruguay, un país pequeño con fuerzas armadas inservibles, ineptas para el combate, sin preparación para la guerra moderna ni armas adecuadas ni ganas de combatir. Y aquí se juntan dos problemas, uno el problema de base, que las “misiones” de la ONU no han servido -en más de medio siglo- para ninguna paz, y lo que hacen en realidad es sostener el neo-colonialismo; antes de embarcarse en algo habría que mirar de frente lo que en verdad es. Y el otro es el “aporte” de Uruguay, que agrava las dos cosas. Todo eso está en discusión, pese a que se lo ha querido evitar aprobando los envíos de tropas a tapas cerradas. Pero si hay un caso de “misiones de paz” en que el fracaso rompe los ojos, es Haití. Doce años de un proyecto de “estabilización”, en realidad de reconstrucción del Estado neo-colonial por medio de la intervención miliar, que terminan en un colapso. La participación de los países latinoamericanos en la aventura neo-colonial, y en especial la de “gobiernos de izquierda”, ha sido fundamental para amortiguar la resistencia del pueblo haitiano. El proyecto involucró a las instituciones regionales, OEA, UNSASUR, CELAC, a los gobiernos y las fuerzas políticas “de izquierda”, sus programas y discursos ideológicos. Y por supuesto, las fuerzas armadas, reforzando sus nefastos vínculos con el imperialismo. A su vez el papel rector de Brasil implicó incluir en el proyecto neo-colonial su experimento sub-imperialista. Uruguay se “subió al estribo e Brasil”, a ver si encontraba un lugar confortable dentro del edificio neo-colonial en construcción. Los sucesivos gobiernos uruguayos, y los del FA que dominaron toda la década, se involucraron a ojos cerrados. Además de ofrecer una “prenda de paz” a la corporación militar, pusieron las expectativas en un nuevo “prestigio internacional” de Uruguay por esa participación. Pero de nuevo, como en la fábula del alacrán y la rana, “no pudieron con su naturaleza”. Un accidente aéreo fatal por la impericia de los pilotos y la irresponsabilidad completa de los mandos y el MDN, y la vejación de un joven haitiano por militares uruguayos que fue vista en todo el mundo, entre otras cosas menos conocidas, fueron el “plus” especial de Uruguay en la MINUSTAH. Pero todo eso, aun siendo horrible, no es lo peor. Lo peor es que Uruguay en cierta forma DIO ESPERANZAS al pueblo haitiano, con el “presidente más pobre”, ex-guerrillero y amigo. Luis Almagro, siendo canciller del gobierno de Mujica, presionó notoriamente a Martelly para empujarlo a una apertura democrática, y lo amenazó con el retiro total de las tropas uruguayas. El parlamento previó ese retiro, de no haber esa apertura democrática. Y Mujica declaró que Uruguay no sería guardia pretoriana de una dictadura. Pero cuando las papas pelaron, el gobierno no aguantó la doble presión de la ONU de un lado y la corporación militar del otro, y no cumplió nada de lo dicho. Martelly se sintió con las manos libres para continuar con su proyecto dictatorial. Y se llegó a este resultado calamitoso. El retiro de Uruguay hubiese podido ser un ejemplo, un estímulo moral para el pueblo haitiano, tal vez seguido por otros gobiernos. Así, el gobierno uruguayo aportó al agravamiento extremo del problema, obstaculizando una salida pacífica La violencia que se pueda desencadenar será su responsabilidad
FERNANDO MOYANO
postaporteñ@ 1551 - 2016-02-06 |
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Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la
URSS (3)
Rolando Astarita
Las
contradicciones de la NEP
Esta cuestión estuvo en el centro de las diferencias al interior de la dirección soviética. Antes de presentar esas polémicas, es conveniente trazar una visión panorámica de las tensiones que atravesaban la relación campo - ciudad, o campesinado - clase obrera industrial. Lo primero a señalar es que, si bien hasta 1926-7 hubo una considerable recuperación industrial, la misma se produjo en gran medida a partir de la utilización de capacidad instalada No hubo ampliación de capacidad productiva, ni renovación importante en tecnología. De manera que la productividad continuó siendo baja, y hacia el final de la década la brecha tecnológica entre la Rusia soviética y Occidente era mayor que en 1914 (Wheatcroft, Davies y Cooper, 1986). En diciembre de 1928 Kuíbyshev, dirigente de la fracción stalinista, hablando en el VIII Congreso de los Sindicatos, reconocía que la producción de un obrero estadounidense en los altos hornos era 10 veces superior a la de un obrero ruso (citado por Deutscher, 1971). En otros rubros las diferencias también eran significativas. La debilidad de la industria determinaba que la producción fuera insuficiente para satisfacer la demanda de productos industriales por el campo. En cuanto a la agricultura, también era atrasada; la productividad del trabajo y el rendimiento por hectárea en Rusia eran menores que en los principales países de Europa, y mucho menores que en EEUU (Wheatcroft, Davies y Cooper). Aunque los factores climáticos y la naturaleza de la tierra explicaban una parte importante de esa diferencia, es indudable sin embargo el atraso tecnológico del agro ruso. Además, el reparto de la tierra entre los campesinos había aumentado la pequeña parcela, menos eficiente que las grandes unidades (Nove, 1973). Trotsky apuntaba, a mediados de la década, que debido a la división de la tierra habían desaparecido las grandes unidades productivas que aplicaban economías de escala y técnicas relativamente avanzadas; aunque en compensación, las pequeñas y medianas unidades habían elevado su producción por mayor empeño de los campesinos (1976a). En cualquier caso, la productividad del agro era baja; había carencia de equipos y animales de tiro, y los métodos eran los tradicionales. Y para industrializar a Rusia había que aumentar la producción rural, a fin de alimentar a las ciudades y suministrar materias primas a la industria. Antes de la guerra los kulaks proveían la mayor parte del grano que se comercializaba, pero con la nivelación que se había producido desde 1917 los campesinos consumían más grano, en lugar de enviarlo al mercado. Según Lewin (1965), el grano que se mandaba al mercado a mediados de los veinte era apenas el 13% de la cosecha total, contra el 26% antes de 1914. Lo cual dificultaba el acopio de grano y otros productos. El acopio competía con las compras que realizaba el sector privado, y debía realizarse a los precios de venta aceptados por los campesinos, para los productos que estos voluntariamente querían entregar. Pero los precios que pagaba el Estado por el grano eran bajos; incluso a veces no cubrían los costos de producción. Los bienes industriales, en contrapartida, eran caros y de baja calidad. Por eso, a lo largo de los años veinte se habla permanentemente del “hambre de bienes”. Por otra parte, los precios relativos del ganado y de los cultivos industriales eran más altos que los del grano, y por lo tanto los campesinos guardaban el grano para su consumo, o para alimentar el ganado. Lo cual también impulsaba al alza los precios del cereal en los mercados libres, en relación a los que pagaba el acopio. De manera que el Estado recogía poco grano, no tenía reservas por caso de guerra o hambre, y el acopio se debilitaba en tanto instrumento estatal de planificación y control sobre el comercio privado. Lógicamente también, los saldos exportables eran escasos; en 1926 las exportaciones de cereales eran menos de un cuarto de las de preguerra. Lo cual afectaba negativamente la posibilidad de importar tecnología, necesaria para remontar el atraso de la industria. En este cuadro se insertaba la diferenciación social al interior del campesinado. En 1926-7 los campesinos medios representaban el 67,5% del total de los campesinos; los pobres el 29,4% (contra el 65% en 1917) y solo el 3,1% eran ricos (el 15% en 1917). Siguiendo el criterio establecido por Lenin, se consideraba campesino pobre (o mujik) al que extraía de su explotación solo lo justo para vivir, o que debía suplementar sus ingresos con trabajo remunerado; el medio disponía de un pequeño excedente que en caso de buenas cosechas le permitía una cierta acumulación; y el rico, o kulak, tenía capacidad de acumular y explotar trabajo asalariado. Se habían achicado entonces las diferencias sociales y predominaban los campesinos medios. Como señala Viola (1986), la nivelación reforzó la homogeneidad de las aldeas y la cohesión, al tiempo que aumentó el poder del campesino medio, decididamente conservador. A su vez, debido a la política favorable a los campesinos aplicada por el Gobierno entre 1924 y 1928, se acentuaron las diferencias al interior del campesinado, en tanto la producción colectiva estaba estancada. En 1928 las tierras colectivizadas representaban solo el 1% del total; en junio de 1929 los campesinos miembros de colectivos de cualquier tipo eran apenas un millón, y de ellos, el 60% estaba en tozes (Nove, 1973). La toz (asociación para el cultivo conjunto de la tierra) era una cooperativa en la cual los campesinos compartían la tierra, pero no los equipos. Según Trotsky, a mediados de los 1920 los medios de producción en la agricultura en manos del Estado eran el 4% del total; el 96% pertenecía a los campesinos (1976a). En consecuencia, a fines de la década los campesinos ricos se habían fortalecido, e incluso tenían fuerte influencia política en las aldeas. En estas dominaba la comuna tradicional, apenas disimulada bajo el nombre de "comunidad aldeana"; los soviets habían perdido relevancia (Cohen, 1976). En ese marco, una preocupación central del mujik, e incluso del campesino medio, era no caer bajo la dependencia del kulak, que disponía de una gran parte de los medios de cultivo y transporte (Bettelheim; 1978). Esta cuestión es el telón de fondo de la crisis de 1927-8, que conduciría al abandono de la NEP y al giro hacia la colectivización forzosa. La crisis de las tijeras y el informe de Trotsky de 1923 Durante la NEP hubo repetidas crisis de abastecimientos y de precios. La primera ocurrió en 1922-3. En 1922, dado el escaso poder adquisitivo de los campesinos, la industria no tenía compradores, a pesar de que la producción era apenas la cuarta parte del nivel de preguerra. Para salir de esa situación, el Gobierno mejoró los términos de intercambio para la agricultura; lo cual dio lugar a una buena cosecha en 1923. Sin embargo, en un marco de alta inflación y ausencia de controles estatales, los términos de intercambio se movieron de nuevo en perjuicio de los campesinos. En octubre los precios industriales llegaron a estar casi tres veces por encima de los niveles de 1913, en tanto los agrícolas fueron un 90% superior. Con una relación tan desfavorable, los campesinos no podían adquirir equipos agrícolas o materiales para construir viviendas. Por lo tanto, bajaron la comercialización de los productos agrícolas, afectando seriamente el abastecimiento de las ciudades. Existía un serio problema en la relación de los precios, tema que había sido tratado por Trotsky en el XII Congreso del Partido (el primero sin la presencia de Lenin), realizado en abril 1923. En ese Congreso Trotsky fue el informante de la situación económica. Según sus biógrafos Pierre Broué e Isaac Deutscher, habría aceptado un acuerdo con el triunvirato dirigente en el Poliburó (Stalin, Zinoviev y Kamenev) para presentar el informe económico, a cambio de no apoyar las denuncias que hacían militantes del ala de izquierda de la burocratización del régimen. En su exposición, mostró un gráfico con la evolución relativa de los precios agrícolas e industriales que tenía forma de hojas de tijeras abriéndose. De ahí que luego la crisis de finales de 1923 se conociera como la “crisis de las tijeras”. El informe de Trotsky está resumido en las “Tesis sobre la industria”, de 1923, y sintetiza muchos de los problemas que enfrentaría la NEP. Comienza planteando que las relaciones entre la clase obrera y el campesinado descansaban, en último análisis, en las relaciones entre la industria y la agricultura. La clase obrera podría retener y afianzar su poder no a través del aparato estatal o el Ejército, sino por medio de la industria, que a su vez es la que genera a la clase obrera. Por eso, solo el desarrollo de la industria fortalecería a la dictadura del proletariado. Y si bien el tiempo que demandaría la superación de la economía campesina dependería, en última instancia, de la marcha de la revolución mundial, el Partido debía prestar mucha atención a la política hacia los campesinos, ya que la restauración de la industria estaba vinculada al desarrollo de la agricultura. Por eso, había que generar un excedente agrícola por encima de lo que consumían los campesinos, antes de que la industria pudiera avanzar de manera decisiva. Pero también era importante que la industria no se quedara detrás de la agricultura, porque de lo contrario se crearía una industria privada, que desplazaría a la estatal. De ahí que la clave era desarrollar la industria, lo que implicaba generación y acumulación de plusvalía en ese sector; lo que a su vez era la condición para el desarrollo de la agricultura. Si bien la NEP había permitido una mejora económica general, seguía Trotsky, la situación de la industria era muy seria. Los precios de la industria liviana eran muy altos en relación a los de la agricultura, aunque muchas veces no cubrían los costos, y tampoco permitían la expansión de la producción. Además, se habían consumido existencias de materia prima cuyo reemplazo representaba un problema agudo. A su vez, la industria pesada necesitaba inversiones, así como los ferrocarriles y la red de agua. Como salida, Trotsky preveía combinar el plan y el mercado, fortalecer la Comisión de Planificación Estatal, y avanzar con cuidado en la elaboración del Plan, seleccionando administradores eficientes. La planificación debía crecer dentro de la economía mixta, hasta absorber al sector privado. Como señala Deutscher (1979), en ningún momento prevé prohibir por decreto el comercio privado, o la destrucción violenta de la agricultura privada. La propuesta incluía atraer capital extranjero para ayudar a la industrialización, y prestar especial atención a la articulación entre los precios regidos por el Estado y el mercado. “El logro de la regulación del precio, sobre la base del mercado, que mejor se corresponda con las necesidades del desarrollo industrial, el establecimiento de más correlaciones normales entre las ramas de la industria pesada y las ramas de la industria y la agricultura que la proveen de materias primas, y finalmente el fortalecimiento de la industria pesada y liviana, estas son las raíces de los problemas del Estado en la esfera de la actividad industria en el segundo período de la NEP que ahora está empezando. Estos problemas solo pueden ser resueltos por una correlación correcta entre el mercado y el plan industrial del Estado”. No menciona los problemas de la burocracia a nivel del Estado, ni el ahogo cada vez mayor de la democracia soviética. Pero ¿cómo podía lograrse esa “correlación correcta” de la que hablaba Trotsky sin la participación y control de los productores (y tal vez de los consumidores) del plan económico? Sesgo hacia lo administrativo La pregunta con que cerramos el apartado anterior remite, en el fondo, al carácter excesivamente administrativo de la propuesta económica de Trotsky al XII Congreso. Es como si la planificación debiera encararse a partir de un “sano sentido común” en la administración a cargo de los funcionarios del Estado. La necesidad del control de los trabajadores sobre esos administradores, y sobre las instancias en que se elabora el plan económico, no es mencionada. Por ejemplo, las Tesis subrayan la necesidad de acabar con el robo, el pillaje y la dilapidación de los recursos públicos, que se efectuaban “gracias a los cálculos arbitrarios y falsos”, y eran facilitados por la ausencia de toda contabilidad. Había llegado la “época del cálculo”, decía Trotsky. Pero el robo, pillaje, dilapidación de fondos públicos, ¿no eran acaso expresiones de la falta de control de los productores sobre lo que producían? Trotsky, sin embargo, pasa por alto esta cuestión y parece apelar a una suerte de “sentido de la responsabilidad” de los administradores y funcionarios. Al tiempo, Trotsky hacía oídos sordos frente a delegados y dirigentes que denunciaban los métodos burocráticos que asfixiaban al Partido y el Estado. Entre los denunciantes estaban Rakovsky, jefe del Gobierno ucraniano, la delegación de Georgia, Kollontai y la Oposición Obrera, y Bujarin, en su última aparición en el ala izquierda. A la vista de lo anterior, no es de extrañar que Stalin y Zinoviev no tuvieran inconvenientes en votar favorablemente el informe. Lo cual no les impediría lanzar, a finales de ese mismo año, la campaña pública "anti-trotskismo". Broué y Deutscher han señalado que Trotsky cometió un grave error táctico al no hacerse eco de las denuncias de la burocracia durante el Congreso. Su error, afirman, estaría vinculado a su convicción de que si se revertía el curso económico, poniendo el acento en la industrialización planificada, se reforzarían las posiciones proletarias y se debilitarían las tendencias a la burocratización y los elementos pro-capitalistas. “Trotsky ha podido pensar que la batalla esencial debía ser librada en el terreno económico, donde el compromiso [con la mayoría de la dirección] le permitía presentar, en nombre de la dirección del Partido, un informe en el cual hacía triunfar sus ideas acerca de la aplicación práctica de la NEP”, escribe Broué. Si esto fue así, su error fue pensar que podía haber un informe puramente “económico”, al margen de la cuestión política, a saber, de la incidencia de la misma burocracia sobre “lo económico”. En última instancia, lo que debía discutirse era quién controlaba efectivamente los medios de producción, y el Estado. Pero este debate debía cuestionar una relación de producción burocrática –o sea, de posesión y administración efectiva- que estaba en la raíz del robo y dilapidación de fondos públicos, y también de las cuestiones que denunciaba la izquierda Sin embargo, en el Congreso Trotsky no habla de ello; denuncia la ineficacia administrativa y el burocratismo de los directores de empresas, pero no encara la burocratización como un fenómeno de conjunto, y con eje en el poder político. La idea que recorre su informe es que si crecía la clase obrera con la industrialización, se reforzaría su peso político y retrocedería la burocracia. Recordemos una idea clave de sus Tesis: la clase obrera podría retener y afianzar su poder por medio del crecimiento de la industria que genera a la clase obrera. El problema incluso se agrava porque en su discurso (aunque no aparece en las “Tesis sobre la industria”), presentó una posición muy dura sobre los sacrificios que deberían hacer los trabajadores. Pidió que la producción industrial se concentrara en un pequeño número de grandes empresas de buen rendimiento, lo que dejaba planteada la pregunta de qué suerte correrían los trabajadores de las empresas defectuosas o improductivas que cerraran. Sostuvo también que la clase obrera habría de soportar el mayor peso de la reconstrucción industrial, y que podría haber momentos en que se pagara solo la mitad del salario, y los trabajadores deberían, en ese caso, prestar la otra mitad al Estado (véase Deutscher, 1979). Era la “acumulación socialista primitiva”, lo que dio pie a una fuerte intervención de Krassin, Comisario del Comercio Exterior, en contra de Trotsky (ídem). El problema que planteaba, además, era de dónde saldrían los fondos necesarios para la industrialización. Tema que estaba en el centro de las preocupaciones de Preobrazhenski (véase la siguiente parte de la nota). Sin embargo, en otros escritos durante la época de la NEP, Trotsky sostiene que solo la democracia proletaria podía contrapesar las fuerzas combinadas de quienes se enriquecían especulando en los mercados, los kulaks y los burgueses conservadores. La democracia obrera era el único marco político al interior del cual la economía planificada podía alcanzar su máximo rendimiento. De ahí que su renacimiento era vital para la economía. Ella pasaba no por la administración de las empresas por los consejos obreros (experiencia que fracasaba en tanto no se elevara el nivel cultural de las masas trabajadoras) sino por el derecho de los trabajadores a discutir los planes y objetivos, y evaluar los recursos y posibilidades (véase Deutscher, 1979). En los treinta volvería varias veces sobre esta idea. Sin embargo, en otros textos de los 1929 el rol de la democracia obrera para la economía vuelve a diluirse. Por ejemplo, en 1925, cuando se había impuesto la política favorable al campesino, publica ¿Hacia el socialismo y el capitalismo?, donde advertimos el mismo problema de las Tesis de 1923, aunque ya no había de por medio compromiso alguno con la mayoría del Politburó. En ese folleto señala que “la forma social de nuestro desarrollo económico es dual, estando fundada en la colaboración y lucha entre los métodos, formas y objetivos capitalistas y socialistas”. Agrega que “si las fuerzas productivas a disposición del Estado socialista, y que aseguran todas las palancas de mando, crecen no solo rápidamente, sino más rápidamente que las fuerzas productivas individualistas y capitalísticas de las ciudades y los distritos rurales… es claro que una cierta expansión de las tendencias comerciales individualistas, que surge del corazón de la agricultura campesina, de ninguna manera nos amenaza con sorpresas económicas de algún tipo, con un cambio precipitado de cantidad en cualidad, esto es, con un giro rápido al capitalismo”. Las relaciones entre la industria y el campo son analizadas desde esta perspectiva, en el marco del atraso de las fuerzas productivas de la URSS con respecto a los países capitalistas adelantados. En la misma línea que en 1923, plantea que el fortalecimiento de los elementos socialistas pasa por el fortalecimiento de la industria. La industria debería expandirse por encima de los límites que imponían las cosechas. Al fortalecerse, la industria podría proveer al campo no solo de productos baratos, sino también de medios de producción aptos para los métodos de trabajo colectivos. Lo cual permitiría el “progreso técnico y socialista de la agricultura”. En este planteo reaparece la idea de un “bloque socialista”, cuya columna vertebral –en el plano económico- es la industria. ¿Qué hay de la oposición entre los trabajadores y el aparato de la administración burocrática al interior de ese “bloque”? El tema, de nuevo, es pasado por alto. Aunque paralelamente, en su actividad política Trotsky criticaba y enfrentaba la burocratización, junto a no pocos de los denunciantes de 1923. Bibliografía: Betttelheim, C. (1978): La lucha de clases en la URSS. Segundo período (1923-1930), México, SigloXXI. Broué, P. (1988): Trotsky, París, Fayard. Cohen, S. (1976): Bujarin y la revolución bolchevique. Biografía política 1888-1938, Madrid, Siglo XXI. Deutscher, I. (1971): Los sindicatos soviéticos, México, ERA. Deutscher, I. (1979): Trotsky, le prophète désarmé, Paris, Christian Bourgois. Lewin, M. (1965): “The Immediate Background of Soviet Collectivization”, Soviet Studies, vol. 17, pp. 162-197. Nove, A. (1973): Historia económica de la Unión Soviética, Madrid, Alianza Editorial. Trotsky, L. (1923): “Theses on Industry”, https://www.marxists.org/archive/trotsky/1923/04/ industry.htm. Trotsky, L. (1976a): Towards Socialism or Capitalism?, Londres, New Park. Viola, L. (1986): “Bab’i Bunty and Peasant Women’s Protest during Collectivization”, Russian Review, vol. 45, pp. 23-42. Wheatcroft, S. G.; R. W. Davies y J. M. Cooper (1986): “Soviet Industrialization Reconsidered: Some Preliminary Conclusions about Economic Development between 1926 and 1941”, Economic History Review, XXXIX, pp. 264-294.
rolando - postaporteñ@ 1551 - 2016-02-06
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sábado, 6 de febrero de 2016
1551* Los Muertos Están Cada Día Más Indóciles
Número
1551 | sab 6 FEB 2016 | Año XI
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